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Los grifos de la vida: del pasado y del presente

Por Tono Escuálido / Especial para La Opinión

El frío polar se hace sentir en la tarde quinense. Afuera ya se nota que está helando y el café es un lugar para muchos parroquianos un amparo del frío.
Adentro hay varias personas charlando amenamente y está también Domingo Arce, una “memoria viviente del pueblo”.
Nos saludamos como siempre y la charla comienza con una pregunta simple: “¿Domingo, cómo era la provisión de agua en Quines en los años 50?”.
Domingo fija su mirada a lo lejos, como hurgando en sus recuerdos para emprender un viaje fugaz al pasado.
Sonríe y narra: “En los 50, el agua para consumo humano era provisto por dos grandes tanques. Uno estaba ubicado en la plaza Vieja y era atendido por Carlos Amaya”.
Luego comenta que en el año 50 había unas placas con la inscripción ANDA (Administración Nacional de Agua) y que luego fueron cambiadas por las de inscripción OSN (Obras Sanitarias de la Nación ).
En ese viaje mágico, Domingo nos grafica con sus claras palabras que el agua no llegaba a las casas como en la actualidad. A diferencia del presente, en esa época había que ir a buscar el agua potable.
Esos tanques almacenaban el vital elemento y desde allí, a través de diferentes conexiones, llegaban a los grifos públicos, hechos de cemento. Tenían un botón que con solo presionarlo proveía de agua. Los vecinos y vecinas llenaban los tachos y los llevaban a sus hogares.
Si bien era muy rudimentario y demandaba un esfuerzo, para la época era muy importante y esencial para acceder a agua de calidad.
También crearon una forma de changa (se llama así al trabajo informal y transitorio), el de llevar el agua a los vecinos.


Según los datos aportados por Domingo Arce estos grifos estaban ubicados en las esquinas de:

  • Sarmiento y San Martín
  • Moreno y 9 de Julio
  • Moreno y Pueyrredón
  • Moreno y San Martín
  • Pueyrredón y Colón (Barrio Estación)
  • Colín hacia el norte (Barrio Estación)
    En la calle Juan XXIII, frente la familia Catalini (plaza Vieja ) había un surtidor y en el mismo barrio, cerca de la ubicación de la Iglesia de la Virgen del Rosario, otro grifo frente la vivienda de la familia Ponce.
    Sin lugar a dudas que había una ingeniería en las conexiones desde los tanques hacía los grifos.
    Según Domingo, lo que ayudaba mucho era el sistema de riego que tenía Quines en esos años. Lo hacían a través de canales y acequias que llevaban agua, en forma continua, hacia los potreros, aunque también cruzaban el pueblo en todos los barrios y lugares poblados, cuyos moradores usaban esa agua cruda para lavar, hacer la limpieza del hogar y regar las huertas.
    Esta red de riego permitía la producción de duraznos, higueras y parrales. Su relato me transportó hacia mi tiempo de niñez en la década de los setenta, sentado al lado de mi abuela en el fogón, tomando mates de leche con torta frita cuando esperábamos el verano para cosechar algunos duraznos de su huerta, que por lo general comíamos de la planta, pero también en compota y pelones.
    Por eso, en un tiempo Quines se hizo conocer por sus pelones de durazno y por las pasas de higo.
    Mirando hacia la plaza Lafinur, Domingo muestra por donde cruzaban los canales que llevaban progreso y bienestar.
    El viaje al pasado de la mano de don Domingo Arce otra vez llega a su final, recordando fragmentos de la vida, tradiciones y costumbre que motivan nostalgia. ¡Qué lindo que era ese Quines!
    Hoy existen en algunos de los lugares indicados por don Domingo los grifos y vestigios de la red de canales en la zona céntrica , unos en desuso y los otros borrados. Es una lástima. Quines se preparaba para ser grandioso, hasta ahora no logramos saber qué nos pasó, hoy en día no sabemos cómo subsanar o remendar la desaparición de los canales de riego.