Epistolario (I)
Por José Villegas
Las Cartas Quillotanas
Horacio (seudónimo del autor de esta introducción) en “El Arcón de la Historia Argentina (13/10/16) nos reseña esta polémica histórica: “Son las estocadas polémicas que Alberdi, desde su quinta chilena de Quillota y luego desde Valparaíso, le asestó a Sarmiento en defensa de la política de Urquiza y contra el localismo revolucionario de Buenos Aires, que Sarmiento exaltaba, dando rienda suelta a un “antiurquicismo” tremebundo, proclamado en su «Carta de Yungay» (13 de octubre de 1852), y luego en «Campaña del Ejército Grande» (20 de marzo de 1852).
Las cuatro «Cartas Quillotanas» se escribieron en los meses de enero y febrero de 1853 y en ellas, su autor, punzaba a fondo a Sarmiento, llamándole “gaucho malo” y “caudillo de la prensa”. “Usted habla por heridas abiertas a su ambición o a su amor propio, le decía Alberdi a su antagonista sanjuanino.
“Nada hay común entre su Campaña parásita y la del Ejército Grande”. “En la Campaña de Ud., en vez de amor, hay odio al vencedor de Rosas”. “Su Campaña personal, en vez de ser un diario de las marchas del ejército, es la historia psicológica de sus impresiones de emulación contra el General en Jefe”. “Su Campaña es el proceso de sus miras demagógicas, de su ambición contrariada”.
“Otra aspiración llevó Ud. que la de escribir boletines, Ud. aspiraba a dirigir los acontecimientos”. “La disciplina militar no reconoce notabilidades literarias”. “Ud. no es militar; su grado de teniente coronel es gracia que Ud. debió al general Urquiza, antes de dar principio a la Campaña, no después de la batalla”. “Ud. leía por la noche manuales de estrategia francesa y cuando a la mañana siguiente veía Ud. gauchos y no soldados europeos a su alrededor exclamaba: barbarie, atraso, rudeza!”.
El Ejército Grande que obtuvo la gloria de acabar con Rosas, constaba de aliados argentinos, brasileños y orientales. El general Urquiza representaba el elemento argentino… El afán de Ud. en su Campaña, es probar que este elemento fue nulo y secundario, y que el cambio liberal de la República Argentina, fue debido al extranjero. Por quitarlo a Urquiza, da Ud. al Brasil el laurel de la caída de Rosas”. “¿Para qué he escrito las cartas? No para demoler la reputación de Sarmiento, sino para desarmar a un agitador, para inutilizar sus armas de desorden, dejándole la gloria que adquirió antes, con sus armas de libertad”.
A esto SARMIENTO contestó con las llamadas “Ciento y una”, cinco brulotes reunidos con ese nombre, que enjareta por escrito a ALBERDI.
Una retahíla de vociferaciones injuriosas que lesionan, sin duda, las bases en que se asienta el pundonor de los caballeros. ALBERDI, inmutable recibió entre otros, los calificativos de “tuno», «ganapán», «compositor de minuetes», «templador de pianos», «abogadillo», «alma y cara de conejo», «sólo sabe agrupar pesetas y palabritas», «esponja de limpiar muebles, que absorbe todas las ideas junto con el lodo», «ratoncito que roe papeles», «raquítico jorobado de la civilización», «entecado que no sabe montar a caballo», «abate por sus modales», «saltimbanqui por sus pases magnéticos», «mujer por la voz», «conejo por el miedo», «eunuco por sus aspiraciones políticas», «conservador-demagogo», «botarate insignificante», «Rossini argentino», «músico, periodista, abogado y magnetizador», «entrometido», «bodegonero», Los artículos de Alberdi en «El Mercurio» de Chile eran «huachitos anónimos», «chilliditos de murciélago»; y su prosa: «fiorituras», «bagatelilla de aparato», «oropel y zarandajas», «telaraña humedecida con la baba de la envidia del hipócrita».
Luego de esta reseña, he creído ilustrativo seleccionar fragmentos de este polémico epistolario de un ejemplar que adquirí en la ciudad de Quillota (siguiendo los pasos de Alberdi), allá por el 2007. Lo pongo a disposición de nuestros lectores/as de “La Opinión” y “La Voz del Sud”.
CARTA 1° – Sarmiento – noviembre 12, 1852
“Como se lo dije a usted en una carta, así comprendo la democracia: ilustrar la opinión y no dejarla extraviarse por ignorar la verdad y no saber medir las consecuencias de sus desaciertos; usted, que tanto habla de política “práctica” para justificar enormidades que repugnan al buen sentido, escuche primero la narración de los hechos “prácticos”, y después de leídas estas páginas llámeme detractor y lo que guste. Su contenido, el tiempo y los sucesos probarán la justicia del cargo o la sinceridad de mis aserciones “motivadas”. ¡Ojalá que usted pueda darle este epíteto a “las suyas”! Con estos antecedentes, mi querido Alberdi, usted me dispensará que no descienda a la polémica que bajo el trasparente anónimo del “Diario” me suscita. No puedo seguirlo en los extravíos de una lógica de posición “semi oficial”, y que no se apoya en los hechos por no conocerlos.”
(Continuará)
Profesor, esa disputa epistolar refleja los acontecimientos de nuestra historia. Al decir de Alberdi éramos dos países, con dos geografías, dos historias y dos culturas. No hubo una guerra civil, afirmaba, fue una guerra entre dos países, entre la siempre opulenta Buenos Aires y el país profundo, que soportaba del puerto el mote de “los 13 ranchos”. Aquella brecha social y económica goza de muy buena salud. En los últimos 30 años aquellos 13 ranchos vieron duplicar su población y su producción, no así el ingreso de sus pobladores. El país del puerto -que refuerza el mito de su poderío anunciando a los provincianos que Dios atiende allí- hace 30 años tiene la misma cantidad de habitantes (3 millones) pero sin embargo su ingreso per cápita casi se ha duplicado. Es tiempo que eso termine.