San Luis, Tertulias de la Aldea

El sur también existe

Por José Villegas

Hace ya varios años atrás, que aún perduran en mi memoria, me desempeñé como Coordinador de Regiones Educativas en nuestro Sur puntano. Aquella actividad me permitió recorrer la totalidad de los pueblos que lo integran e investigar su historia, las cotidianidades, la idiosincrasia y la impronta de nuestros hermanos sureños. Existía en el análisis de su pasado una queja frecuente, coincidente en sus pobladores tanto desde Arizona a Buena Esperanza, como de Los Overos a Nueva Galia, y era la sensación, (por cierto, veraz), de que sus pobladores han sentido el abandono de nuestros gobernantes durante mucho tiempo.

Afortunadamente, desde el inicio de la Era de la Transformación desde principios de los´80 del siglo pasado una de las prioridades fue reivindicar nuestro sur.

En aquellos días, la docente e historiadora Teresa Reviglio y un equipo de entusiastas, terminaba con la investigación histórica de Buena Esperanza, la localidad cabecera del Departamento Dupuy. El resultado de aquel minucioso trabajo fue la publicación de un libro que, por su pedido, tuve el honor de prologar.

El prefacio decía lo siguiente: “El presente trabajo, a pesar de la humilde negativa de sus autores, es un trabajo de investigación histórica. Se desentraña en él la Historia de un pueblo de nuestro sur puntano. De un pueblo de gesto no tan antiguo, ya que cumple recién sus primeros cien años. No obstante, es ya tiempo de recuperar memoria de esos años transcurridos. Y, es por ello por lo que la responsabilidad, la seriedad en la investigación y, fundamentalmente, el compromiso afectivo de quienes han recuperado estas historias de la Historia de Buena Esperanza, son el primer paso de un trabajo estructurado cronológicamente con un método de investigación para nada rígido, ameno y sencillo.

Apreciamos en la obra partes de un todo, partes que se unen en testimonios de las fuentes orales, documentos escritos publicados y apócrifos, fuentes materiales, libros y publicaciones de la región y del propio pueblo y relatos de viajeros, colonos y los primeros habitantes de esta flor de los médanos.

La Buena Esperanza nació con el siglo, con gente que apostó al devenir, con extranjeros y criollos, con descendencia de linaje europeo, de indios ranqueles y gauchos vernáculos. Con la llegada del primer tren y del progreso. Por este pequeño pueblo casi cosmopolita transitaron desde parientes de la realeza británica y holandesa, hasta Juan Bautista Bairoletto, nobles y bandidos, trabajadores y cimarrones.

Este pueblo, La Buena Esperanza, nombre de cuyo origen se ocupan nuestros investigadores en la obra, no es de gesto tan antiguo, pero su gente saluda cada mañana al sol, al aire puro, a los médanos, al viento y a la lluvia que bendice las tierras llanas, con sus lagunas, estancias y parajes llenos de leyendas e historias verdaderas.

La obra nos relata los orígenes, la historia institucional, social y política. Nos testimonia además la cultura y la educación, el deporte y la vida cotidiana de esta gente que viene haciendo patria desde hace 100 años. Nos identificaremos con este trabajo.

Integrantes del pueblo originario Ranquel, en la provincia de San Luis.

Los habitantes de Buena Esperanza se reconocerán en él, les será tan familiar que es como si ellos mismos lo hubiesen escrito.

Las nuevas generaciones deberán necesariamente referenciarse en estos testimonios para seguir amando a este terruño. Y nosotros, los que no lo habitamos físicamente, pero lo llevamos en un afecto profundo, seguramente tomaremos estas páginas para comprometer a los responsables de haberlas escrito, a continuar con la investigación, a atesorar en la memoria colectiva todo lo que quedó y lo que está por venir.

Algunas referencias que debemos necesariamente conocer de este pueblo plasmadas en este trabajo son:

Finalizada la Campaña del Desierto en 1.879, el vasto territorio que los ranqueles ocupaban en el sur de San Luis, fue destinado a la colonización. Así fue que en el año 1.881, la sociedad conformada por Rafael Cortés y Echesortú compró 358.900  hectáreas de tierras fiscales en la región Sud. Estas tierras, tras haber pasado a poder de don Guillermo Paats, fueron vendidas por este a la Sociedad Anónima Holandesa denominada “La Buena Esperanza”, el 15 de junio de 1.885, en la ciudad de Rosario. Conformaban 114 leguas cuadradas y así se constituyó la estancia que denominaron con el nombre del consorcio comprador.

El casco de la estancia se hizo en un lugar más o menos céntrico y le llamaron “Yatagán” (nombre que conserva la estancia) al lado de la laguna “El Chañar”, hoy sin agua, donde los indios dieron muerte a un destacamento que penetró tierra adentro en 1.828.

(Continuará)