LA TIERRA GIME DE ESPERAS
Cuánto tiempo duran las esperas de los vuelos, de las luces ocres, del hombre que mira y nadie lo espera, de los besos que regresan como espíritus y nos besan el cuerpo sin decir su nombre.
De los clavos oxidados de sangre seca que descubren historias de cuadros degenerados o resucitan sólo cadáveres, bellos y jóvenes con la sonrisa tajeada, y los ojos sin mirada garabateando las preguntas sin respuestas.
Y la verdad, es un hueco oscuro como un aljibe antiguo. La verdad que llegó a destiempo y sólo tiene el sello de las muertes anónimas. Dolorosamente inútiles, burlonas dueñas de lo que pudo haber sido. Sonrisas bellas y jóvenes que serán usadas, con descaro. Pinceles con nombre y apellido que no podrán ser restituidos a sus dueños, porque ya no están, y hasta se perdieron las calles y las casas.
En cada lugar del mundo, la tierra gime por todo lo que sabe y no tiene la voz para decirlo, y se aturde del canto de las ranas que se asemeja a las castañuelas de un flamenco gitano, de los grillos o las chicharras en los veranos, o de la escarcha nívea en los inviernos.
Las esperas, son infinitas como un camino sin retorno. Pueden ser pálidas o coloridas. Deseadas o no. En general son solitarias y pueden llegar en el momento justo donde uno cree que todo es posible, o presentarse cuando es tarde y no porque atardece, sino porque tiene el rostro de la nada. Entonces la espera es injusta, y malparida.
Por eso, la tierra gime en cada lugar del mundo…
(*) Publicada en La Opinión y La Voz del Sud el sábado 9 de noviembre de 2013. Hoy este texto es parte de un homenaje a su obra por el aniversario de su fallecimiento- La serie seleccionada se llama: Siete Veces Raquel.