La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Mujeres al poder

Las mujeres ocupan, en proporción, pocos lugares como mandatarias de los países del mundo. Sin embargo, su papel fue de los más destacados en el manejo de la pandemia

Agustina Bordigoni

La administración de la familia descansa en tres clases de poder: el del señor, el del padre y el del esposo. Se manda a la mujer y a los hijos como a seres igualmente libres, pero sometidos, sin embargo, a una autoridad diferente, que es republicana respecto de la primera, y regia respecto de los segundos.

El hombre, salvo algunas excepciones contrarias a la naturaleza, es el llamado a mandar más bien que la mujer, así como el ser de más edad y de mejores cualidades es el llamado a mandar al más joven y aún incompleto (…)

Todos estos individuos pertenecen a la familia, así como la familia pertenece al Estado, y como la virtud de las partes debe relacionarse con la del conjunto, es preciso que la educación de los hijos y de las mujeres esté en armonía con la organización política, como que importa realmente que esté ordenado lo relativo a los hijos y a las mujeres para que el Estado lo esté también. Este es necesariamente un asunto de grandísima importancia, porque las mujeres componen la mitad de las personas libres, y los hijos serán algún día los miembros del Estado”.

Los fragmentos corresponden a Política, de Aristóteles. Durante miles de años la forma de organización política en las sociedades ya no tan antiguas –como las de la Grecia contemporánea al filósofo– tomaron como propias estas premisas en las que la mujer es vista como ajena al Estado, o al ámbito de la vida pública.

Conceptualizada entonces como ser “incompleto” y no predestinada a cumplir otras tareas más que las de cuidado, las mujeres fueron ganando terreno en la arena política, y aunque en muchos países sus roles en este ámbito están circunscriptos en cuestiones específicas como la familia, la infancia, la juventud y no en materias consideradas más “duras” como la economía o la ciencia, muchas lograron pasar esas barreras que –aunque aún no derribadas– van dando cada vez más muestras de fragilidad.

Nuestro referentes, los filósofos griegos, de quienes admiramos y estudiamos su forma de organización gubernamental, fundamentaron una idea que se sostuvo por mucho tiempo, pero que las mujeres están cada vez menos dispuestas a sostener. Y esas mujeres lograron romper con esa idea llegando a las más altas esferas de poder, con un gran éxito en estos tiempos de pandemia.

Lideresas del COVID

Cuando comenzó la pandemia y las inevitables comparaciones acerca del manejo de la situación, los medios comenzaron a notar y destacar a los países que más rápidamente y de manera más eficiente enfrentaron la crisis sanitaria. Descubrieron también esos medios que la mayoría de esas naciones eran dirigidas por mujeres. Fueron los casos de Alemania, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda y Taiwán.

Las administraciones de esos siete países coincidieron en una estrategia que fue temprana: de testeos masivos, detección y aislamiento de casos, confinamientos, además de una fuerte inversión en equipos, suministros e instrumentos médicos para enfrentar eventuales casos graves. Algunas de esas medidas fueron tomadas incluso en enero y febrero, cuando el coronavirus era casi un rumor que parecía lejano e improbable.

Esas políticas fueron definidas en los titulares como “únicas en el mundo”, “magistrales”, o “la excepción” a la regla. Es ese último término el que llama a la reflexión: ¿por qué si estos ejemplos son tan exitosos las mujeres en el poder siguen siendo la excepción?

Más que mujeres

Decir que las mujeres que cumplen un rol importante en el mundo por el solo hecho de ser mujeres sería, de hecho, una injusticia. Se trata de seres humanos que se destacan por una amplia trayectoria y conocimiento, pero que (también es cierto) no cuentan con las mismas posibilidades de llegar a un puesto de poder de acuerdo a sus capacidades.

Por lo pronto, lo que corresponde al menos es recordar la preparación de esas mujeres que tan eficientemente enfrentaron la pandemia.

Angela Merkel, canciller federal de Alemania desde 2005, es una de las figuras más fuertes no solamente en su país sino en toda Europa. Es Doctora en Física, trabajó en el Instituto Central de Química y Física de la Academia de Ciencias de Berlín, donde además estudió química cuántica. Tuvo varios cargos públicos antes de ser elegida como canciller, entre ellos en el Ministerio de Medio Ambiente y Seguridad Nuclear.

Mette Frederiksen es la primera ministra de Dinamarca desde 2019. Estudió en el instituto Aalborghus Gymnasium y cursó administración y ciencias sociales en la Universidad de Aalborg, en la que se graduó. Ocupó diferentes cargos, entre ellos el de Ministra de Justicia. Una de las cuestiones que destacaron de su gestión durante la crisis sanitaria fue su acercamiento a niñas y niños, a los que respondió preguntas durante sus conferencias de prensa.

De izquierda a derecha: Angela Merkel, Mette Frederiksen, Sanna Marin, Jóhanna Sigurðardóttir, Erna Solberg, Jacinda Ardern y Tsai Ing-wen.

Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, es (con 35 años) la mujer más joven del mundo en ocupar ese cargo. Es Licenciada en Ciencias Administrativas, fue parlamentaria y ocupó diferentes carteras, entre ellas estuvo al frente del Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

Jóhanna Sigurðardóttir, presidenta de Islandia, tiene una amplia trayectoria en materia sindical. Formó diferentes órganos directivos de los gremios de tripulación de vuelo y exazafatas. Eso le facilitó su llegada al Partido Socialdemócrata. También ocupó un puesto en el parlamento y en distintos ministerios, como el de Asuntos Sociales.

Erna Solberg jefa de gobierno en Noruega, es Licenciada en Sociología, Ciencias Políticas, Estadísticas y Economía. Durante muchos años dirigió la Juventud Conservadora Noruega y también el Partido Conservador de su ciudad. Llegó luego a la vicepresidencia del Partido Conservador del país y ocupó diferentes cargos. También destacó por la contención a niñas y niños en la pandemia.

Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, está graduada en Estudios de Comunicación por la Universidad Waikato. Fue asesora del ex primer ministro británico Tony Blair y presidenta de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas. Además de primera ministra está a cargo de los asuntos nacionales relativos a Seguridad Nacional e Inteligencia, Arte, Cultura y Patrimonio, y Reducción de la Pobreza Infantil.

Tsai Ing-wen es presidenta de Taiwán, pero además es profesora universitaria, abogada y doctorada en Londres. Entre otros cargos ocupó los de ministra de Asuntos Continentales y viceprimera ministra del país. Fue una de las primeras en reaccionar al COVID-19, implementando cientos de medidas desde enero.

Lo que falta por conseguir

A pesar de que las mujeres están igualmente capacitadas que los hombres para ocupar cargos públicos, algo queda de la idea aristotélica de la mujer como ajena a los asuntos del Estado.

Según el ONU Mujeres, que todos los años hace un relevamiento sobre el tema, estamos muy lejos de la paridad: solo 20 países del mundo están dirigidos por mujeres. De estos, las mujeres ocupan la jefatura de gobierno sólo en 12 países, es decir, en poco más del 6% de los Estados del mundo.

Por otro lado, la organización advierte que en otros cargos de poder, las mujeres suelen ocupar los lugares relacionados con asuntos sociales (familia, infancia, juventud o medio ambiente) y no así sucede con otras ramas (transporte, economía o desarrollo). Casi como si continuara esa idea de que existen tareas destinadas a los hombres y otras a las mujeres.

En la naturaleza un ser no tiene más que un solo destino, porque los instrumentos son más perfectos cuando sirven, no para muchos usos, sino para uno solo. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar”…

La historia demostró que ya debería ser hora de abandonar estos preceptos que desde la Antigua Grecia tomamos como válido legado.