Saraus de poesía: literatura periférica
Por Eliana Cabrera
“Cuidado con los poetas. Esas caras son subversivas. Propagan indignación y desorden, se piensan con el derecho de cambiar el mundo. Cuidado. Ellos están por todas partes. Son brujos y brujas cuyo ritual más sagrado se llama “sarau” y atacan en grupo con una sobredosis de palabras ritmadas que alcanzan tu espíritu y lo modifican para siempre. Cualquier pedazo de papel es un arma en la mano de un poeta. Y si ves alguno de ellos escribiendo alguna cosa en una servilleta de un bar… ¡Por el amor de Dios, insisto, no la leas!”
Así comienza el corto-documental Curta Saraus, disponible en Youtube (por suerte subtitulado en español), en el que se realiza una presentación general acerca de qué son los saraus de poesía, qué representan para esa zona de Brasil y qué valor tiene el recitado poético para los y las habitantes.
Esta práctica cultural comenzó a realizarse en los años 2000 en las periferias de San Pablo, Brasil, para luego masificarse en otras ciudades y pueblos marginales, conectando también favelas y quebradas. Influenciados por la literatura negra de los 70 y 80, este movimiento fomentó un circuito de saraus en bares y centros culturales.
Se trata de encuentros para el recitado y representación de poesías, propias o no, haciendo uso de recursos teatrales o musicales, o simplemente utilizando la fuerza de sus propias voces.
A diferencia de los slams (que, dicho sea de paso, tienen gran convocatoria en Brasil desde que Roberta Estrela D’Alva organizó el primer Slam colectivo en 2008), los saraus de poesía no son competitivos ni esperan una calificación por parte del público. No se trata de la expresión poética por la poesía en sí misma; si bien interesa y es necesaria la belleza de lo que se dice, el propósito de aquellos que deciden ser parte de este movimiento tiene que ver más con la denuncia social y con la construcción de una identidad “(…) estamos intentando crear una fuerza a través de la literatura. Es el arte que viene de forma comprometida.
Está la cuestión artística, creativa, que quiere causar también un imaginario, una emoción, todo lo que el arte propone, pero también hay una propuesta de intervención”.
Sus participantes sostienen que el hecho de que sus comunidades sean llamadas “marginales” o “periféricas” conlleva también toda una serie de prejuicios vinculados al peligro, la violencia y la ignorancia, razón por la que deciden tomar esas palabras con las que otros los han etiquetado y resignificarlas: crear una identidad “marginal” no criminalizada que sí los represente, un “ser periférico” que no tenga que ver solo con cuestiones socioeconómicas sino con una experiencia artística compartida.
“Es preciso que la literatura esté al lado de las papas fritas, al lado de la cerveza, al lado de un amigo, al lado del músico”.
Lo que interesa es tomar la poesía y sacarla de su lugar de solemnidad y erudición para que todos y todas puedan acceder a ella sin prejuicios ni miedos, que se sepa que nada ni nadie puede atentar contra el derecho a la identidad y al uso de la palabra poética, todos y todas deben poder manifestarse y tener un espacio donde hacerlo.
Cada barrio tiene su propio sarau y se organizan encuentros entre ellos. Hace un par de años, antes de que la pandemia influyera en este tipo de actividades, de lunes a lunes estos saraus se turnaban para realizar estas fiestas poéticas en sus respectivas zonas: Sarau do Binho (Zona Sur), Sarau Suburbano Convicto (Centro), Sarau da Cooperifa (Zona Sur), Sarau Elo da Corrente (Zona Este), Sarau Poesia na Brasa (Zona Norte), Sarau do Ademar (Zona Sudeste).
Ferrez, (@ferrezoficial), escritor, rapero, activista, uno de los referentes del movimiento de literatura marginal y principal impulsor de los saraus de poesía, comenta que las primeras convocatorias para participar de los saraus se hacían en medio de campañas políticas o shows de raperos, robando micrófono, y que en un comienzo se presentó como una alternativa artística (en algunos barrios quizás fue la única actividad cultural).
Hoy, en los bares y espacios públicos en general se vive la poesía como una gran festividad, ya que, como sugiere Ferrez, un poema puede morir en un libro, pero se lo revive en las calles. La palabra debe salir del pueblo y circular, no está creada para quedarse quieta sino para recorrer otros colectivos y presentarse como lo que es: una expresión artística y poética del ser periférico, creada por quienes vivencian su cotidianeidad.