La Aldea y el Mundo, San Luis

Verde que te quiero verde

Por Raquel Weinstock

El ejercicio intolerante del dominio sobre el universo y su equilibrio, denuncia al hombre como indiscutido culpable ante el agotamiento de recursos no renovables.

Somos responsables del caos que empuja y alimenta la enfermedad del planeta.

El reclamo sobre el medio ambiente es un parámetro en el que, nuevamente, el poder desmedido encuentra fundamentos para alimentar protagonismos, y es difícil pensar que seremos capaces de una actitud desinteresada frente al caos.

Básicamente, un planteo sobre medio ambiente incluye como punto de partida, la solidaridad.

Solidaridad ecológica de cara al planeta.

Solidaridad humana para transformar la historia del hombre, que no visualiza sus actitudes contaminantes en la interacción con el género.

Varios rostros representan la contaminación ambiental, el más definido es el de la capacidad de violencia. Esa violencia diaria, sistemática y muy bien ejercitada que dio lugar a guerras, que justifica el hambre, que agudiza la desigualdad y el totalitarismo.

Guerras que segaron millones de vidas, árboles, flores, millares de verdes y fértiles extensiones, que inermes recibieron el impacto de las bombas, en vez del prodigio de la lluvia, del agua.

Cómo pensar el medio ambiente, sin reconocer nuestro microclima interno y la reverberación de su proyección. Educados en la invasión, creamos límites para no permitir que otros transgredan, lo que con soberbia consideramos nuestro.

Nuestro el planeta.

Nuestro su destino.

Nuestro el derecho de transformarlo según la necesidad del confort banal y del consumo.

Nuestra la sentencia de su muerte.

¿Dónde encontrará, este acabado eslabón de destrucción que representamos, fuentes de desarrollo y supervivencia, cuando la naturaleza colapse contra su egoísmo?

La historia universal testifica un destino de autodestrucción sin regreso.

¿Será el hombre capaz de detenerse en la incomprensible carrera de autodestrucción, donde reina y define irracionalmente el futuro degradado del planeta?

La solidaridad y la convivencia siguen siendo fuentes y respuestas. 

El desafío pareciera requerirnos solidarios y auténticos, dispuestos a acompañar en armonía el desarrollo natural de nuestra especie. Latiendo, sobriamente, sobre los pulsos del planeta.

Aprendiendo a pactar con un estado de paz para lo humano.