EL GIGANTE DESPIERTO
A 110 años del triunfo de la Revolución China y a poco de su emergencia como potencia mundial, un repaso por la historia que la llevó hasta hoy
Por Guillermo Genini
Aldea Contemporánea
Sin duda la mayor novedad de los tiempos contemporáneos es la emergencia de China como nueva superpotencia en el contexto internacional. Su portentoso crecimiento económico y tecnológico, y el nuevo rol que ha comenzado a desempeñar en el concierto de las naciones están cambiando el panorama mundial actual. Sin embargo, poco más de un siglo atrás, China era un Imperio que vivía conforme los mandamientos que le dictaban sus antiguas raíces tradicionales, lo que la convertía en un mundo más cercano al feudalismo que a las transformaciones modernas.
Esta situación, que había convertido al antiguo Imperio Chino en víctima de las potencias colonizadoras deseosas de apropiarse de sus inconmensurables riquezas, tuvo un cambio fundamental con la Revolución de 1911, que inició un complejo proceso de transformación que continúa actualmente.
Según los cálculos de población mundial para el siglo XIX en el Imperio Chino vivía un cuarto de la Humanidad. Su enorme población y su extenso territorio lo hacía una potencia en sí mismo, sin necesidad de alianzas con ninguna nación extranjera ya sea oriental u occidental. Pero estas enormes capacidades no podían esconder el profundo estado de parálisis y decadencia que presentaba la sociedad y la economía china.
El Imperio del Cielo
La Revolución China de 1911 destronó a la dinastía Manchú de los Qing, última de una milenaria sucesión de dinastías que gobernaron en forma continua el llamado Imperio del Cielo desde la Antigüedad y dio comienzo a la historia de la República China. Para algunos historiadores como Antonio Fernández, esta Revolución representa el primer y violento intento de modernización de un enorme país que se había mantenido fiel a sus seculares rasgos tradicionales. Su estallido representó la culminación de un largo periodo de lucha interna contra la dinastía manchú y la influencia extranjera dentro de China.
La dinastía Qing gobernaba China desde el siglo XVII pero su origen manchú, territorio fronterizo y marginal dentro del mundo cultural chino, le impidió ser aceptada por la mayoría de la población de etnia han. Durante el siglo XIX el poder de las potencias occidentales fue creciendo hasta alcanzar gran influencia dentro del territorio chino. Este dominio intensificó los problemas internos de China, que pronto dieron comienzo a una serie de conflictos y alzamientos contra los gobernantes manchúes. Tras la derrota de China en las llamadas Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860) contra Gran Bretaña y Francia y la Primera Guerra Chino-Japonesa (1894-1895), los Qing intentaron infructuosamente iniciar una serie de reformas para sacar al Imperio de su atraso económico, tecnológico y militar, mientras profundizaban su política represiva contra todos los que se oponían a su poder.
Estas prácticas que aumentaron el sentimiento anti manchú en la población han dado origen al nacimiento de sociedades secretas y grupos de agitadores. Uno de los opositores más notables fue Sun Yat-sen, quien desde 1896 debió marchar al exilio. Sus ideas revolucionarias sintetizaban gran parte de las inquietudes de su época: rechazo al dominio manchú (llamaba despectivamente a los Qing “tártaros bárbaros”), retorno al poder de la mayoría han, derrocamiento del Imperio y creación de una República por medio de la redacción de una constitución.
En el exilio Sun Yat-sen, junto a otros revolucionarios, se dedicó a predicar sus ideas, a recaudar fondos en las numerosas colonias chinas de Estados Unidos, Canadá, Indonesia, Malasia y Singapur, fruto de la Diáspora China muy numerosa en el siglo XIX, y a penetrar ideológicamente en los jóvenes oficiales del Nuevo Ejército Chino, hecho que sería clave en 1911.
Las sociedades secretas
Las principales organizaciones revolucionarias tenían planes y líderes diferentes, en su mayoría intelectuales y burgueses influenciados por ideas occidentales, y frecuentemente rivalizaban entre ellas. Sin embargo, el interés de Japón por debilitar a China y favorecer su desmembramiento lo llevó a brindar apoyo a diversas sociedades secretas para otorgarles mayor fuerza. Así, en 1905, se fusionaron la Sociedad Literaria Furen, dirigida por YeungKu-wan con la Sociedad para la Regeneración de China de Sun Yat-sen. En base a esta unión surgió la Tongmenghui o Sociedad de la Causa Común, en agosto de 1905 en Tokio, organización que intentó varios levantamientos armados en China que fracasaron sangrientamente.
Pese a estos fracasos, en varias regiones de China surgieron secretamente filiales de la tuvieron como principal objetivo preparar nuevos alzamientos militares, ya sea por medio de la organización de fuerzas propias o ganándose el apoyo del Nuevo Ejército Chino. En muchas ocasiones estos intentos de alzamientos, ya sea de la Tongmenhui o de otras organizaciones revolucionarias, eran descubiertos, siendo el destino de sus impulsores la cárcel, el exilio o la ejecución.
La mayoría de los alzamientos militares contra los Qing se habían realizado desde 1895 en las provincias costeras y del sur de China, como Cantón. Es por ello que en la provincia central de Hubei, por donde discurre el río Yangtze, se preparó un nuevo alzamiento, el dispositivo represivo imperial no estaba preparado para su intervención. El centro del nuevo intento revolucionario fue la ciudad Wuchang, actualmente Wuhan célebre por ser el lugar donde surgió la pandemia de COVID-19, en lo que se conoce como el Levantamiento de Wuchang, el 10 de octubre de 1911.
Wuchang era un importante centro productor de armamentos y sede de uno de los Nuevos Ejércitos. Las autoridades manchúes no sospechaban que varios de los oficiales de ese Ejército compartían las ideas de Sun Yat-sen. Pese a ello, el Levantamiento de Wuchang no se realizó bajo orden de este líder revolucionario sino que fue iniciativa de jefes locales capitaneados por Xiong Bing Kunque habían acordado la participación en la rebelión del Nuevo Ejército de Hubei por medio de oficiales adictos. Cuando el estallido revolucionario logró ocupar la ciudad de Wuchang el 11 de octubre, el General Li Yuanhong abandonó el bando imperial y aceptó comandar el alzamiento militar.
La sorpresiva victoria lograda por los revolucionarios en Wuchang en octubre de 1911, y la tardía reacción de las fuerzas imperiales, impulsaron otros levantamientos similares en varias provincias del centro y sur de China. A este movimiento generalizado se lo conoce como la Revolución de Xinhai, y puso fin al dominio de los Qing en gran parte de China.
En muchos casos estos alzamientos dieron origen a cruentas matanzas contra funcionarios y tropas manchúes y en otros casos su desplazamiento por líderes locales que perseguían sus propios intereses. Ante el peligro real de descomposición social y política, en diciembre de 1911 Sun Yat-sen regresó apresuradamente a China y asumió la Presidencia Provisional en Nankín del nuevo gobierno de la proclamada República China para tratar de otorgarle unidad al movimiento, aunque se trataba de un gobierno de facto e incierto pues la guerra interna continuaba.
El Emperador Qing era Poyi, también conocido brevemente con el Emperador Xuantong, un niño de apenas seis años que había asumido al trono nominalmente en 1908. El gobierno real había quedado en manos de una camarilla conservadora e intolerante encabezada por su padre, el Príncipe Chu, y su tía, la Emperatriz viuda Longyu. Estos frente a la Revolución de Xinhai actuaron de forma similar a otros levantamientos, confiando su represión a tropas leales. Sin embargo, la magnitud de las derrotas de las fuerzas imperiales en el centro y sur de China convencieron al General Yuan Shikai, comandante de Ejército del Norte leal al Emperador y virtualmente Primer Ministro, de iniciar conversaciones con los revolucionarios y negociar una tregua en diciembre de 1911 con Li Yuanhong.
Las negociaciones que se dieron frenéticamente entre Yuan Shikai, Li Yuanhong y Sun Yat-sen incluían la posibilidad de establecer una monarquía constitucional y limitar el poder del Emperador. Pero, ante el avance revolucionario, finalmente se exigió el fin del Imperio y la transformación de China en una República. Presionado por las derrotas militares y aspirando sacar provecho propio de la crítica situación, Yuan Shikai forzó a la Emperatriz viuda Longyu a firmar la abdicación del último emperador el 12 de febrero de 1912. Concluía así la Revolución de Xinhai con el final de la milenaria China imperial y la proclamación formal de la República China dando comienzo a una nueva y trascendental etapa de la historia china y mundial.
Excelente artículo que resume la evolución historica de China de cara a ser el país o uno de los dominantes del mundo.