Expresiones de la Aldea, La Aldea y el Mundo, Tertulias de la Aldea

¡INDEPENDENCIA! o ¿INDEPENDENCIA?

Por José Villegas (*)

Algunos datos aclaratorios

Aquel 9 de julio de 1816 se declaraba la Independencia, dejando a descubierto dos posiciones bien diferenciadas: unos, los “republicanos” porteños y algunos ingenuos y/o venales congresistas del interior pugnaban por una independencia de las provincias “del Río de la Plata”, es decir, una independencia acotada, local. Otros, los Sanmartinianos lautarinos y sus aliados representantes de las regiones altoperuanas como Charcas, Mizque y Chichas pugnaban por una Independencia con alcance Sudamericano. Y para ello propusieron, sin éxito, un gobierno representado por una monarquía temperada y constitucional en la figura de un inca descendiente de Túpac Amaru, como manera de unificar los pueblos que conformaban el antiguo Virreinato. No obstante, la circular firmada por Pueyrredón esa misma noche del 9 de Julio, es por demás clara respecto de quienes se independizaban:

“El soberano Congreso de estas Provincias Unidas del Río de la Plata, ha declarado en esta fecha la Independencia de esta parte de la América del Sud de la dominación de los Reyes de España y su Metrópoli, según la Augusta resolución que sigue: “El tribunal Augusto de la Patria acaba de sancionar en Sesión de este día por aclamación plenísima de todos los Representantes de las Provincias y Pueblos Unidos de la América del Sud juntos en Congreso, la Independencia del País de la dominación de los Reyes de España y su Metrópoli. Se comunica a V.E. esta importante noticia para su conocimiento y satisfacción, y para que la circule y haga pública en todas las Provincias y Pueblos de la Unión”.

Congreso en Tucumán a nueve de julio de mil ochocientos diez y seis años.

Francisco Narciso de Laprida, Presidente. Mariano Boedo, Vicepresidente. José M. Serrano, Diputado Secretario. Juan José Paso, Diputado Secretario.

Poco duró la algarabía de los “sudamericanistas” al ver como la Independencia de todos, devino progresivamente en la Independencia de pocos. Sólo de los “rioplatenses” y las provincias al Sur del Continente.

Por aquellos días de sesiones intensas en la casona del Tucumán, al representante de Buenos Aires Tomás de Anchorena (conspicuo partidario de coronar a un rey lusitano), se le oyó decir: “-lo único que faltaba, que nos venga a gobernar un cuico borracho y bruto-”. Así, el terrateniente porteño ponía sobre la mesa la firme intención de oponerse junto a sus adláteres a una idea que, aunque coyunturalmente, hubiese dado a los acontecimientos una dirección tendiente a la inclusión y unificación de todos los pueblos altoperuanos bajo una monarquía temperada. Y digo coyuntural porque en aquel contexto (el del fortalecimiento de la Santa Alianza en Europa) era más que conveniente haber adoptado esa forma de gobierno.

Ya Bolívar en 1815 en Kingston había escrito su “Carta de Jamaica”, a la que adhirieron Artigas, Belgrano, San Martin, los lautarinos, los congresistas altoperuanos, un gran número de intelectuales americanos y la primera República independiente, próspera, libre y soberana de América Latina, aquella que por disposición de su Presidente constitucional, el revolucionario jacobino negro Toussaint Louverture financiaba en gran medida la campaña del Libertador. Me refiero a Haití, devenida hoy en una de las naciones más pobres del mundo, por obra y gracia de la rapiña expoliadora de siempre.

(*) Primera parte

Tomás Manuel de Anchorena fue uno de los 32 diputados, que firmaron el acta de la Declaración de la independencia argentina.