Hacia una ética basada en la confianza
Entrevista exclusiva al filósofo sevillano David Pastor Vico, analiza “la pérdida de confianza interpersonal en una sociedad profundamente individualista”
Por Matías Gómez
Con su look metalero, David Pastor Vico, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, es experto en ética de la comunicación y en la transmisión de valores. Destaca su labor como divulgador del pensamiento crítico y la necesidad de un cambio de paradigma.
Polémico y divertido, Vico propone despojar a la filosofía de un enfoque erudito. Ha dejado su impronta en las 225.000 personas que han asistido a sus más de 700 conferencias, seminarios, cursos e intervenciones en universidades, dependencias gubernamentales y empresas. Sin hablar de sus colaboraciones en medios de comunicación o su fuerte presencia en redes sociales.
En su último libro “Filosofía para desconfiados” utiliza el humor y la ironía para analizar o cuestionar los entramados de la sociedad actual.
-¿El coronavirus también nos mostró que el hombre no es tan lobo del hombre?
-El coronavirus nos ha mostrado que el hombre está mucho más cerca del asno que de cualquier otro mamífero, y no en lo que de noble e inteligente tiene el jumento, más bien en lo terco y testarudo que es. Sumamos ola tras ola sin concesión ni tregua y desde la primera, cuando averiguamos qué debíamos hacer para frenar la epidemia, podríamos habernos ahorrado millones de muertes.
El mayor problema de la epidemia no es el virus, es quién lo transmite, y ahí hemos demostrado ingeniárnoslas muy bien para no dejar de hacerlo esgrimiendo las excusas más peregrinas e irresponsables que nuestra imaginación es capaz de parir.
Ojalá fuéramos lobos, ellos conviven en manada y atienden las necesidades de los más débiles de su grupo. Sí, Hobbes creía que el hombre era violento por naturaleza y por tanto malo. Rousseau sostenía lo contrario y que era la sociedad el factor de envilecimiento de nuestra especie… ¿pero y se confundían ambos? ¿Y si en el fondo lo que realmente somos es unos idiotas de manual? Unos egoístas que solo somos capaces de preocuparnos por nosotros mismos y que si hacemos algo “bueno” por los demás es algo meramente coyuntural e inintencionado, igual que cuando les jodemos la vida a nuestros abuelos yendo a celebrarles su 85 cumpleaños con la excusa de que es por ellos, cuando en verdad es porque nos da la gana y nos complace y, si de paso se enferma y muere de COVID… “pobrecito con lo bueno que era, no me puedo imaginar cómo se contagió”. Asnos, nos parecemos más a estos que a los lobos, por desgracia.
-¿Considera que, a veces, prevalece la desconfianza porque suele asociarse el pensamiento crítico como ajeno a otras esferas de la vida? ¿Cuánto influye la idea de status en la falta de confianza?
-Pocos saben a ciencia cierta qué es el pensamiento crítico, lejos de cuatro o cinco topicazos pseudocientíficos o algunos consejos de autoayuda. De tal manera que en la mente de quien así se maneja “pensamiento crítico” se convierte en recelar sistemáticamente de todo, y más si huele a “oficial”, y de ahí a la desconfianza total no hay ni dos milímetros de separación.
El problema es que el animal humano necesita confiar de manera casi biológica, y estos “desconfiados del sistema”, que cada vez son más, confían sin concesiones en lo que ellos llaman fuentes alternativas y veraces… y aquí cabe de todo, desde los antivacunas, los terraplanistas, los que ven iluminatis y reptilianos conjurando por doquier, los que acuden a terapias y dietas alternativas fuera de la manipulación del lobby farmacéutico de turno… pura edad media gracias Google, YouTube o Facebook de tu Smartphone a tu cerebro vía rectal.
Pero el pensamiento crítico no es eso. Es la herramienta más útil y práctica de la razón. Y como todo ejercicio intelectual requiere de esfuerzo, paciencia, dedicación, humildad y muchas cosas más que los anteriormente citados no saben qué es ni para qué sirven. Aún así, el problema no es de ellos, si no de los que nos dedicamos a pensar y divulgar cómo hacerlo bien, porque no estamos llegando allí donde poder subsanar estas cuestiones, quizá simplemente no sepamos hacerlo, o, me temo, tampoco importa demasiado a la mayoría, que cree vivir feliz así.
La noción de status en la cuestión de la confianza, cuando hablamos de confianza interpersonal, o sea, aquella respuesta afirmativa a la pregunta “¿cree que se puede confiar en los demás? Tiene más peso del que pareciera, pero ojo, que la respuesta quizá no sea la esperada.
En Latinoamérica oscilamos en el 14% de confianza interpersonal, o sea, que aproximadamente el 86% de la población desconfía de sus vecinos. Sin embargo, este indicador gira cuándo más subimos en la escala social. Las esferas más obscenamente ricas y privilegiadas de la sociedad confían mucho en ellos mismos como grupo, se casan entre ellos, estudian juntos y se contratan los unos a los otros y así se mantienen cómodamente en la cúspide de la pirámide social como grupo hermético e inalcanzable.
Pero fuera de ahí, no hay quien deje las llaves de su casa al vecino sin miedo. ¿Hay excepciones? Por supuesto que sí, pequeños municipios más o menos aislados o vecindades extrañamente bien avenidas, pero son las excepciones de esta decepcionante tónica latinoamericana.
-¿Hay diferencias entre la autoestima y la confianza?
–La autoestima es la percepción que cada cual tiene de sí mismo, mientras que la confianza en uno mismo es saber que sí estás en disposición de hacer lo que sabes que debes hacer en cada momento. Lo uno es subjetivo y sujeto a los vaivenes emocionales que un día te pueden hacer creer que puedes separar las aguas de un río soplando y al otro incapaz de levantar un dedo. Lo segundo requiere de saberse útil, capaz y hábil, de conocer los propios límites y trabajar por mejorarlos.
En la confianza propia trabaja muy bien aquello de “conócete a ti mismo” pero nunca como un ejercicio egocéntrico y onanista, sino desde la utilidad de uno mismo para con los demás y el mundo, este es el sentido aristotélico de esta sentencia tan mal empleada.
Claro que vende mucho más la autoestima porque al estar sujeta a la dúctil marea emocional, es mucho más fácil de manipular, de estimular o deprimir, y para comprar libros de autoayuda o apuntarse a cursos de coaching ontológico es el resorte infalible de los oportunistas.
-¿Qué opina de la meritocracia?
-La meritocracia es una de esas cosas que en papel, y exento de cualquier vínculo con la realidad suena muy bien y cualquiera firmaría. Un gobierno en que mandan aquellos que están más capacitados… creo que Platón ya lo firmó en La República.
Pero hasta ahí el mundo de las ideas. En el mundo real la meritocracia solo favorece a quien por nacimiento dispuso de las mejores posibilidades educativas y de vida, pues al fin y al cabo van de la mano, y por extensión también a quienes eligen a los más “meritorios” que, casualidades de la vida, son de mismo estrato social que los primeros. ¿Te suena? Así que de una ideal y poco realista meritocracia pasamos a plutocracia antes de que se seque la tinta con la que se rubrican las leyes.
Una meritocracia real es aún más utópica que una democracia perfecta, porque requiere de igualdad de posibilidades de vida y aprendizaje para todos. De modelos educativos flexibles que se adapten a las capacidades innatas de cada cual que, obviamente son dispares en muchos casos por el puro azar de la genética.
En fin, un problema. Y al final cuando los políticos nos hablan de meritocracia siempre lo suelen hacer pensando en sus hijos que tienen dos maestrías en el extranjero y un doctorado en la universidad más cara del país. ¿Y el hijo de tu vecino, acaso no podría haber logrado lo mismo de haber nacido con los mismos privilegios?
Así que la meritocracia hace aguas en cuanto aterriza en nuestras realidades, quizá en Noruega o Finlandia pueda ser diferente, pero eso nos queda demasiado lejos en todos los sentidos.
– ¿Es bienvenido el humor en los claustros académicos?
-El humor siempre es bienvenido donde hay inteligencia suficiente como para poder disfrutarlo, saborearlo y aprender de él si llega el caso, aunque tampoco es necesario, ya sea un claustro académico, un consejo de ministros o el vestuario de un equipo de fútbol de tercera división. Si estos espacios están llenos de imbéciles cacasenos pagados de sí mismos te aseguro que no habrá espacio alguno para el humor, y por extensión, tampoco para la inteligencia. Creo que con esto te he contestado a la mitad de la pregunta, pero como eres muy listo y tus lectores los son más, hasta aquí debo escribir si no quiero seguir perdiendo amistades.
-¿Por qué considera que es importante una educación estética en las aulas?
-Toda educación es vital para nuestros jóvenes, desde la matemática, la científica, la filosófica, la musical, la sexual, etc. Pero en un mundo evidentemente audiovisual no educar la interpretación estética y su gnoseología particular es como mandar a nuestros hijos a la guerra sin fusil ni casco. Educar la mirada va más allá de la habilidad de ver cosas, es interpretar, encontrar los mensajes y las manipulaciones que los profesionales usan para manejar y modificar nuestros gustos y tendencias. ¿No te parece entonces fundamental este tipo de educación de los sentidos?
(Primera entrega)
Es para reflexionar y re pensar nos, como individuos y como sociedad. Para releerlo con atención plena.
Muy bueno!
Me pareció una nota muy atractiva y de aprendizaje en esta etapa de Pandemia; considero que este Filosofo tiene una forma transparente para explicar nuestras vivencias y nos sirve para reflexionar varios conceptos.
Muchas Gracias Matías en cuanto al tema de la nota desde la óptica de este importante Filosofo.