Memorias enterradas
Exploramos la enigmática ausencia de registros sobre los pioneros de nuestra ciudad y cómo la introducción de la ley del registro civil marcó un cambio profundo en la estructura social, desde el control eclesiástico hasta la redefinición de los lugares de descanso eterno
Por Sebastián Reynoso
Cuando nos adentramos en los orígenes de los primeros habitantes de nuestra ciudad, encontramos un vacío histórico lamentable, aunque en realidad no somos una localidad tan antigua. Esta carencia de registros podría deberse a la pérdida o la falta de documentación en su momento. Se plantea la posibilidad de que los datos no se hayan documentado correctamente a lo largo del tiempo.
Se cuenta que apenas unos años después de la fundación de Villa Mercedes, surgió una ley conocida como el registro civil, la cual despojó a las iglesias de su autoridad para registrar nacimientos y defunciones.
Antes de esta ley, las iglesias mantenían un control implícito sobre la sociedad civil. Sin embargo, las autoridades de la época consideraron que había llegado el momento de poner fin a esta influencia eclesiástica.
Esta decisión se basó en múltiples factores, entre ellos, preocupaciones de salud pública que podrían estar siendo relevantes aún en la actualidad. Así fue como se dio un paso crucial: se estableció la obligación de depositar los cadáveres en un cementerio.
El lugar designado para el cementerio estaba alejado de la incipiente ciudad en aquel entonces. En esos primeros momentos, se utilizaban parcelas diminutas para los entierros, y todos los difuntos eran inhumados, ya que ni los nichos ni los mausoleos existían.
Esta nueva ley abolió la antigua costumbre de enterrar cuerpos en el interior de las iglesias, salvo en casos excepcionales como figuras destacadas de familias poderosas, que eran sepultadas directamente dentro del templo.
No es necesario buscar muy lejos para encontrar evidencias de esta práctica. En la iglesia Nuestra Señora de las Mercedes, por ejemplo, se pueden encontrar indicios de que descansan los restos de ciudadanos influyentes de aquel tiempo. Sin embargo, para aquellos que no gozaban de un estatus social favorable y fallecían en circunstancias diversas, se reservaba un destino distinto: el fondo del emblemático Parque España.
Aquí, donde solía encontrarse el regimiento y el cuartel, se enterraban tanto los sublevados como los desertores, así como miembros del pueblo Ranquel que buscaban hacer valer sus derechos por la fuerza, solo para ser fusilados y sepultados en ese mismo lugar.
Es lamentable que esta historia no haya dejado un rastro documental de los sucesos vividos en aquellos años. La falta de registros podría haberse originado por la renuencia a asumir responsabilidad por los hechos.
No se busca avivar antagonismos que aún pueden estar latentes en la sociedad actual. Al contrario, la reacción ante las injusticias ha sido inherente a la naturaleza humana a lo largo de los tiempos, una constante que se refleja al mirar hacia atrás en la historia.