Poemas de las pequeñas batallas cotidianas
Entre atmósferas pop y el lado B de las familias, Celeste Vasallo y Marlene Ayala comparten qué las moviliza para labrar poéticas que interpelan
Por Matías Gómez
Celeste Vassallo
Nació en Villa Mercedes, en 1986. Es profesora en la UNSL y en el Instituto de Formación Docente Continua de San Luis. Ha publicado poemas y cuentos en antologías dirigidas por editoriales nacionales: Llanto de mudo (2007) y Dunken (2003, 2006), y en la Agenda de Mujeres (2008, 2009), entre otras. En el año 2017, sacó su primera plaquette de poemas llamada “Shhh, sweetheart”, de la mano de la editorial independiente Perniciosa.
“Publiqué mi primer poemario `Demasiado sol esta noche´ en una editorial mexicana que se llama Superediciones Prisma, en 2018. Viajé a México por una estancia de investigación que duró tres meses y allí conocí a varios poetas jóvenes con los que pudimos intercambiar un montón de experiencias. En ese contexto, salió a la luz la versión final de ese texto que ya venía trabajando hacía algunos años.
Es un libro que reúne poemas tempranos y algunos más nuevos, y que tiene que ver con una caída, un pasaje a un mundo cotidiano oscuro y, por momentos, desolador, pero que a su vez es el punto de partida para una suerte de renacimiento sereno.
Lo pienso como el camino del héroe, pero el yo lírico es femenino y las aventuras no son fantásticas, sino pequeñas batallas cotidianas. La editorial Perniciosa, de la ciudad de San Luis, hizo dos reediciones. Una en 2019 y la otra, en 2021, en formato epub. Esta última es una edición que quiero mucho porque no solamente contiene los poemas, sino que también tiene imágenes dinámicas y los textos se pueden escuchar leídos por mí. Marlene Ayala, la editora, hizo un trabajo fantástico. Creo que es una forma novedosa, súper estética y sobre todo económica para difundir los libros, ya que el aporte es voluntario, es `un cafecito´, comparte la escritora.
“Durante la pandemia, me propuse escribir un libro que tuviera como punto de partida la vida oculta de mi barrio, que es céntrico, pero mi casa da a una de las cuatro avenidas, por lo tanto, de alguna manera es una zona de frontera. De día es un mundo y de noche, absolutamente otro, tenés horarios en donde las veredas están atestadas de gente y autos, y otros, de una desolación impactante.
Durante los meses de aislamiento, me tomaba el tiempo para observar desde el balcón y pasaban cosas muy locas, así que decidí escribir alguna de las situaciones que podía ver y traté de darles una vuelta de tuerca desde el lenguaje para contarlas. Ahora estoy trabajando en eso, aunque, la escritura, para mí, es muy errática, me cuesta centrarme en un objetivo escriturario, como un proyecto concreto. En general, sobrevuela la idea y salen algunos textos en torno a eso, pero normalmente escribo sobre cualquier otra cosa”, indica Celeste.
“Antes tenía más obsesiones con la escritura, quizás hasta era capaz de levantarme a la madrugada para anotar algo que se me había ocurrido, aunque después no sirviera para nada. Ahora, más bien, me lo tomo como algo menos esquemático, cuando puedo, me siento a escribir y cuando no puedo, no me inquieto. A veces, pasa bastante tiempo hasta que logro sentarme a crear algo.
Para mí escribir no es una catarsis, no es un proceso de inspiración necesariamente alegre, es un trabajo con el lenguaje que incluso hasta puede ser un desgaste, una muerte simbólica y como en algún punto estamos atraídos hacia esas oscuridades, no podemos dejarlas, siempre se vuelve, como un vicio. Más tarde o más temprano, como a los libros que nos han obsesionado, siempre volvemos a la escritura”, reflexiona.
Cross a la mandíbula
“A mí la literatura que me interesa es la que, como decía Roberto Arlt, te pega un cross a la mandíbula. La que menos garantías te da, la que te deja bailando en el aire, me gustan los textos que no se te acomodan a la moral fácilmente. Lo que siento últimamente es que leo literatura muy atada a la moral de la época, muy políticamente correcta, una literatura de la moraleja y del deber ser.
A mí ese modo de contar no me interpela, no me moviliza, incluso porque la estética que la sustenta, para mí gusto, es panfletaria, directa y la literatura justamente es una mediación, un desvío, es el otro camino para decir las cosas. Un poco ya nos enseñaron esto las poetas beatniks, quienes para auto justificar su lugar dentro de un campo literario bastante masculino supieron encontrar una lengua particular, política en su esencia, pero absolutamente creativa y novedosa.
Pienso en Denise Levertov, en Diane Di Prima, etc. Siempre vuelvo a las poetas que me han volado la cabeza, como Anne Sexton, Anne Carson, Audre Lorde, por mencionar solo algunas. O a Sylvia Plath, a quien guardo entre mis lecturas más especiales. A los 15 años leí una edición de bolsillo de Mondadori, con una traducción bastante mala de sus poemas, que se podía comprar en la sección de libros del supermercado, que me impactó. Me resonó tanto que comencé a averiguar quién era, qué había escrito y la verdad es que me abrió un mundo. Nunca me voy a olvidar lo que significó para mí leer la frase ´Soy vertical, pero preferiría ser horizontal´ a los 15. Fue un despertar hacia el lenguaje, encontré ahí un camino, un modo de vida”, sostiene Celeste.
Niña de arena dibuja corazones con piedritas en el patio inmenso. Pisa descalza el aserrín y la tierra, tiemblan sus pies mínimos. El patio es el mundo entero recortado en una cuadra de yuyos altos y troncos apilados. El mundo entero es el patio. Pero niña de arena no conoce el mundo. Solo sabe de piedritas afiladas, redondas para dibujar corazones. Lo intuye cuando otros invaden el patio, como niño de madera, que habla de afuera. Afuera [¿acaso acá no es todo?] afuera se parece a las arañas o a las ratas que hay debajo de las piedras. Niño y niña se esconden Él ya conoce la crueldad y sus brazos, como troncos (los mismos que después secarán las lágrimas negras de tierra y quitarán el aserrín de la boca) arrastran a niña que ahora conoce el dolor. Unas palabras de algodón y azúcar se apuran en los labios de niño. Ella sólo ve ratas y arañas. Y para siempre comprende que las piedritas no sirven para dibujar corazones sino también para romperlos.
Marlene Ayala
Nació en Buenos Aires en 1991 y actualmente reside en San Luis. Es poeta, artista visual, editora y diseñadora en Perniciosa Editorial. En 2017 fue seleccionada para participar de la primera residencia del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Es autora del libro Family Game (Ed. Perniciosa, 2016) que fue reeditado por la Editorial digital Matrerita en 2020 en formato Ebook: https://editorialmatrerita.com/catalogo.html Sube sus poemas en: https://mimonstruopop.tumblr.com/
Hambre de literatura
“Ya conocía San Luis antes de venirme a vivir definitivamente a finales del 2015. Me quedaba mucho tiempo en Nogolí con mi novio y amigos durante el verano o cualquier fin de semana largo en el que me podía escapar. Escuchábamos música, veíamos películas y leíamos libros caminando por el pueblo de noche. Me pasaba como en el otro cielo de Cortázar ´que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra´. Descubrí una forma especial de habitar un lugar que no había conocido nunca. Me dejé llevar por todo eso y así decidí que quería quedarme a vivir acá. Estábamos locos por escribir y teníamos muchas ideas de publicaciones, queríamos hacer mil cosas, teníamos hambre de literatura y de compartir todo eso con el mundo. Teníamos y tenemos ese hambre todavía”, indica la autora que además organiza los ciclos de lectura “Abierto de poesía” que se realizan en diversos bares en la ciudad de San Luis.
“Uno no sabe que está escribiendo un libro hasta que empezás a notar una unidad en todos esos borradores que se tienen en un documento de word guardado en una computadora o en las notas del teléfono. Un día te ponés a revisar y empezás a notar patrones entre uno y otro poema. Yo no creo en la inspiración, en eso que dicen que es como una cosa mágica, una musa, qué se yo, que viene de la nada como si el poeta fuera un ser especial, un ser por fuera de los demás seres que habitan el mundo. No, para nada. Pero si creo, como dice la poeta norteamericana Ellen Bass, que, cuando estamos escribiendo el poema dicta a dónde va, que hay una especie de lógica poética interna desde el primer verso y que nosotros tenemos que escuchar a dónde quiere ir ese poema. Así, creo, que también se va construyendo un libro. Empezás con un poema y luego otro y luego otro y hay en todo eso una unidad musical, empezás a reconocer una especie de ritmo, una tensión, un desorden”, expresa.
“Empecé a escribir Family Game cuando tenía 17 años, primero lo publicamos con Perniciosa en el 2016, tuve que autoeditarme, diseñar todo mi libro, corregir mis poemas, pero la mirada propia no siempre es suficiente, siempre se nos escapa algo. Hay cosas en ese libro que cambiaron desde la primera publicación, lo reescribí mil veces, hasta el 2020 que (creo por ahora es la versión definitiva) que publicamos con Valeria Mussio (poeta de Bahía Blanca) en su editorial digital Matrerita y que se puede descargar gratuitamente desde su página web. La labor de Vale como editora fue muy importante porque ella me ayudó a estar contenta con el libro. Hoy leo los poemas y no quiero cambiar nada en ellos, me siento satisfecha. Aparte hizo un trabajo hermoso porque es un libro interactivo con gifs y música de fondo en 8 bits que hizo Román Villalobos, poeta mexicano y gran amigo. Así el libro adquirió todo un ambiente que creo que hace que sea más completo”, señala Marlene.
El lado B
“Por otro lado, ese libro comenzó también como una especie de respuesta, de queja a una forma de escribir muy tradicional y propia que había en las provincias y que se enseñaba en la escuela como “LA poesía”. Siempre se asocia a la poesía con la rima y la métrica y que tiene que ser escrita al estilo del modernismo. Lo que yo estaba haciendo no era nuevo en sí. Escribir con un lenguaje coloquial y hablando del día a día y también contando el lado B de las cosas (en el caso de Family Game, el lado B de la familia) no es algo nuevo, para nada, son cosas que ya lo habían hecho los poetas Beats en EEUU, o los poetas de los 90s en Buenos Aires, y que fueron toda mi influencia al escribir así, yo quería hacer eso, porque estaba harta de esa poesía que escuchaba en los recitales de poesía provinciales y que no me interpelaba, que no tenía nada que ver conmigo. Family Game también es un viaje de vuelta a esas lecturas que me atravesaron de adolescente, todo lo que leía está ahí, por eso también hay intertextualidad con algunos poemas como El croupier del Mississippi de Leopoldo María Panero o con poemas de Denise Levertov, también con las lecturas actuales de ese momento, estaba leyendo mucho a los poetas de la Alt Lit como Tao Lin, Noah Cicero, Mira Gonzáles, Luna Miguel, Kevin Castro, Sam Pink, etc. Asimismo, fue un libro donde dejé caer todas mis obsesiones de adolescente: los videojuegos, el internet, los poemas leídos, pero también quería que hablara de algo más: la soledad que te rodea porque sentís que tus padres no te escuchan, cómo los adultos te subestiman a esa edad y te dicen que no sabés nada, los problemas familiares, la violencia de género, la relación entre hija-madre, hija- padre, todo eso puesto en una atmósfera pop de videojuegos que está más cerca de parecerse a jugar al Outlast que al Mario Bros”, analiza.
“También Family Game fue el libro que mandé para la convocatoria de la primera residencia de poetas jóvenes del FIPR que se hizo en el 2017. Fue una experiencia maravillosa, fue toda una semana de asistir a talleres de poesía que organizaron para los residentes. Aprendí un montón de poetas que admiraba muchísimo como Sebastian Bianchi o Beatriz Vignoli. Tuve la oportunidad de conocer a Gabriela Bejerman, que es una de mis poetas referentes a la hora de escribir. También asistí a todas las charlas que se organizaron ya en el festival, me quedé loca con el poeta chino Xi Chuan, con la inglesa Caroline Birds y con Robin Myers. Me traje un montón de libros y también me hice amiga de varios residentes de Chile, de Rosario y de Buenos Aires con quienes mantenemos siempre contacto y cada vez que puedo los voy a visitar o vienen ellos a San Luis, como en el 2018 que logramos que invitaran a Georgina Grasso (ganadora del concurso de poesía de la Editorial Municipal de Rosario) y Arlen Paolillo para la feria del libro de San Francisco”, detalla.
Las mujeres de mi familia no se hablan y si lo hacen muestran su lengua llena de escamas sonríen con los dientes afilados te sirven el té te dicen ayer la vi a la hija del primo tal o el hijo de mi cuñada o ¿viste cómo estaba la casa? las mujeres de mi familia están sentadas en la cocina se lavan las manos con cloro se pasan un mate limpian la bombilla con un trapo mojado con agua caliente se lamen la herida con violencia se lamen ahí entre el matrimonio arreglado y el golpe del marido las mujeres de mi familia no se hablan y si lo hacen te ofrecen una caja de bombones llenos de veneno.
