Lo que significa una valija
Hernán Casciari escribió una crónica sobre Messi que emocionó al jugador de fútbol y a su familia. La historia del “Qué mirá, bobo”, más allá de las palabras
La Opinión/La Voz del Sud
“No sé quién corno es el señor Casciari”, dice en su blog el mismo autor. Allí puede leerse un breve resumen de su carrera, que reproducimos a continuación:
‘Hernán Casciari nació en Mercedes, Buenos Aires, en 1971. Fundó Editorial Orsai y Orsai Audiovisuales. Dirige la revista Orsai (crónica) y Bonsai (infantil). Publicó las novelas ‘El pibe que arruinaba las fotos’, ‘Más respeto que soy tu madre’ y ‘Seis meses haciéndome el loco’; los libros de cuentos ‘España decí alpiste’, ‘El nuevo paraíso de los tontos’, ‘Charlas con mi hemisferio derecho’, ‘Messi es un perro’ y otros cuentos, ‘El mejor infarto de mi vida’, ‘Los consejos de mi abuelo facho’, ‘Todos los desechos reservados’, ‘100 covers de cuentos clásicos’, la antología ‘Renuncio’ y los libros de historietas ‘Doce cuentos de verano’, junto a Horacio Altuna y ‘Papelitos’, junto a Gustavo Sala. En 2010 renunció públicamente a las editoriales Mondadori, Plaza & Janés, Grijalbo y Sudamericana, y a los periódicos El País (España) y La Nación (Argentina), para embarcarse en proyectos autogestivos.
Desde 2012 lee sus cuentos en las radios de mayor audiencia de Argentina; el éxito de esas lecturas hizo que comenzara a leer sus cuentos en televisión y a hacer lecturas de cuentos en teatros. Protagonizó las obras teatrales “Una obra en construcción”, junto a personajes reales de sus cuentos; ‘Tragedias con Zambayonny’, ‘Comedias con Fabi Cantilo’, ‘Nostalgias con Cucuza Castiello’, ‘Cuentos dibujados con Horacio Altuna’, ‘Criaturas salvajes con Gustavo Sala’ y los unipersonales ‘Parece mentira’, ‘A la carta’ y ‘Puro cuento’; además de escribir las obras ‘Quedate conmigo Lucas’ y ‘Más respeto que soy tu madre’. Desde 2021, junto a la Comunidad Orsai, desarrolla proyectos audiovisuales junto a miles de socios productores. En 2000 se radicó en Barcelona. Tuvo un infarto en Montevideo en 2015. Desde 2016 vive en Buenos Aires”.
Lo que no aparece en esta breve reseña sobre su vida es el último acontecimiento, por el que realmente muchos se preguntaron: “¿Quién corno es el señor Casciari?”. Quienes no lo conocían lo conocieron en el medio del entusiasmo del mundial de fútbol y la copa del mundo que ganó el equipo argentino –y que aún no se termina–. Es que Casciari escribió una crónica que emocionó al propio destinatario, Lionel Messi.
Messi y su valija (fragmento)
Hernán Casciari
“Yo me acuerdo que los sábados del 2003, a la mañana, en el canal TV3 de Cataluña, se transmitía en directo los partidos de las inferiores del Barça. Los sábados a las 11 y media y los domingos a las 9 y 30. En los chats de argentinos emigrados se repetían dos preguntas: “¿cómo hacemos dulce de leche hirviendo lata de leche condensada?” y “¿a qué hora juega el chico rosarino de 15 que hacía goles todos los partidos?”
En la temporada 2003/2004, Messi jugó 37 partidos en el juvenil A, juvenil B, Barça C y Barça D. Y en esos 37 partidos convirtió 35 goles. Yo recuerdo que el rating matutino de la televisión catalana superaba al rating prime time de la noche. Mucha gente empezaba a hablar de este nene. En las peluquerías, en los bares y en las tribunas del Camp Nou. El único que no hablaba era él.
En las entrevistas post partido, todas las preguntas las respondía con un sí o con un no. A veces decía ‘gracia’ y después bajaba la vista, no hablaba mucho. Los argentinos emigrados hubiéramos preferido a un charlatán, pero había algo bueno cuando por fin hilvanaba una frase más o menos larga, se comía todas las eses y decía full en lugar de falta. Descubrimos, con alivio, que era de los nuestros, de los que teníamos la valija sin guardar.
En esa época había dos clases de inmigrantes en Barcelona: los que guardaban la valija en el ropero, ni bien llegaban a España, decían ‘vale’, ‘tío’ y ‘hostias’. Y los que teníamos la valija sin guardar manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo. Decíamos yuvia, decíamos caye, para no olvidarnos. Empezó a pasar el tiempo. Messi se convirtió en el 10 indiscutido del Barça. Llegaron las Ligas, las Copas del Rey y las Champions. Y tanto él como nosotros, los inmigrantes, supimos que el acento era, de todas las cosas, lo más difícil de mantener.
A todos nos costaba mucho seguir diciendo gambeta en vez de regate, pero al mismo tiempo sabíamos que era nuestra trinchera final. Y Messi fue nuestro líder en esa batalla. El chico, aquel que no hablaba, nos mantenía viva la forma de hablar.
Celebrábamos que, en el vestuario, siempre tuviera el termo y el mate. De repente era el humano más famoso de Barcelona pero, igual que nosotros, nunca dejaba de ser un argentino en otra parte.
Es difícil explicar cuánto nos alegró la vida a los que vivíamos lejos de casa. Cómo nos sacó del hastío de una sociedad monótona y nos justificó. De qué manera nos ayudó a no perder la brújula. Messi nos hizo felices de una forma tan serena, y tan natural, y tan nuestra, que cuando empezaron a llegar los insultos desde Argentina no lo podíamos entender.
Pecho frío. Solamente te importa la plata. Quedate allá. No sentís la camiseta. Sos gallego, no argentino. Si alguna vez renunciaste, pensalo otra vez. Mercenario. Viví quince años lejos de Argentina, y no se me ocurre pesadilla más espantosa que escuchar voces de desprecio que llegan del lugar que más querés en el mundo. Ni dolor más insoportable que oír, en la voz de tu hijo, la frase que escuchó Messi de su hijo Thiago: “Papá, ¿por qué te matan en Argentina?”.
La renuncia de Messi a la Selección Argentina fue casi un alivio para nosotros, los inmigrantes. No podíamos verlo sufrir así, porque sabíamos cuánto amaba a su país y los esfuerzos que hacía para no romper el cordón umbilical.
Ahí ocurre, creo yo, el hecho más insólito del fútbol moderno: la tarde de 2016 en que Lionel se cansó de los insultos y decidió renunciar, un chico de quince años le escribió una carta por Facebook que terminaba diciendo: “Pensá en quedarte. Pero quedate para divertirte, que es lo que esta gente te quiere quitar”. Siete años después, Enzo Fernández, el autor de la carta, resultó el jugador revelación del Mundial de Lionel Messi.
Su renuncia duró unos meses porque el amor hacia esta camiseta se impuso frente a sus críticos. La ida de ciertos referentes lo ungió como el nuevo líder visible del plantel. Y al volver, ganó todo lo que le faltaba y cerró las bocas de sus detractores. Aunque algunos lo encontraron por primera vez vulgar frente a un micrófono. Fue cuando dijo: “Qué mirá’, bobo, andá payá”. Para nosotros, los que vigilamos su acento durante quince años, fue una frase perfecta, porque se comió todas las eses y su yeísmo sigue intacto.
Ahora algunos inmigrantes ya volvimos; otros se quedaron. Y ayer, como cada año, Messi volvió de Europa para pasar la Navidad con su familia en Rosario, para saludar a sus vecinos. Sus costumbres no cambian. Lo único que cambia es lo que nos trajo en la valija”.
Como parte de toda la magia que sigue tras la obtención de la Copa del Mundo, Casciari no esperaba ser él el impresionado, pero Messi retribuyó la emoción: sorprendió a Andy Kusnetzoff en vivo en su ciclo Perros de la Calle (Urbana Play) al enviarle un mensaje de audio que emocionó hasta las lágrimas al conductor y al propio Hernán, a quien se ve conmovido en la imagen cuando Messi le agradece y le reconoce que todo es tal cual él lo describió. “Anto me mostró lo de Hernán, lo que escribió, lo que contó y fue impresionante. Nos pusimos a llorar los dos porque es algo muy cierto todo lo que cuenta. Y nada, quería mandarles un saludo a los dos, agradecerles, y decirles que lo escuchamos, nos emocionamos, nos hicieron llorar y nada, quería que lo sepan. Les mando un abrazo grande para todos. Y gracias otra vez”.