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A celebrar la poesía

Cada 21 de marzo, la UNESCO conmemora una de las formas más preciadas de la expresión e identidad de la humanidad. Once poetas de San Luis comparten aprendizajes, fantasmas, chasquidos y recetarios insomnes. 

Por Matías Gómez

El caleidoscopio de la poesía

“Hoy no me imagino vivir sin la poesía, porque ella está en todas las cosas de la vida íntima y social, acompañándonos para que todo lo malo no nos agobie, hacer más sabroso lo que hacemos a diario, y también a ver con diferentes matices –como cuando alguien observa por un caleidoscopio- el mundo o un objeto que nos rodea”, comparte el poeta nacido en Catamarca, Daniel Álvarez, quien hace cuatro años vive en la ciudad de San Luis.

“No soy partidario de que la poesía es para salvarnos, creo, en lo personal, que nos ayuda a vivir sin enloquecer demasiado, o convivir con nuestros demonios internos y con los que andan en las calles. Y aprecio a la poesía porque ella retrata con su amplia gama de colores, dibujando miles de formas, nuestro mundo”, agrega Álvarez que publicó “Pueblo y rebelión”, “Vuelo onírico”, “Sueños encajonados”, “Pájaros de aguardiente”, “La fama de Edward Arparigowsky”, “Transeúntes” y “La desnudez del oasis”.

Metáforas para cerrar ciclos

“Escribo desde muy chica y la poesía siempre ha sido un modo de mirar las cosas porque, ha teñido cada momento de mi vida. Todo lo que observaba desde muy chica tenía ese filtro. Y me apasionó en la adolescencia cuando conocí a tantos autores, y después, otros colegas en el periodismo, me fueron acercando autores que desconocía. Entonces empecé a tomármelo en serio, a pulirlo y tomármelo como un estilo de vida. Siento que la poesía me alimenta el espíritu y me conecta con las sensibilidades de las personas y puedo mirar a los otros de diferentes maneras”, expresa Cecilia Sosa.

“En 2018 publiqué mi primer poemario “Palabras molidas en cuenco” que estuvo abocado a cierres de ciclos porque encontré en la metáfora una forma de salir del brete. Y ahora empecé a encontrar otros matices, siento que voy por otros lados y me permito que la poesía se aloje en los sitios donde tenga ganas, la estoy dejando ser”, comenta.

Una música de fondo

“La poesía irrumpió en mi vida a través de la voz de mi madre. Yo tenía cinco años y ella me leía: “Romance de la niña negra” de Luis Cané. Y yo lloraba desconsolada por la niña negra dentro de un féretro de pino. A esa edad no sabía leer. No sabía que era un féretro, pero sentía el dolor de esa niña como si fuera yo”, expresa la poeta nacida en Quilmes y radicada en Juana Koslay, Claudia Malatesta.

“La poesía es una luz que todo penetra. Una música de fondo que nos acompaña en las mareas de la existencia y nos rescata de naufragios. En su arca de las palabras podemos vislumbrar otros mundos en este. La poesía ha transformado mi vida abriendo ventanas y nuevas visiones. En un viaje hacia una música de horizontes nuevos. Es una plegaria que se escribe sola. Por eso los místicos encontraron en ella la forma de balbucear con la divinidad. Y los locos, el hilo de su cordura para no extraviarse”, señala Malatesta que ha publicado los libros “Solía dinamitar puentes”, “Ceremonia en el aire” y “Catedrales de la noche”. Actualmente, prepara una nueva obra, “Música de fondo”.

A salvo de los fantasmas

“Llegué a la poesía como necesidad de expresar mi afligido y taciturno mundo interior, consustanciado con el silencio que sellaron mis días y mis noches de abandono, confinado y confiado a ese huraño silencio en un internado para niños pupilos. Sin falsa modestia, y no sin esfuerzo, creo haber logrado apresar su magia y su mandato gracias a lecturas de grandes poetas de diversos tiempos y geografías, y aprendido y aprehendido a dar forma a mi propio concierto, decorando la insomne maestría de la araña que es el tiempo con mis tejidos sonoros”, comparte el premiado escritor villamercedino Darío Oliva.

“Puedo decir, sin exagerar, que la poesía me salvó del griterío infernal de mis fantasmas. Y me salvó de mí mismo. “Palabra esencial en el tiempo”, la llamó Machado. Ese arte de crear realidades alternas, verosímiles, es lo que me ha llevado a ser un simple -parafraseando a Borges- tejedor de sueños. La poesía ha transformado cada aspecto de mi vida, al punto de no concebirla escindido de ella. Me ha forjado en la interacción dialógica con mis contemporáneos, y desde la escucha y observación atentas de los siempre cambiantes movimientos que ella suscita. He asumido el adagio agüeriano de “vivir en poesía” cada día, en cada segundo de mi existencia”, reflexiona Oliva que ha publicado “Epígrafes”, “Breviario”, “Eco-Grafía”, “Cronopias” (Viaje a la Isla de Cortázar), “Fuga de luz”, “El laberinto de Proteo”, “Lengua rota”, “Lo que aturde”, “Preguntas muertas”, y “¡Qué sé yo!”.

Libertad

“La lectura de autores contemporáneos y comprometidos con lo social me abrió un abanico de posibilidades, donde la poesía ya no era tan solo aquella que hablaba de lunas, amores, estrellas y corazoncitos, sino que se podía decir, y mucho, desde lo social, lo humano, lo que acontecía en la época”, asegura el escritor entrerriano Héctor Ayala quien actualmente vive en Merlo.

“La poesía ha alimentado aún más la sensibilidad, la percepción y la autopercepción como así también me ha ayudado a descontracturar prejuicios y preconceptos, a trabajar sobre mí mismo, sobre mi ego sobre todo, como me enseñó la poeta y escritora Silvia Álvarez: a crear belleza, a crear vida”, sostiene Ayala quien pronto publicará una antología mediante la Casa del Poeta y su poemario “Tempo: la eternidad y el día”.

“No sé si puedo definirla, al menos con academicismos; uno logra descubrirla y conocerla al leerla, no cuando intenta estudiarla. Tiene sus raíces en la libertad, se puede escribir y poetizar todo”, afirma.

Una entrada sin puerta de salida

El escritor y editor Juanci Laborda Claverie llegó a la lírica luego conocer en persona al poeta santiagueño Claudio Rojo Cesca. “Aunque me considero narrador, se me reconoce más por la poesía que por los libros de narrativa”, se presenta.

“En particular la poesía puntana se había encapsulado en el modernismo, una estética que tiene más de 150 años. De manera muy hermética le escribían al hornero, al piquillín y al Chorrillero. Ese no es el San Luis que conozco. Comandados por la estética irreverente de autores como Mariano Blatt o Vicente Luy, una nueva generación de poetas puntanos se abrió un camino  independiente al canon de la poesía tradicional, poetas que incluso se adueñaban de la palabra y le negaban la condición de poetas a esta nueva generación. En particular, creo que ningún poema describe mejor a la ciudad de San Luis que España y Lafinur de Marcos Freites (Pura Pose, Editorial Perniciosa, 2016)”, señala.

“La poesía es un lugar con entrada gratuita pero sin puerta de  salida. Todo el tiempo veo y analizo el mundo que me rodea con ojo poético, pensando cómo lo puedo contar y con qué ritmo. A la hora de sentarme a leer (soy muy minucioso a la hora de escoger lecturas), lo hago pensando en el disfrute y la diversión”, añade el autor de “Historia e histerias”, “El cirujano”, “Insert Coin”, “Cómo enamoré a Schwarzenegger, repelí una invasión alienígena, y arruiné a Danny DeVito” y “Un manojo de palabras desordenadas”.

Puente hacia un mundo mejor

“La poesía es uno de los elementos esenciales que componen mi vida, a diario la sufro, la respiro y sobre todo la respeto. Comenzó a transformar mi niñez cuando en la casa paterna empecé a escuchar folclore en las fiestas de fin de año o en los cumpleaños. Y día a día se fue acentuando para moldear mi vida”, dice el poeta villamercedino Julio Cejas

“Y más allá de los reconocimientos que he recibido, la poesía ha sido el abanico de posibilidades, que también me ha permitido conocer gente, lugares y reafirmar permanentemente mi convencimiento de que es el puente que nos acerca a un mundo mejor”, agrega el autor que ha publicado  “Pretensión de lluvia”, “Estados”, “Del amor a todas partes”, “Entre Cejas y Cejas”, “Al sur del norte del sur”, “Poemas para no guardar” y “A ras del suelo, a flor de piel”.

Entre magia y pasión

“La poesía para mí es una sombra, a veces hermosa, a veces cruel, que hurga en los silencios, en las ausencias y en las pasiones”, apunta Noelia Domínguez quien recientemente presentó su primer poemario “Poesía trémula”

“A mí vida llegó como esos huracanes que arrastran de cuajo todo. Te transforman la carne. Quienes entran en la trampa de las palabras difícilmente puedan salir. Pero ¿quién quiere salir de esos huecos sórdidos de magia?”, propone.

Chasquidos

“Mi poesía es una larga búsqueda. En el taller Silenciosos Incurables una tarde habló Oliverio Girondo. Fue el primer chasquido que escuché. Chasquido de una puerta abriéndose ahí, ahí donde estaban las paredes y las pestañas. Fue asomar a mi escritura e instalarme. Una insoportable picazón que me daba urgencia de palabras. Un arreglar mobiliario que venía pintando/describiendo en esta casa  siempre a mano. Chasquido que sentí como cimbronazo, como darse cuenta, como ayuntamiento. Y  me estallaron las palabras como colores, como lo que es incómodo, como lo permitido y lo prohibido. Como gritos, como música y como silencio”, repasa Raquel Barrionuevo.

“Necesité soledades porque había encontrado una vibración encarnizada, un  roer  profundidades que se me escapaban, un chupar  tuétanos  que no entendía y chasquidos de puertas debajo de los pies y en cualquier momento.Y necesité decirlo y pude hacer mis libros. Sola o acompañada de otros escritores. Con la voz desnuda o con voces plurales o con música. Y  me escucharon. Y siento felicidad cuando esos poemas vuelven de otras miradas y se siguen abriendo puertas dentro de otras puertas”, expresa la autora de  “Todos mis perros”, “Flay´s city”, “Cuatro pasos en las nubes” y “Cuatro pasos en discordia”.

Poemas hasta en los recetarios

Carlos Audisio nació en Río Cuarto y trabaja como cardiólogo infantil en la ciudad de San Luis. Se dedicó de lleno a la literatura a los 17 años. “Cuando más la política me atosigó, más poesía ha salido pero desde otra arista, como abriendo un paracaídas a los años caóticos, para volar a otros vientos menos macabros”, analiza el poeta de 62 años que ha publicado “Senderos hacia el vacío perfecto (mapas y atajos)”.

 “La poesía es parte de mi vida, encarnada como las uñas. Y también me ha permitido descomprimir muchas cosas. Dejar de escribir sería como dejar de respirar”, dice Audisio que apunta sus ideas hasta en los recetarios.

 “Todos los chicos pueden ser poetas, aunque no hayan crecido con libros en sus casas, porque si en las escuelas los incentivan a leer se aprende, eso es lo que me pasó a mí”, revela el autor que cuenta con dos obras inéditas.

En estado latente

“La poesía me encuentra entre las plantas siendo paisajista. Hubo un momento preciso en que la pude percibir. Desde entonces la poesía, es como ese insomnio de no saber qué se está por decir. La naturaleza como fuerza disparadora, la realidad que circunda en donde trato de captar el instante en que acontecen las cosas, los pájaros, el río, la sierra”, comparte Liliana Mainardi desde Cortaderas.

“La escritura es una manera de ver la vida, ese estar latente de la poesía nos tiene despiertos. Allí en lo pequeño es el viaje, suelo decir tratar de ver detrás de lo que no vemos. Acercarnos de algún modo a esa otra dimensión que nos libera un poco de la realidad. La poesía como herramienta para sortear situaciones que muchas veces superan eso que se quiere decir”, subraya Mainardi que ha publicado “Rio adentro”, “Surco abierto”, “Huellas del fuego” y ”Mientras aletea”.  Su nueva obra “El sentido de la noche” está pronta a salir.

La propuesta de la UNESCO, en el Día Mundial de la Poesía, apunta a revivir tradiciones orales, promover la lectura, la escritura, la convergencia con otras artes y aumentar la visibilidad de poesía en los medios.