Notas Centrales, San Luis

Goebbels y el uso propagandístico de la radio

La estrategia del nazismo para influir sobre la opinión que se replica en menor o mayor medida hasta nuestros días

Por Guillermo Genini

Aldea Contemporánea

En 2019 el provocativo y sugerente tema de la polémica banda alemana Rammstein llamado sencillamente “Radio” volvió a llamar la atención sobre la relación entre la radio, la propaganda y las políticas estatales de control de la comunicación. Esta política fue una constante en la mayoría de las dictaduras y regímenes autoritarios del siglo XX desde la España de Francisco Franco a la Unión Soviética hasta su caída en 1991.

Fue precisamente en Alemania en la década de 1930 donde esta relación alcanzó por primeva vez un grado de tan alto de mejora que se convirtió en un modelo que pretendió ser emulando, mediante diversos recursos tecnológicos y políticos, por muchos gobiernos posteriormente. Detrás de esta trascendental experiencia estuvo el régimen nazi del Adolf Hitler y su Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels.

Si bien en un comienzo la radio se expandió como un sistema de comunicación remoto de gran utilidad para la navegación marina y para sustituir las líneas telegráficas en grandes distancias, pronto se reveló como un medio de comunicación con un gran potencial para alcanzar al público masivo.

La relación de la radio con el control de las comunicaciones proviene prácticamente desde el nacimiento mismo de la radiodifusión como fenómeno masivo a comienzos del siglo XX.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) todavía las comunicaciones radiales estaban bajo control de los gobiernos que la utilizaron con fines militares. Pero desde 1920 en Argentina, Estados Unidos, Francia y otros países occidentales se iniciaron transmisiones destinadas al público en general gracias al aumento de la disponibilidad de radiorreceptores y la invención de radiotransmisores de mayor potencia.

La década de 1920 presenció la gran expansión de la radio como medio de comunicación con fines comerciales, multiplicando la creación de emisoras y la presencia de radios en los hogares más pudientes.

Fue precisamente esta penetración al interior de los hogares y la nueva práctica social de la escucha radiofónica que reunía a las familias alrededor de los aparatos de radio, la que llamó la atención a diferentes políticos que veían en esta novedad un potencial instrumento para la difusión de sus ideas y consignas.

Hitler y la radio como herramienta de propaganda

Uno de estos políticos fue Adolf Hitler quien se percató rápidamente del poder que poseía la radio para sus fines políticos. Ante el bloqueo informativo que sufría el Partido Nacional Socialista en la prensa escrita alemana, y el alto costo de crear un sistema de medios propios, Hitler comprendió el valor que tenía la radio como medio de propaganda ya que se ajustaba a su estilo discursivo vibrante y exaltado.

A comienzos de los años 1930 Hitler le brindó una especial atención al diseño y difusión de mensajes radiales destinados a toda la población de Alemania. Su lema era “¡Todo ciudadano es un radioyente!”.

El éxito de esta nueva forma de comunicación y propaganda, que fue clave para la toma del poder por parte de los nazis en enero de 1933, se debió en gran medida a Joseph Goebbels, un personaje de gran formación intelectual e ideólogo de la maquinaria de adoctrinamiento del nazismo.

El arquitecto intelectual de la maquinaria propagandística

Goebbels (1897-1945) recibió desde joven una educación esmerada y poseía un gran dominio de la cultura, historia y literatura alemana. Se doctoró en Filología Alemana en la Universidad de Heidelberg en 1922 y se interesó en la relación entre literatura y periodismo. En 1924 se incorporó al Partido Nacional Socialista de Hitler en donde ascendió rápidamente por su capacidad de producir escritos sólidos y por su poder para la oratoria. Gracias a estas capacidades Hitler lo nombró en 1926 líder (gauleiter) de Berlín, y en 1928 director de propaganda del Partido Nacional socialista a nivel nacional.

Goebbels se encargó de poner en marcha la maquinaria propagandística, utilizando sobre todo los actos públicos, la prensa, los afiches callejeros y la radio, contribuyendo significativamente al ascenso de Hitler al poder en 1933.

Como recompensa por sus eficientes servicios Hitler nombró a Goebbels en marzo de ese año jefe en el nuevo Ministerio de Ilustración Pública y Propaganda, centro de poder comunicacional desde donde proyectó sus ideas y prácticas de control y adoctrinamiento.

Si bien la propaganda existía desde mucho antes de que Hitler llegase al poder, Goebbels cambió y amplió su uso y concepto de un modo radical, concibiéndola como el instrumento por medio el cual el Partido Nazi pudiera alcanzar en poco tiempo el poder total en Alemania.

Para ello reflexionó profundamente sobre los mecanismos propios de la propaganda al servicio del adoctrinamiento. El resultado fue una serie de premisas, conocidos posteriormente como “Los 11 Principios de la Propaganda”, que mediante su aplicación centralizada e implacable lograron dominar en pocos meses toda la prensa alemana.

Sin embargo, a estas técnicas de control se le agregó de inmediato nuevas prácticas de propagandas. Hitler, ya convertido en Führer, tenía muy en claro que debía controlar y someter a su voluntad el sistema comunicacional de toda Alemania, basado en el concepto que había descripto en su libro Mein Kampf como “Propaganda de Guerra”: uniformar y adoctrinar a las masas como si se viviera un tiempo de lucha constante. Goebbels implementó estas ideas mediante un sistema de propaganda permanente y a gran escala utilizando uno de los medios tecnológicos más novedosos: la radio.

El historiador británico Michael Burleigh afirma que por primera vez en la historia contemporánea se planificó un sistema de propaganda centrada en la radio. Inicialmente, se tomó el control público de las radioemisoras ya existentes en Alemania y se centralizó su administración.

Luego se dominó el contenido emitido mediante el envío exclusivo de noticias escogidas y se seleccionó el personal contratado, que debía someterse a las indicaciones del nuevo Ministerio de Propaganda.

Según Burleigh, Goebbels predijo confidencialmente que este “instrumento para influir en las masas, el más moderno de todos”, sustituiría a los periódicos.

Basado en esta certeza se le brindó un especial cuidado al adoctrinamiento masivo por medio de la radio que tenía por fin convertir a Hitler en el líder único e indiscutible del pueblo alemán.

El receptor del pueblo

El método que se ideó para lograr la fidelización de la población fue novedoso. Se acordó en marzo de 1933 con diferentes empresas manufactureras privadas alemanas, entre ellas Siemens, Bosch y Telefunken, la fabricación a bajo costo de radios de baja frecuencia que limitaba su alcance a las emisoras locales. Estas radios de llamaron Volksempfänger, literalmente traducido como el receptor del pueblo.

El objetivo de esta estrategia era que en cada hogar alemán hubiera una radio y que ésta se convirtiera en el instrumento cotidiano de propaganda.

Goebbels en persona supervisó la producción de las Volksempfänger y el precio de venta al público. El modelo más popular fue VE301 (301 viene de 30 de enero de 1933, el día que Hitler llegó al poder), se produjo desde 1933, y se vendía por 76 marcos, aproximadamente la mitad del costo que cualquier otra radio de la época.

Gracias a los subsidios que recibieron las empresas y su producción masiva, las ventas de radio se dispararon, al punto que cada hogar proletario pudo disponer de su propia radio. Se calcula que entre 1933 a 1940 Alemania se convirtió en el país con mayor número de radios del mundo pasando de tres a más de diez millones de aparatos.

Este enorme dispositivo de propaganda radial se completó con el bloqueo de frecuencias extranjeras, espacialmente británicas, francesas y soviéticas, y el diseño de una programación uniforme para todo el país.

Se partió de la asimilación de la voz radiofónica con el pueblo alemán. Así, la propaganda nazi se identificó con “La voz del pueblo” y ésta con la palabra y el pensamiento del Führer. La radio se convirtió rápidamente en el principal medio de propaganda del nacionalsocialismo y su mayor logro fue la conformación de una única opinión pública en donde no tenía cabida otra información u opinión que no fuese la oficial.

Dominar y entretener

La voz de los comunistas, liberales, socialistas y otras expresiones políticas alemanas desaparecieron del escenario público.

La programación radial estuvo concienzudamente diseñada. Se seleccionó con gran atención la música que se difundía, eliminando la denominada música “negra” (estilos como el jazz, el foxtrot o el charlestón de origen estadounidense) o de compositores judíos.

Se reproducía música clásica y folclórica alemana, preferentemente grandes conciertos de orquestas filarmónicas. Los noticiarios como “La lucha por la Nación” llamaba a realizar sacrificios según los deseos establecidos por Hitler y difundía los logros del régimen nazi. También se incluían juramentos de las organizaciones partidarias como el de la Juventudes Hitlerianas, o discursos de Hitler en mítines políticos.

Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939 se prohibió escuchar radios extranjeras, delito que llegó a ser penado con la muerte.

Esta fue la culminación de las políticas propagandísticas de Goebbels, en donde la radio jugó un rol central, que sin duda alcanzó un gran éxito que posteriormente pretendió ser reproducido por otros regímenes políticos hasta el presente.