San Luis, Tertulias de la Aldea

“EL BODI”

Personajes reales que habitaron la Villa Mercedes contemporánea

Por Sebastián Reynoso

De chico le gustaba practicar boxeo, jugar al fútbol y tocar su guitarra.

A sus 12 años era un pibe más, de esos que disfrutaban de jugar a las escondidas y remontar un barrilete y entremezclarse con la inocencia de otros niños.

Pero de repente, un día su hermano Pepe sorprendió a todos cuando llegó al almacén de Bunfante preguntando por él, su madre lo estaba llamando, siempre solía hacerle mandados al dueño del almacén, pero no hubo caso, nadie sabía nada del “Bodi”, el chiquilín mimado del barrio no aparecía por ninguna parte, alguien dijo que podía estar en lo de don Celestino Tapia, trabajando en la curtiembre para ganarse unas monedas, pero allí tampoco se sabía nada del niño.

Como sucede en estas desgraciadas búsquedas, las horas se vuelven días, los días meses y los meses años. Al principio muchos ayudan, la solidaridad se contagia, pero el tiempo deja a las familias solas con las ausencias.

La búsqueda desesperada y dolorosa de la familia ayudada por la policía federal disminuyó, se fueron resignando pensando que tal vez había muerto o que nunca aparecería. Todo el barrio San Antonio se conmovía y se solidarizaba con la familia Rodríguez.

10 años más tarde de su desaparición, un auto en la puerta del domicilio de la familia Rodríguez frenó sospechosamente, al abrirse la puerta bajó un joven con buena presencia y mirada elegante, al mirarlo a los ojos todos se dieron cuenta de que era él.

En ese momento nadie lo podía creer, hasta se escuchó a un vecino decir en voz alta “este es un fantasma”, mientras que sus familiares, envueltos en una mezcla de dolor, asombro y bronca, lo abrazaron aguantándose algún reproche.

Él ya tenía 22 años y había estado en la casa de un tío en Buenos Aires, en la Villa 18. En los 10 años que pasaron, siendo casi un niño y luego un adolescente, se la rebuscó en la ciudad porteña para trabajar entre otros lugares, en el mercado de Abasto, lugar que servía para sobrellevar su estadía.

Todo le iba bien hasta que de repente un día, así como si nada, decidió volver al pago donde nació, así era El Bodi: “impulsivo”. Nunca brindó detalles de por qué había desaparecido sin dejar noticias…

Allá había terminado la escuela, tenía trabajo, hasta parecía tener novia, según las cartas que recibía muy a menudo, así todo daba a entender que era un joven con buen futuro, entonces nadie comprende hasta el día de hoy por qué después de cumplir sus 30 años se dedicó al alcohol y a andar de vagabundo por las calles de la ciudad.

“El Bodi” fue el peón del barrio, el changarín que el vecino necesitaba al que todos le abrían las puertas de sus hogares para limpiar sus terrenos, al que los vecinos dejaban sentarse en sus mesas a comer con ellos, algunos más otros menos, pero todos lo apreciaban mucho.

Nunca se acostumbró a vivir con su propia familia, su madre le cedió un terreno para que se hiciera una piecita, allí vivió y también allí murió, solo en la miseria que el destino echó sobre su rancho. Roberto Roque Rodríguez, “El Bodi”, como en todo el barrio se lo conocía.

Un humilde vendedor ambulante ofrece su mercancía por calle
Colón, cerca del Mercado Municipal. Ciudad de San Luis,
hacia 1930. Foto José La Vía.