La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Entre Dios y el César

La falta de separación entre religión y Estado lleva a casos como el iraní, donde las costumbres se vuelven una obligación pasible de castigos

Por Agustina Bordigoni

Desde la muerte de Mahsa Amini, en septiembre de este año, las protestas no se detuvieron en Irán. Incluso, durante el mundial de fútbol en Qatar –que despertó sus propias críticas por las violaciones a los derechos humanos en esta sede–, los jugadores iraníes ejercieron su protesta, evitando cantar el himno de su país, en clara señal de que esperan un cambio. 

Mahsa, de 22 años de edad, fue apresada por la “Policía de la moral” por no llevar correctamente el velo, y murió a causa de los golpes propinados dos días después de su detención. El velo es obligatorio para las mujeres iraníes desde el triunfo de la revolución, en 1979, e independientemente de sus creencias. En ese último concepto está la cuestión: la religión no impone las reglas establecidas por el hombre. Es una interpretación libre, arbitraria (y obligatoria) del islam la que genera tales resultados. Algunas mujeres se sienten cómodas usando velos y ocultando su rostro, el problema es que esto sea una obligación pasible de castigos.

La falta de separación entre religión y Estado es el principal problema no solamente en Irán, sino en muchos países del mundo. Por eso, las protestas, que son las más importantes que vive el país desde 2019, son duramente reprimidas por el gobierno, que considera que los manifestantes cometen los delitos de “corrupción en la Tierra”, “rebelión armada” y (lo que es peor, a los ojos de las autoridades) “enemistad con Dios”. Quienes cometen este tipo de delitos pueden ser castigados con la pena de muerte.

Según la organización Irán Human Rights, Irán ocupa el primer lugar del mundo en ejecuciones, llegando este año a las 483 y a más de 6800 en los últimos doce años. Sin embargo, la mayoría de esas ejecuciones no son informadas por las autoridades: en 2021, de las 333 ejecuciones, solo 55 fueron reconocidas por la Corte Revolucionaria Iraní. Dentro de estas cifras se observa también un incremento de casos de mujeres ejecutadas, según la ONG.

El Tribunal Revolucionario de Irán dictó ya la primera sentencia de este tipo después del caso de Amini, y al menos 20 personas detenidas por las manifestaciones podrían correr la misma suerte. 

Enemigos internos: el triunfo de la revolución iraní

Inmediatamente después de la muerte de Mahsa Amini el gobierno iraní no solamente se apresuró a desmentir que esto sea responsabilidad de las autoridades (aunque también anunció el inicio de investigaciones al respecto), sino que también acusó a quienes protestan de estar instigados por enemigos extranjeros del país.  

El discurso antiimperialista es algo que se mantiene en Irán incluso desde el triunfo de la revolución, y podríamos decir que la historia le daría motivos, aunque en esta oportunidad las circunstancias son completamente diferentes. Lo cierto es que, desde el triunfo de la revolución islámica, las relaciones se volvieron cada vez más complicadas con Occidente. 

En 1951 el primer ministro iraní, Mohammad Mosaddeq, decidió nacionalizar el petróleo, cuya producción hasta entonces era controlada por Reino Unido. 

Desde ese anuncio en 1951 hasta que se concreta esta iniciativa en 1953, tanto la CIA como Reino Unido propiciaron un golpe de Estado en el país y restauraron la monarquía del Sah Mohammad Reza Pahlaví, que era aliado de las potencias: en ese momento comenzó, hasta la revolución iraní, un período de colaboración y acercamiento entre las potencias e Irán.

En 1979 el Sah fue derrocado y se instauró el liderazgo del ayatolá Ruhollah Musavi Jomeiní. 

Desde entonces, la autoridad religiosa y la política son una sola, y, en gran medida, la primera se impone a la segunda. Por eso, el uso del velo es obligatorio para las mujeres, y la “Policía de la moral” que detuvo a Mahsa Amini está presente desde hace décadas, con diferentes formas, nombres y funciones.

Mahsa Amini tenía 22 años y era de una provincia kurda en el oeste de Irán.

El velo: usos y castigos

Existen diferentes tipos de velo. El que se le exigía a Mahsa Amini, el “hiyab”, cubre la cabeza y el cuello. El término hiyab significa “esconder, ocultar de la vista”. Con el triunfo de la revolución es obligatorio, y en algunos casos más extremos se considera que el no usarlo es equiparable a pasear desnuda. 

En la actualidad, el presidente iraní, Ebrahím Raisí, intensificó los controles que regulan, entre otras cosas, el correcto uso del velo.

El país está gobernado por un presidente y un parlamento elegidos por el voto popular, pero existen otras autoridades por encima de ellas, como “el guía supremo”, que en este momento es Alí Jamenei, y que es el líder espiritual. Esa figura religiosa controla además el ejército y nombra al presidente del Consejo de Guardianes, un ente encargado de aprobar al presidente, aprobar o vetar candidatos y de interpretar leyes.

Según la ley islámica, interpretada por autoridades políticas y religiosas, las mujeres deben salir cubiertas con un velo a la calle. 

Y, si bien hay mujeres que no se sienten oprimidas por usarlo y deciden llevarlo como una elección, hay quienes son castigadas por no hacerlo, o por no utilizarlo de la manera en que la policía de la moral considera que debe hacerse.

La policía de la moral, y la moral de la policía

Irán no es el único país en donde existe un órgano conocido como “Policía de la moral”, que es el encargado de hacer cumplir las costumbres ordenadas por el gobierno. Este ente regulador de la conducta tuvo diferentes nombres a lo largo de su historia, pero hoy se lo conoce como “Gash-e Ershad” (que en español se traduce como “Patrullas de Guía”) y que supuestamente no tiene poder para arrestar. Lo que hizo esta Patrulla con Mahsa Amini fue llevarla a un lugar para “reeducarla” sobre el correcto uso del velo y las normas que debía cumplir, algo que finalmente terminó en un arresto y en la muerte de Amini, a causa de lesiones aparentemente infligidas tanto durante su detención como en el trayecto, según aseguran varios testigos.

En Arabia Saudita, con el nombre de “Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del vicio” o “Mutawa” (que en árabe significa “obediente a Dios”); en Sudán, bajo el nombre de “Policía de orden público”; en Malasia, conocida como “agentes religiosos”; y en Qatar, también conocidas como “Patrullas de Guía”, este tipo de autoridades se imponen de diferentes maneras pero con un mismo fin: velar por el cumplimiento de lo que los autoridades entienden como el islam y su aplicación más estricta.

¿Es el islam?

Cada vez que surge el tema de las violaciones a los derechos humanos en países islámicos resurge también el tema de la importancia de no estigmatizar a ciertas religiones, sobre todo después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El problema, básicamente, se apoya en el fundamentalismo y en la falta de separación entre Iglesia y Estado. Pero, ¿es el fundamentalismo algo exclusivo del islam? 

“Allí donde arraiga la modernidad es probable que surja paralelamente un movimiento fundamentalista como reacción consciente”, señala Karen Amstron en su libro “El Islam”. En este sentido, se entiende la palabra fundamentalismo como la respuesta de los países que al verse “modernizados” se replantean la vuelta a sus orígenes para preservar su identidad, a pesar de evolucionar en otros aspectos.

Por otro lado, el Corán ha sido “estrictamente” interpretado de diferentes maneras según el momento. 

“Dios y el César, Iglesia y Estado, poder espiritual y poder temporal han sido dualidades predominantes en la cultura occidental…En el islam, Dios es el César”, dice Samuel Huntington en su ensayo sobre el choque de civilizaciones.

El problema surge, en términos generales, cuando César, representando al Estado, comete atrocidades en nombre de la religión. Pero también cuando César las comete en nombre de la democracia y de los derechos humanos.