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¿Y ahora me lo venís a decir?

La relación cuerpo-cerebro, y el rol trascendental de la red neuronal del aparato intestinal replantea desde la ciencia la importancia de gestionar las emociones saludablemente

Gabriela Pereyra

¿Cuánto tiempo estarías dispuesto a abrazar a alguien, ya sea una persona desconocida o conocida?

Y si te dijera que abrazar ocho veces al día, durante al menos ocho segundos cada abrazo, ha sido científicamente probado para reducir el estrés, mejorar la calidad de vida y aumentar la oxitocina, mientras reduce el cortisol ¿Considerarías adoptar una vida más abrazadora? ¿Prestarías más atención a esas “personas vitaminas” que te brindan bienestar en lugar de quitártelo? ¿Te animarías a sonreír frente al espejo, incluso sin motivo aparente, solo para que tu cerebro interprete que estás bien y se relaje?

Resulta que la oxitocina, conocida como la hormona del placer y del amor, cuando se activa, libera serotonina y dopamina, las cuales están relacionadas con el buen humor. Experimentamos una sensación de armonía y plenitud a nivel físico, mental y espiritual cuando seguimos este camino con facilidad.

Por otro lado, tenemos el cortisol, una hormona que ha sido fundamental a lo largo de la historia de supervivencia de la humanidad, ya que desencadena sistemas de alerta cuando estamos en peligro y nos impulsa a tomar medidas para protegernos.

Hasta allí todo bien, el problema surge como siempre con los excesos. Un exceso de cortisol intoxica, porque pone al cuerpo y a la mente en un grado permanente de alerta. Por ende, los singulares seres estresados en los que nos hemos convertido advierten que dentro su cortisol está a tope y creciendo. Las consecuencias son graves pero lo bueno es que, al tomar conciencia, identificarlas y generar acciones es posible mejorar.

También es significativo recordar que cada persona interpretará de manera distinta esto de lo positivo, lo decretado, lo manifestado y lo agradecido. A veces, nuestros caminos pueden converger y trascender, pero en cualquier caso, la gestión de las emociones es un recorrido esencial para todos.

Tu cerebro te cree

La psiquiatra española Marian Rojas-Estapé investiga desde hace años una mirada integral sobre las personas y lo hace con base en la neurociencia. Es autora, entre otros, del libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” y apasionada del mundo de la mente,de las emociones y del comportamiento humano. La especialista destaca la importancia de hablar del cortisol. El cortisoles secretado por dos glándulas, denominadas adrenales o suprarrenales, ubicadas en el interior del abdomen, por encima de ambos riñones. Sin embargo, la producción de cortisol se encuentra bajo un estricto control del cerebro, específicamente, por el hipotálamo y una pequeña glándula llamada hipófisis.

Ella explica que es una hormona cíclica. Por las noches es baja para que podamos dormir y a lo largo de la noche sube, hasta las ocho de la mañana, cuando tiene su pico más alto. Y a las ocho de la mañana vuelve a bajar para hacer frente a los desafíos del día. Si al comenzar el día ya estamos preocupados caemos en la trampa, nuestra trampa, porque el cuerpo y la mente no distinguen una amenaza real de una imaginaria, el cerebro nos cree lo que le decimos (funciona para lo bueno como para lo malo) y enciende su alerta. La psiquiatra afirma que está demostrado que el 91,4 por ciento de las cosas que nos preocupan o atemorizan porque podrían llegar a suceder, nunca suceden, pero igual nuestro cerebro nos cree y manda el mensaje a todo el cuerpo. Para ambos es real y comienza ese estado de alerta sostenido y por ende la intoxicación con cortisol.

Es substancial comprender que estaremos frente a un cerebro con el hipotálamo activado que piensa en huir, en ponerse a salvo, que sube el ritmo cardíaco, que desvía la atención a esa preocupación, altera nuestra respiración con taquipnea, los músculos piden más oxígeno porque supuestamente necesitaré correr, se activa la glucosa, las grasas y múltiples mecanismos que llevan al ocaso del bienestar.

¿Podrías enumerar las cosas por las que te has preocupado hoy? ¿O bien pensar en alguna persona de tu entorno en la que detectes más de una preocupación diaria, sostenida y tal vez repetida? Si pudiste visualizarte o visualizar a otros es recomendable que adviertas esta información.

“El hombre enloquecido de miedo”, por Gustave Courbet. 1843

Para detallar algunas de estas alarmas, Rojas-Estapé describe: “la intoxicación de cortisol va a generar cambios en diferentes niveles en mi organismo. A nivel físico, se me cae el pelo. Si estás en guerra, en una batalla, si te persiguen por la calle, pues el pelo no es un organismo primario para hacer frente a ese desafío. Empiezas a perderlo, el cortisol inhibe la correcta recuperación del folículo piloso o de los fibroblastos en la piel, y por lo tanto aparecen las temidas arrugas, las manchas, la piel cambia de color…

Por otro lado, empiezas a sentir sensación de opresión constante en el pecho,falta de aire, te cuesta respirar, tienes problemas a nivel gastrointestinal, la musculatura tensa, porque vives siempre a punto de salir corriendo o a punto de luchar. Y entonces, si de repente haces un movimiento un poco extraño, puede ser que tengas una contractura o quedes duro o notes que te duele todo el cuerpo, que está pesado y cuesta moverlo. Te late el párpado, o sangran las encías”.

También detalla que el cortisol altera el funcionamiento de los estrógenos, de la progesterona o de la testosterona, por ende, la libido. Aparecen problemas de concentración porque la corteza prefrontal está ocupada con otros pensamientos. El estado de estrés mantenido lo que va a hacer es modificar el sistema inmunológico. Y para ella allí está la clave. En un momento de estrés puntual, el cortisol actúa como antiinflamatorio. Cuando el organismo experimenta constantemente estrés crónico, se produce una disociación entre el sistema inmunológico, la inflamación, el cortisol y el cuerpo, lo cual lleva a la inflamación del organismo. Esto puede manifestarse en enfermedades como gastritis, gastroenteritis, amigdalitis, colon irritable y dermatitis. Se genera una inflamación latente, leve pero muy peligrosa para el organismo.

“Porque cuando entras en un estado de inflamación en el cuerpo pueden encadenarse muchísimos problemas físicos y psicológicos. El aparato intestinal, hoy en día sabemos que es el segundo cerebro. Está rodeado de una potente red neuronal y tiene un impacto directo.Lo que pienso, lo que siento, tiene su impacto en el organismo”, advierte la psiquiatra.

Si te micobriotas mal, te maltratas

El nuevo debate en torno a la importancia de la interacción permanente que hay entre cuerpo y cerebro pone en el centro al sistema intestinal, algunos lo redescubren como segundo cerebro y hay quienes, como la Dra. en Neurociencias Nazareth Castellanos, lo consideran con igual injerencia que el cerebro, una flecha que viaja en ambos sentidos, y que tiene comunicación permanente.

La microbiota que compone a nuestros intestinos es clave para la salud. Es el conjunto de bacterias, de microorganismos buenos y malos que ayudan a que ese equilibrio sea óptimo para la absorción de nutrientes, para integrar las sustancias dentro del organismo. Es uno de los grandes reguladores de los estados de ánimo. Los estados de estrés mantenidos, por cortisol o por lo que comemos, van a modificar la microbiota.

Este daño repercute a muchos niveles, inflamación, ingreso de toxicidades, podrían surgir enfermedades neurológicas o neurodegenerativas. Mayor irritabilidad, tristezas que se viven como depresiones. Lo que se come cae mal por una permanente inflamación. Se altera lo arterial y cardiológico por la mala absorción de nutrientes. Y el nuevo mal: los problemas de sueño, insomnio o descansos que no reparan el cansancio.

Cómo nos ayudamos

El cuerpo da señales y es vital tomar conciencia de ellas, conocer íntegramente cómo somos, nuestra personalidad. Fortalecer la autoestima, pero sin caer en narcisismo extremo. Identificar si hay una rigidez tóxica de nuestro sistema de creencias. Confiar en la neuroplasticidad cerebral que indica que es posible regenerar y producir nuevas neuronas. Soltar la manía de querer controlarlo todo y frenar el aturdimiento tecnológico.

La sonrisa y la risa benefician al sistema nervioso, al sistema cardiovascular, endocrino y al inmunológico. “Al sonreír, el cerebro interpreta ese feedback como que las cosas no son tan duras como pensamos, pacifica el estado emocional y de ánimo. Incluso la postura corporal afecta al cerebro, estar encorvados o en posturas de decaimiento son interpretadas por el cerebro como que algo está mal”, afirma Castellanos.

Mejorar la dieta, desinflamar los intestinos y el cuerpo. Sumar aliados como el Omega 3 y el kéfir son estrategias efectivas.

Relacionarse con personas que Rojas- Estapé denomina personas vitamina que nos ayudan, escuchan y contienen. Practicar la empatía y la escucha activa. Construir relaciones saludables desde el amor y los buenos vínculos en todos los contextos.

Pintura de John Everett Millais. 1852

Respirar conscientemente, detenerse en el presente, en los detalles. Meditar, aquietar la prisa. Nuestras formas de respirar influyen en casi todo, la respiración nasal es la que amortigua lo emocional y ayuda a calmar. Las escuelas que eduquen en respiración y meditación estarán aportando muchísimo a la gestión de la salud y las emociones.

Realizar ejercicio físico acorde a cada uno, no hace falta que sea cardio, importa que ponga el cuerpo en actividad sostenida que contribuye a despejar esa intoxicación por cortisol.

Mejorar el hábito del sueño reparador, el descanso que secreta la correcta melatonina. Apagar las pantallas dos horas antes de dormir. Volver a leer en papel y escribir de puño y letra. No cenar copiosamente e irse a dormir.

Parece un montón, pero cualquiera sea la forma en que decidas comenzar solo conduce a un resultado: nuestras batallas personales diarias tienen un horizonte más prometedor si entendemos que depende principalmente de nosotros mismos estar mejor.