¿Yo soy así?
Por Gabriela Preti
Educadas desde las proyecciones, deseos, nostalgias, tristezas, mandatos, apegos, comodidades de otres; forjadas como hierro candente nos cargamos el yunque de la “personalidad”.
Bocas llenas de “somos así”, ¿y la verdad?… No, no “somos así”.
Todos los días nos lavamos los dientes de modo automático, pero si la pasta dental tiene gusto a caca, cambiamos de pasta; lo mismo podemos hacer con eso que llamamos “personalidad”. Si lastima, si duele o incomoda, se puede cambiar; todo ha sido aprendido, nada de creerse que es nuestra “esencia”- esencia del latín essentia, del verbo ser- otro día ahondamos en ese tema.
¿Quién es más de unos segundos la misma persona?, mutamos de lo aprendido constantemente, con la necesidad a evolucionar.
Desde que nacemos, nos etiquetan con algún signo zodiacal, por ejemplo.
El día que parió mi madre, entraron en la habitación de la clínica, personas, batitas, escarpines, puede que un ramo de flores, y el comentario fatídico y casi irreversible:
– ¡¡Qué bonita, es de Aries!!
Y así vamos por la vida, aceptando (el “somos así”) y diciendo a todo el mundo que tenemos carácter podrido, que somos malcriadas y lloronas, o pasionales y arremetidas, ¡¡de un signo de fuego!!
Sometidas a esa “personalidad”, esencia o identidad nos amontonamos con un mismo manual bajo el brazo. No somos de Aries, Escorpio o buenísimes de Virgo, nos están vendiendo una suerte de destino, lucrando con fantasías a nuestra incapacidad de sospechas.
Personalidad, identidad, esencia, palabras que usamos como lavarnos los dientes en las mañanas, de modo automático, y lavarnos los dientes es sano, pero escuchar una sola campana no lo es tanto.
No es esencia lo que creemos personalidad, vamos “siendo”, somos el resultado de circunstancias que se pueden revertir, no hay esencia en la palabra ni en la identidad, todo es una construcción social, cultural, la identidad es la búsqueda de quienes somos y con cada palabra o imagen vamos cambiando.
Con el “yo soy así” nos quedamos ancladas en el mito de lo irreversible. Con este mito toleramos, madres, padres, parejas, hijes, amigues, hermanes y la mierda de patriarcado.
Mil argumentos que justifican los “así es” o “así soy” y con eso el maltrato, el malquerer y violencias variadas.
Cuántas veces te dijeron que te quejabas de tu pareja sin motivos, (sin motivos aparentes) convirtiéndonos en víctimas y victimaries; condicionadas como animalitos con el dedo del patrón, y aceptamos que él/ella “son/somos así”,
Con el dilema de una “personalidad” casi asumida, nos desconocemos y naturalizamos malos tratos de relaciones afectivas y laborales; sabemos que el reconocimiento es gratificante, sano, rediticio, pero aceptamos la teoría patriarcal de que está en nuestra esencia, identidad, personalidad, por ejemplo, el ser madres,( lo seas o no), y por ende, además de nuestras horas de trabajo fuera de casa, nos esperan los quehaceres domésticos, limpieza de baños, platos, pisos, vómitos de niños,(o adultos) cambio de pañales, (pañales geriátricos incluidos); todo lo más sucio está dirigido a las mujeres; hay que comunicar que las mujeres no tenemos estómago de lata y que de modo equitativo los guantes de goma y el delantal se lo ponga otro, sin culpa y con mucha gloria.
Las mujeres hacen los quehaceres domésticos, también se improvisan albañilas, jardineras, maestras, electricistas, plomeras, ni que hablar las que trabajan en relación de dependencia, al volver al hogar y con el plumero en el culo revuelven la salsa para que toda la familia coma “sanito” y porque nosotras “somos así”, ¿viste?…
Los hombres después de su día laboral tienen tiempo para distenderse, con deporte, viernes de amigos, series en TV, sin preocuparse de limpiar o atender hijes antes de sus actividades de recreación, y si lo hacen es para “ayudar” no porque es parte de lo que les corresponde como integrantes de la familia, siendo ellos mismos en muchos casos ensuciadores seriales, porque ellos también “son así”, cierto.
Estemos atentas con los halagos, esos que dicen que somos las mejores cocineras, es como el mismo cuento de las reinas de la casa; los halagos son para poner en evidencia una vanidad, porque “somos así de femeninas”.
Muchos que “son así” ignoran lo que nosotras YA VAMOS VIENDO.
Se puede cambiar hasta lo más pequeño de nuestro ser, no justifiquemos, ¿y si es muy grave?, ¡qué hagan terapia!
Siempre la mirada aguda y certera. Muy buena nota!
Sabías Reflexiones !!
Exelente nota