BICENTENARIO DEL COMBATE DE PESCADORES
El nacimiento y reconocimiento de la heroicidad de Pringles, en una batalla que se libró en noviembre de 1820
Por Guillermo Genini
Juan Pascual Pringles sin duda representa una figura clave en la identidad de San Luis. Su constitución como héroe en el marco de la Guerra por la Independencia a las órdenes del General José San Martín, estuvo signada por un encuentro producido en una desértica playa peruana al norte de Lima. ¿Cómo es posible vincular al heroico puntano con ese lejano lugar?
Pringles tuvo una juventud ligada más a la vida civil y comercial que al ejercicio de las armas. Sin embargo, desde 1814 su nombre figuraba entre los integrantes de las Milicias de San Luis como Alférez de Caballería, cargo menor dentro de la oficialidad de las fuerzas locales. Esta era una práctica muy extendida entre los miembros de los vecinos propietarios de las ciudades de tradición española. En esa condición pudo haber conocido personalmente a San Martín cuando debió conducir en 1816 a un contingente de esclavos y desertores desde San Luis al campamento de El Plumerillo en Mendoza.
Su actuación militar continuó vinculada a las Milicias de Caballería de San Luis cuando actuó contra los prisioneros realistas sublevados en la ciudad de San Luis en febrero de 1819. Este hecho le valió el reconocimiento del Gobierno Central al serle conferida una de las medallas conmemorativas de esta acción.
Pero sin duda su vida militar cambió por completo cuando decidió incorporarse al cuerpo de Granaderos a Caballo que se estaba reorganizando en el Campamento de Las Chacras. Ya en esa condición, abandonó San Luis para marchar en enero de 1820 a Chile como parte del Regimiento de Granaderos a Caballo, bajo el mando del Coronel Rudecindo Alvarado. En agosto de ese año Pringles embarcó desde el puerto de Valparaíso en la Expedición Libertadora del Perú.
Ya con el grado de Teniente Graduado, Pringles, junto con el Regimiento de Granaderos, desembarcaron en Valle de Huaura, a 150 kilómetros al norte de Lima donde San Martín estableció su Campamento General el 12 de noviembre de 1820. Ese lugar fue elegido específicamente por San Martín en razón de su estrategia militar.
No podía atacar Lima, o su puerto El Callao, pues enfrentaba a fuerzas realistas muy superiores en número. En vez de apostar el destino de la campaña peruana a una batalla, prefirió atraerse a las tropas realistas, divididas por profundas diferencias internas, y la población peruana. Esta estrategia, más política que militar, sería clave para el éxito de la causa de la Independencia en el Perú.
El Virrey del Perú, Joaquín Pezuela, dispuso que el Batallón de Numancia con base en Lima saliera hacia el norte de la ciudad para vigilar los movimientos del Ejército Libertador estacionado en Huara. Fue una elección poco feliz, pues San Martín había establecido contacto por medio de emisarios y espías con algunos oficiales del Numancia para que se pasaran de bando y se integraran a las fuerzas libertadoras.
El Batallón de Numancia estaba formado en gran parte por criollos americanos de Nueva Granada y la mayoría de sus integrantes eran oriundos de Venezuela y de Bogotá. Varios oficiales americanos del Numancia estaban dispuestos a pasar de bando y para ello San Martín envió al Coronel Alvarado para concretar la crucial maniobra.
Entre la tropa comandada por Alvarado, que se dirigió hacia el sur por el camino de la costa peruana, iba el Teniente Pringles a quien se le encargó una importante y delicada misión: debía adelantarse con un destacamento de Granaderos y facilitar el contacto con la finalidad de cubrir el pase del Batallón Numancia a las fuerzas libertadoras.
Según diferentes fuentes y relatos de personas a quienes Pringles contó lo sucedido, entre ellas el propio Alvarado, Juan Esteban Pedernera, Jerónimo Espejo y José Cecilio Lucio Lucero, la misión implicaba sigilo y evitar cualquier enfrentamiento que pudiera arruinar la oportunidad de un gran triunfo militar y político. Desconocemos por qué Alvarado eligió a Pringles para esta delicada acción, pero sin duda confiaba en sus dotes para el mando.
Pringles, sorprendido pero heroico
El destacamento de Granaderos que comandaba Pringles estaba integrado por 20 jinetes más un civil, Federico Catán, y un guía local. Catalán, oriundo de Chancay, era el encargado de entrar en contacto con los oficiales del Batallón de Numancia para concretar su pase de bando. Entre el 24 y 26 de noviembre (no hay acuerdo entre las fuentes) este pequeño grupo se adelantó hacia el sur por el camino de la costa hasta la Playa de Pescadores, lugar elegido para el posible encuentro. Pringles y sus hombres debían esperar allí por un día el regreso del emisario o la llegada del grueso de las tropas de Alvarado desde el norte.
El sitio de la Playa de Pescadores no estaba dispuesto para combate. Pringles no lo pensó así. Simplemente era un lugar discreto, apto para la espera, pero pronto se transformó en escenario de un dramático combate.
El guía local salió a vigilar las cercanías cuando fue sorprendido y capturado por las fuerzas realistas del Coronel Jerónimo Valdés, quien lo obligó a confesar la posición del destacamento enemigo en la playa cercana.
A fin de evitar su fuga o la llegada de refuerzos, Valdés, que era un español peninsular de grandes dotes militares, decidió de inmediato rodear al destacamento que comandaba Pringles y sorprenderlo. Su fuerza de caballería estaba compuesta por una Compañía de los Dragones del Perú de más de 120 hombres. Valdés comandó el grueso de la tropa, unos 80 hombres, mientras que un destacamento al mando del Capitán Fernández, rodeó un monte cercano y cerró el camino de retirada de los Granaderos.
Según han reconstruido los historiadores Mario Tamagno y Néstor Menéndez, el Combate de Pescadores se produjo a primera hora de la mañana del 27 de noviembre de 1820. Pringles se vio sorprendido por las fuerzas de Valdés y en vez de intentar una retirada o rendirse frente a un enemigo muy superior en número, decidió atacar. Esta acción era contraria a las órdenes recibidas y no queda claro qué la impulsó. ¿Habrá considerado Pringles que era demasiado tarde para ensayar una retirada o habrá querido enmendar su error al dejarse sorprender? No lo sabemos, pero la acción que protagonizó fue sorpresiva y heroica.
La mayoría de las fuentes mencionan que Pringles y sus Granaderos hicieron dos cargas. La primera contra las fuerzas más numerosas de Valdés, comandadas por el Teniente Coronel García Camba.
Tras furioso y sangriento combate, Pringles fue rechazado. De inmediato los Granaderos se reagruparon y realizaron una segunda carga contra el destacamento del Capitán Fernández, que también fue rechazado. Con la mayoría de los Granaderos muertos o heridos, entre ellos el propio Pringles, hubo un tercer movimiento.
Intimado a rendirse, y rodeados por los dos flancos, Pringles y cuatro Granaderos sobrevivientes, decidieron internarse en las aguas del Océano Pacífico con sus caballos. Este movimiento despertó grandes controversias entre quienes dejaron el relato del combate, pues el fuerte oleaje impedía cualquier intento de huida.
Para algunas fuentes Pringles y sus hombres se negaron a rendirse y prefirieron ahogarse en el mar; para otras, se protegían de una muerte segura pues las tropas realistas los perseguían con saña producto del salvaje combate. Sea como fuese, el Coronel Valdés, quien había observado todo el combate desde un promontorio cercano, se acercó a la playa y gritó a los sobrevivientes que se rindieran garantizándoles respetar sus vidas. Una vez capturados, los realistas se retiraron a Lima con los Granaderos prisioneros.
Al día siguiente, Alvarado llegó a la Playa de Pescadores y halló las “huellas de un combate desesperado”, como colocó en su informe. En el pueblo cercano de Chancay, distante 15 kilómetros al sur del lugar del combate, encontraron a ocho Granaderos malheridos, dejados en el hospital local por Valdés en su retirada a Lima. En esa ciudad llamó la atención el Combate de Pescadores y la entrada de los primeros prisioneros de las tropas de San Martín, que fueron paseados como trofeo de guerra. Pringles y sus hombres fueron encerrados en la cárcel de la fortaleza de El Callao y permanecieron allí hasta que recobraron su libertad gracias a un intercambio de prisioneros.
Al regresar al campamento del Ejército Libertador en enero de 1821, Pringles fue sometido a un juicio militar ante la desobediencia o incumplimiento de las órdenes que había protagonizado.
Sin embargo, el propio San Martín lo eximió de responsabilidad debido al coraje y heroísmo demostrados en combate. Pese a las posibles fallas cometidas, prefirió distinguir el arrojo demostrado, que servía como ejemplo para una tropa que permanecía inactiva.
En el parte oficial escribió:
“El oficial Pringles y los individuos que lo acompañaron el 27 de noviembre han llenado mis esperanzas y cumplido sus deberes a la Patria; pero es sensible que aquel oficial, al paso que acreditó su valor, obró sin previsión dejándose sorprender del enemigo: él debía ser juzgado como corresponde, y sólo el ejemplo extraordinario que ha dado de su bravura, lo salva de las leyes militares”.
Finalmente, por indicación de San Martín los protagonistas del Combate de Pescadores, recibieron un escudo de honor con la inscripción bordada en oro que decía “Gloria a los vencidos en Chancay”. El reconocimiento al valor extraordinario de Pringles, acababa de comenzar.
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