La invitación
María Celeste Contrera (*)
Me invitaron a describirme, y no pude hacerlo.
Me llené de dudas, de recuerdos. Intenté mirarme más de cien veces al espejo. Y descubrí que en ese recorrido inesperado, me había perdido.
Un laberinto inexistente se había apoderado de lo que consideraba mío, y entre sus paredes de nubes grises y hierba nueva, había tapado toda la superficie que habitaba en mí.
Giré tantas veces el sol, queriendo alcanzar la luna nueva. Pero sólo contemplé fragmentos de un sol exánime.
Me invitaron a describirme, y no supe hacerlo.
Busqué en las miradas oscuras de fotos viejas. En los poemas escritos por mi abuelo. Y en las plumas del loro de mi abuela, ése que todavía sobrevuela en mis recuerdos.
Busqué incansablemente sin encontrar nada similar que reflejará quién era en ese momento.
Me invitaron a descubrirme, y aún estoy aprendiendo.
En las charlas silenciosas y miradas cálidas con mi esposa. En el destello de los autos cuando manejo.
En ese café que no pude tomar, o la sonrisa efímera que tapó el barbijo.
En la música que intento componer, y en la música que en el vientre escuché.
En todas esas cosas tan pequeñas que absorben lo que sobra de mi energía por las noches. Y en todas esas otras que por distracción seguramente olvidé.
Me invitaron a describirme, y es lo que estuve haciendo. O al menos lo que intenté.
(*) Mi nombre es María Celeste Contrera. Desde el 2018 pertenezco al Taller de Los Silenciosos Incurables. Me gustan los días de lluvia, y las tardes de otoño. Soy una soñadora, que por momentos sueña a escribir.
Excelente, me encantó.