“La empatía y la resiliencia serán fundamentales para superar la pandemia”
El neurocientífico Facundo Manes dialogó con La Opinión. Propone más confianza, salud mental, inteligencia colectiva y estrategias a largo plazo, entre otras ideas. Adelantó también algunos ejes de su próximo libro “Ser humanos”.
Por Matías Gómez
Facundo Manes es un neurólogo, neurocientífico, docente y escritor de reconocimiento y prestigio internacional. Graduado en la Universidad de Buenos Aires y posteriormente formado en Estados Unidos, donde recibió el premio al joven investigador otorgado por la Asociación Americana de Neuropsiquiatría, y en el Reino Unido, donde obtuvo su Maestría en Filosofía y su Doctorado en Ciencias en la Universidad de Cambridge.
Regresó a la Argentina en el 2001 y creó INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, instituciones que hoy son centros de referencia mundial.
Fue rector y es actualmente profesor en la Universidad Favaloro. También fue profesor de prestigiosas universidades de Estados Unidos y Australia. Es consultor del Cognition and Brain Sciences Unit de la Universidad de Cambridge e investigador del CONICET.
– ¿Por qué considera que los cambios que necesita el país deben provenir desde la iniciativa de los ciudadanos y no desde arriba? ¿Cómo construir perspectivas?
-El principal problema de la Argentina es la falta de confianza. Los argentinos desconfiamos de todo: las autoridades, la clase política, las instituciones, los proyectos económicos, los medios de comunicación, los empresarios, las estadísticas. ¡Hasta la evidencia científica ha caído en una manipulación sesgada!
Es decir, vivimos una crisis de confianza y esa falta de credibilidad debilita la práctica social. Y, por mejor que sea cualquier líder, si no logra construir confianza, se le hace difícil gobernar. La política pierde su efectividad cuando no consigue conectar a los ciudadanos con los intereses colectivos.
Por eso, creo que es urgente generar canales por los cuales plantear las preguntas importantes, donde podamos escucharnos recíprocamente y conocer otros puntos de vista. Creo que es momento de que cada uno desde su lugar haga su aporte para sacar el país adelante.
Debemos generar acuerdos y consensos sobre el país que queremos ser. Ha llegado un momento bisagra en el que la pregunta ya no es quién se involucra, sino cómo hacemos para involucrarnos todos.
Cada uno, desde su lugar, ocupa un rol significativo en el bienestar del otro y en el bienestar general. Estoy convencido de que, así como en el ’83 los argentinos superamos uno de los momentos más difíciles y terribles de nuestra historia, nos unimos y juntos reclamamos el regreso de la democracia, hoy tenemos que desde la sociedad en su conjunto unirnos para reclamar educación, ciencia, tecnología e innovación para poder construir un país equitativo y justo.
-¿Cómo ha sido el rol de los líderes nacionales durante esta pandemia?
– Necesitamos liderazgos que estén a la altura de lo que estamos viviendo y de lo que vendrá. Es esencial que digan la verdad, que tomen decisiones para cuidar a las personas y que transmitan calma y confianza.
Fundamentalmente, en estos momentos tan difíciles, los líderes y las autoridades tienen que informar de manera clara, precisa y confiable. Incluso que reconozcan lo que no saben. Reducir la incertidumbre y generar confianza es clave a la hora de enfrentar la pandemia.
Y otro aspecto clave es apelar a la empatía. La angustia y el estrés que vivimos los ciudadanos en estos tiempos tan difíciles se profundizan si quienes comunican son poco empáticos. Líderes y comunicadores tienen que ponerse en nuestros zapatos y hablar de forma humilde, sensible, transparente y responsable.
Manes dio varias vueltas al mundo como conferencista invitado a distintos foros internacionales y ha publicado más de 250 investigaciones en las revistas científicas más prestigiosas de su especialidad. Es el médico con actividad asistencial con más citaciones científicas de la Argentina y recientemente fue considerado por la editorial española Paidós como unos de los pensadores más relevantes de nuestro tiempo.
Además, es presidente de la International Society for Frontotemporal Dementias y presidente honorario de la Fundación INECO.
Recientemente, impulsó la creación del polo de conocimiento INECO/CITES, con el objetivo de contribuir a la generación de un ecosistema para el desarrollo de alta tecnología e innovación.
Asimismo, ejerce la práctica clínica en neurología y brinda orientación y capacitación a jóvenes clínicos y académicos a través de su tutoría y supervisión.
–¿Cuáles son los resultados de los estudios de la Fundación INECO sobre la fatiga mental en el confinamiento?
-Sabemos que la pandemia tiene un impacto negativo en nuestra salud mental. En el estudio realizado en Argentina por Fundación INECO, ya a los setenta y dos días promedio del inicio de la cuarentena, se observó que la fatiga mental era el factor más importante para explicar sentimientos de ansiedad y síntomas de depresión de las personas.
No hacer las cosas que hacemos siempre y hacer aquellas que habitualmente no hacemos requieren de un gran esfuerzo cognitivo. Y tenemos que estar atentos porque el agotamiento resultante puede llevarnos a tomar malas decisiones como, por ejemplo, abandonar las conductas de cuidado, justo cuando son más necesarias.
Otros efectos del impacto psicológico que registramos fueron síntomas de ansiedad, ánimo decaído y dificultades para adaptarse a esto contexto novedoso, cambiante y de alta incertidumbre.
Es importante evitar que esto tenga consecuencias que se extiendan en el largo plazo y se tornen crónicas. Por eso, es importante comprender que la salud mental no puede separarse de la salud física. Se trata de un todo integral. Como vengo diciendo desde el comienzo de la pandemia, la salud es una sola. En este sentido, necesitamos que se implementen políticas psicoeducativas de manera masiva. Es fundamental que se tomen medidas porque tenemos que evitar que las consecuencias se extiendan en el largo plazo y se tornen crónicas.
Cuanto más se subestime el impacto mental de la pandemia hoy, mayor será el costo humano, social y económico en el largo plazo.
-¿Funciona el miedo como estrategia de prevención sanitaria?
-Por supuesto que no. Si la comunicación de las políticas de prevención busca ser efectiva, no debe intentar inducir al miedo. El miedo es una respuesta biológica y psicológica frente al peligro para asegurar nuestra supervivencia. Nuestros antepasados debieron desarrollar estrategias vitales para enfrentarse a diferentes amenazas. De esta necesidad surgió una respuesta que, casi sin pensarlo, nos permite realizar una acción inmediata: atacar o huir.
Estas conductas, seguramente, se formaron sobre las bases de otras más primitivas y así sucesivamente. Después de miles de años, hoy el mecanismo se mantiene intacto.
La versión más evolucionada del miedo es la ansiedad, que corresponde no a un riesgo presente, sino a una emoción orientada al futuro. Es un sistema más complejo para detectar de forma anticipada o prevenir acontecimientos que se perciben como potencialmente negativos.
Ahora bien, el miedo no contribuye a generar conductas colectivas. De hecho, el miedo excesivo puede paralizar, haciéndonos menos efectivos en la resolución de problemas.
Por esto mismo es importante evaluar la situación de manera ajustada a la realidad y seguir las recomendaciones dadas por los organismos públicos, sin caer en el temor que nos impida accionar.
Entonces, las estrategias de comunicación no deben inducir a sentimientos de miedo y ansiedad. Lo mejor es comunicar las amenazas reales y proveer herramientas probadamente eficaces para hacerles frente.
Hoy lo más importante es todo lo que hemos aprendido en este tiempo: cuidarnos usando correctamente los instrumentos de protección como el tapabocas, ventilando los espacios cerrados de manera cruzada y constante, manteniendo distancia física, lavándonos las manos de manera frecuente y evitando los conglomerados de personas. En resumen: debemos tener menos miedo y más cuidado.
Entre las numerosas obras que ha publicado Manes, resuena aun, tal vez debido a estos tiempos pandémicos, “El cerebro argentino”, escrito con Mateo Niro, licenciado en Letras.
-¿Cuáles son los sesgos más frecuentes de los cerebros argentinos?
– Hoy lamentablemente estamos inmersos en la grieta. Acá y en muchas otras partes del mundo. Y uno de los sesgos que refuerza esta polaridad es el sesgo de confirmación.
Es muy común, no solo en los argentinos, sino en los seres humanos en general. Se trata de buscar y encontrar pruebas que coincidan con nuestras creencias y, en cambio, ignorar o negar la evidencia contraria a ellas. Entonces, si una causa o postura es defendida por el grupo o la persona con la que no coincidimos, tendemos a desestimar la evidencia.
Por el contrario, tendemos a buscar y retener más los datos que confirman lo que nosotros pensamos. Y así se refuerza la grieta, la polarización. La salida ante esto es conocer que existe este sesgo y promover el pensamiento crítico, que tanto parecemos haber abandonado en la Argentina.
-¿Cómo ha afectado a las mujeres esta pandemia?
– Las mujeres constituyen uno de los grupos más afectados por la pandemia. Porque a sus tareas laborales, a la carga de las tareas del hogar y de crianza, que continúan siendo desiguales y mayormente recaen sobre ellas, se le sumó tener que guiar y acompañar a sus hijos e hijas en la escolaridad virtual. Además, en los momentos de cuarentena pueden estar más expuestas a la violencia de género. Por eso, es esencial tomar medidas para acabar con esta terrible situación y promover una verdadera equidad de género.
-¿De qué manera las instituciones podrían fomentar la empatía y la resiliencia?
-La empatía es una respuesta afectiva hacia otras personas que puede requerir compartir su estado emocional o no. Implica entender el estado emocional y los pensamientos de los otros y actuar en consecuencia.
Es decir, se trata de la capacidad de comprender y compartir las emociones de los demás. Por ejemplo, la empatía se pone en juego cuando lloramos o reímos ante el llanto o la risa de una persona. También los experimentamos cuando “nos duele” ver el dolor ajeno y acudimos en su ayuda.
Por su parte, la resiliencia es un mecanismo que nos permite superar las situaciones de adversidad.
Podemos afirmar que la resiliencia es aquella cualidad que les da a las personas la fortaleza psicológica para lidiar con el estrés y las dificultades. Quienes son altamente resilientes logran encontrar la forma de cambiar de rumbo, sanar emocionalmente y continuar avanzando hacia sus objetivos.
Así, una vez superado el shock inicial y el dolor de una situación traumática, muchas personas experimentan nuevos sentidos de significado y propósito en la vida, nueva fuerza y confianza internas, mayor apreciación de sus vínculos y relaciones. Además, es frecuente que se vuelvan más altruistas y compasivas. Entonces, el bienestar de los demás cobre más valor que por el propio éxito y status individual. Esta situación suele denominarse “crecimiento postraumático”.
Tanto la empatía como la resiliencia son esenciales para nuestra vida y lo serán particularmente para poder superar la pandemia. Necesitaremos ser resilientes para poder enfrentar el futuro, fortalecernos y superarnos en contextos adversos. Además, la resiliencia puede darse a nivel comunitario. Entonces, surge en la sociedad un sentido común de propósito, y un espíritu de cooperación que conduce a un nivel más alto de integración.
Es como si, en lugar de existir como individuos aislados, nos fusionamos en un todo y nos volvemos más conscientes de que la supervivencia está indefectiblemente ligada a la del resto. Y esto, a su vez, refuerza la empatía. Pasamos a pensarnos como un todo social que necesita de los demás, de todos y cada uno, para salir adelante.
Claro que esto no sucede por arte de magia, necesita de un esfuerzo conjunto. Porque las crisis como esta, así como nos traen la oportunidad de encontrar nuestra mejor versión, también pueden generar que se potencien el egoísmo y las mezquindades.
Así que tenemos que hacer que trabajar en equipo para desarrollar un espíritu colectivo fuerte que nos permita salir adelante. Ser humildes, reflexivos y atentos cuando intentamos comprender las acciones y los pensamientos ajenos. Abrir nuestros círculos para poder concebir y lograr una comunidad más justa para todas las personas, no solo para nuestros amigos más cercanos sino para todos los que no conocemos y forman parte de ella.
-La pandemia también se ha acelerado la transformación digital, ¿cuáles serán los trabajos más demandados?
-De acuerdo con especialistas, millones de puestos de trabajo desaparecerían en los próximos años a manos de la tecnología. Estamos viviendo en una economía del conocimiento. Los países que basan su economía en ello son los que más desarrollo humano han logrado y los que lo incrementan a mayor tasa. Existe una fuerte correlación entre el porcentaje del PBI que se invierte en conocimiento y el PBI per cápita de ese país. A mayor inversión en ciencia, tecnología e innovación, más riqueza produce el país.
En nuestro país tenemos potencial para crecer en áreas como la energía, la digitalización, la inteligencia artificial, las ciencias de la salud, la explotación sustentable del mar, la tecnología nuclear, la industria satelital y la industria del litio.
La biotecnología y la bioeconomía, que permiten agregar conocimiento y valor a la producción agrícola y agroindustrial de forma sostenible y con conciencia ecológica, son otras de las áreas en las que podríamos destacarnos dada la diversidad de recursos naturales y climas de nuestro territorio y el desarrollo con el que ya cuenta el agro.
Por otra parte, uno de los problemas que enfrentamos hoy es que estamos formando a jóvenes para trabajos que desconocemos. Este panorama tiene que impulsarnos a pensar cambios en los procesos de formación de las personas y las comunidades. Por ejemplo, las habilidades cognitivas pasarán a ser las capacidades mejor consideradas en este futuro próximo.
Las destrezas que se valorarán tienen que ver con la creatividad, la capacidad de resolver problemas complejos y encontrar respuestas novedosas; también se considerarán positivamente la intuición, la flexibilidad cognitiva, la empatía, la posibilidad de liderazgo, la habilidad de manejar equipos e interactuar con las personas.
Debemos prepararnos ya para vivir en el mundo de futuro.
-¿Podría darnos un adelanto de su próximo libro “Ser humanos”?
-¡Por supuesto! Gracias por preguntarme por el nuevo libro y darme esta posibilidad de contar de qué se trata.
La pandemia del COVID 19, además de ser una amenaza para la salud, ha provocado impresionantes crisis de salud pública, económica, social, de relaciones entre los países, y también una crisis moral. Como ya mencioné, todo esto tiene un impacto en nuestra salud mental, en las emociones y en los comportamientos individuales y sociales. Ahora bien, de esta situación, tenemos que salir fortalecidos.
Para ello vamos a tener que reconsiderar quiénes somos y qué valoramos en verdad, tanto a nivel individual como comunitario. Entonces tenemos que apelar a lo mejor del ser humano, la cooperación, la empatía, el altruismo, la inteligencia colectiva.
En ese sentido, este nuevo libro es una invitación a conocer qué nos hace humanos en este momento tan excepcional, convencidos de que este conocimiento nos dará la posibilidad de poder reinventarnos y encontrar nuestra mejor versión.
Un aporte importantísimo en este momento que nos trae a la reflexión sobre nuestras conductas las consecuencias y conclusiones de la Pandemia.
Muchas gracias Maty siempre tratando temas de actualidad con el toque distintivo de tu escritura.