Vamos despacio, serenas,
con todo clarito…
IRIS
Nena, nena, menos mal que me anticipé pidiendo tranquilidad, mucha tranquilidad. Serenate. Hay que estar informada, pero no volverse loca. Lamentablemente lo sospechábamos. Esto es un loquero. Una vez más nos van a joder a los jubilados, ya sabíamos, pero esta vez me parece que se fueron a los caños. Ni leyes, ni Congreso, ni nada. Todo decreto, y se ríen. Se creen medio genios. Y dicen que nosotros tenemos no se qué de Estocolmo. Yo no me hago un solo análisis más. Si lo tengo, lo tengo. Y tampoco puedo comprar más remedios. No me quedan horas libres para tomar pastillas. Y estoy harta de hacer papelitos para el PAMI. Me van a sacar corriendo. Además, el nombre es repaquete, ahora averigüé bien: Síndrome de Estocolmo. Sería una enfermedad importada. Estocolmo es la capital de Suecia, abarca catorce islas y más de cincuenta puentes. Es un extenso archipiélago del Mar Báltico. Pero el síndrome de Estocolmo es otra cosa. El síndrome de Estocolmo es un fenómeno paradójico en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor como respuesta al trauma del cautiverio, lo cual ha sido observado en diferentes casos, tales como secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia de pareja, miembros de cultos, actos terroristas, y otras cosas parecidas. Te aclaro los síntomas del síndrome de Estocolmo por las dudas: la víctima desarrolla sentimientos positivos hacia la persona que la mantiene cautiva o abusa de ella. La víctima desarrolla sentimientos negativos hacia la policía, las figuras de autoridad, o cualquier persona que podría estar tratando de ayudarles a alejarla de su captor. El primer caso: Jan-Erik Olsson, un convicto apodado “Janne”, tomó como rehenes a cuatro empleados de banca en la cámara acorazada de un banco del centro de Estocolmo el 23 de agosto de 1973, desencadenando una crisis de seis días y el nacimiento de una psicosis hoy tristemente célebre. Volviendo a estos tipos, a mí me parece que además son muy soberbios, se la creen. Son los mismos que hicieron muchas macanas, y se llevaron mucha guita de la verdecita con la cara de Washington.
Dicen cambio, pero yo los veo a Patricia y a Caputo, que ya estuvieron antes. Y de acá, de la provincia, mejor no hablar. La Hildita está desesperada, le van a pagar en dos veces. No le sucedió ni al padre, ni a la abuelita. Nunca sucedió en San Luis. Un desastre. Por favor, muchachos a ponerse las pilas y a dejarse de embromar. Perjudiquen a otros.
Justo hoy domingo 24. No me gusta que caiga en domingo. Prefiero otro día. El domingo ya es el domingo. En fin…toca cuando toca. Nosotros suspendimos los regalitos. No hay plata. Al final a mí me gustan las fiestas. Me pongo media, media, porque me acuerdo de otros tiempos. Otras mujeres y otros hombres de mi familia y de mi afecto con los que compartía la mesa de Nochebuena. Están todos finados por unanimidad. Los quise mucho. Igual es un ratito, después lo supero. Otros tiempos. Muchos recuerdos. Otra forma de vivir la vida. Tomaba bastantito antes y tomo bastante ahora. Eso sí, eso no cambió. Me entono y empiezo a hablar de gusto, a cantar y a contar cuentos viejos. Por otra parte, son siempre los mismos, los cuentos digo.
Un poema, un mensaje colosal:
Si este fuera
mi último poema,
insumiso y triste,
raído pero entero,
tan solo escribiría
una palabra: Compañero.
Maurico Rosencof, uruguayo.
Otro:
…Hagamos un balance del pasado, como socios arruinados, sin rencor. Hablemos sin culparnos a los dos, porque al final salvamos lo mejor…
De “Nuestro balance”, Chico Novarro.