José Santos Ortiz, la otra víctima de Barranca Yaco
Por José Villegas (*)
El Gobernador José Santos Ortiz, fiel a sus principios republicanos y federales, inaugura la década de 1820 con dos medidas revolucionarias: la construcción de una provincia autónoma y un gobierno basado en la división de poderes. Pero, para que se entendiera que esta autonomía no implicaba de ninguna manera secesionismo, propone en agosto de 1822 la firma de un Pacto de Unión entre las tres provincias hermanas de Cuyo. Su propósito era consolidar sus autonomías y mantenerse sin enfrentamientos en el marco de la guerra civil de ese momento. Cinco años después, el 1 de abril de 1827 se suscribe el Tratado de Huanacache en los límites entre San Luis, San Juan y Mendoza. Entre su articulado rescatamos el compromiso de las tres provincias de propender a la creación de una Constitución para la República y repeler toda agresión contra las contratantes, como así también no levantar las armas entre ellas.
Cuando en 1853 se redacta la Constitución, los preceptos de estos pactos son tomados como referentes básicos en aquellos textos pre-existentes que nombra la Carta Magna. Y es que estos tratados fueron trascendentes al menos en las intenciones que el caudillo puntano tuvo acerca de la no agresión entre los hermanos de Cuyo y el avance hacia normativas contenedoras, tal como lo dice la Introducción a los 9 artículos del Tratado de Huanacache:
“Los Gobiernos de Mendoza, San Juan y San Luis se comprometen de modo más solemne a conservar la paz y amigables relaciones que mutuamente existen entre los pueblos contratantes, y conservar el orden interior en cada una de ellas garantizándose recíprocamente de un modo decisivo y eficaz”. Y este preámbulo termina con la categórica intención de que las tres provincias hermanas deberán “…contraerse en la calma de las pasiones a organizar la Nación bajo la forma y bases que reclama el pronunciamiento público y espontáneo de la opinión general”.
El 16 de febrero de 1835, Facundo vuelve del Norte con la misión cumplida: pacificar hermanos salteños y tucumanos. Facundo sabe que va al muere, pero no va solo. El Secretario de la misión, su asesor y amigo, va con él. Además, “el tigre” de los llanos riojanos ya ha resuelto que, en caso que a Rosas se le ocurra permitir redactar una Constitución y llamar a elecciones como corresponde, éste renqueño, hombre culto, sólido demócrata y republicano federal, que ahora y siempre lo acompaña, será su candidato a Presidente.
Sencillamente, porque cuenta con todo el apoyo de los gobernadores federales del interior del país, excepto, como ya era sabido por toda la región en aquellas épocas, por el patriarca de Santa Fe, Estanislao López, quien rivalizaba con Quiroga acerca de la futura conducción del interior federal. Y así, creemos que es necesario decirlo a efectos que nuestro lector vaya sacando sus propias conclusiones hacia el final de esta trágica historia, los hermanos Reynafé serán los ahijados políticos de López; José Santos lo será de Facundo y, Rosas lo será de él mismo.
Ya Ortiz había demostrado con su acción como gobernante de los puntanos y con su pensamiento obsesivo, la tendencia hacia la construcción de un texto constitucional que nos rigiera hacia el futuro, que marcara los rumbos de un federalismo republicano y democrático desechando las experiencias nefastas de aquellas constituciones unitarias de 1819 y 1826. Especialmente de esta última, de la que la Honorable Cámara de Representantes de su provincia, en su art. 1° dirá: “la provincia de San Luis no admite la Constitución dada por el Congreso General Constituyente del 24 de diciembre del año pasado de 1826, por no estar montada sobre las bases de federación por la que se ha pronunciado la pluralidad de las provincias”. Y en el art. 2° de la contundente declaración, el Poder Legislativo declara que “conservará con ellas las relaciones de unión y confraternidad, para el sostén mutuo de la libertad y los derechos”.
Resulta muy desafiante y casi suicida, teniendo en cuenta que en 1831, terminada la campaña de Facundo en Cuyo, Rosas no pensaba en la redacción de un texto constitucional, la nota enviada por José Santos al gobierno de Buenos Aires, donde, entre otros párrafos dice:
“No basta haber trocado las cadenas forjadas por un poder militar, si en el ejercicio de sus derechos los pueblos no se encaminan a la Organización Nacional.” “…es preciso poner término a las angustias de la patria: de aquí se percibe la necesidad irresistible de una Autoridad General que, reuniendo los restos dispersos de la República, reanime su coexistencia política, y promulgue el Código que la ha de regir”.
Primera parte