EL CAMINO HACIA LA UNIFICACIÓN
A 30 años de que Alemania volviera a ser un solo país, la historia de un proceso con múltiples aspectos y protagonistas
Por Guillermo Genini
“¡No vamos a abandonar a nuestros compatriotas de la RDA!!!!”
Esas palabras pronunciadas por el Canciller de la República Federal Alemana, Helmult Kohl, arrancaron una ovación del público que se reunió en Dresde, tras la entrevista clave entre los mandatarios de las dos Alemanias. El 19 de diciembre de 1989, dejando atrás un ambiente de tensión e incertidumbre, era evidente que la unificación alemana sería una realidad, aunque se desconocía el plazo y las condiciones.
Las claves de este proceso histórico fueron paz y unidad. Conceptos inapelables para Alemania, Europa y un mundo en crisis producto del derrumbe del Bloque Comunista o Soviético que precisamente había comenzado en la República Democrática Alemana el 9 de noviembre de 1989 con la Caída del Muro de Berlín.
Sin embargo, no hay que confundir un hecho con otro. La Caída del Muro de Berlín fue un acontecimiento extraordinario que tuvo repercusiones mundiales y que para muchos historiadores marcó el fin del siglo XX.
La Unificación Alemana, por el contrario, fue un proceso de una dinámica acelerada con múltiples aspectos y protagonistas que cambió la historia de Europa, cerrando un ciclo iniciado en 1945 con la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial. Este proceso se dio en contexto específico que marcó el fin de una época.
La caída del Bloque Soviético
A fines de la década de 1980 la Unión Soviética y los regímenes comunistas en los países del este de Europa vivieron una oleada de intentos reformistas y posteriormente de revoluciones que provocó en muy poco tiempo la disolución del Bloque Soviético que se había formado tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Este rápido e inesperado derrumbe comenzó en 1989 con aperturas prodemocráticas y procapitalistas en Hungría y Polonia, pero se hicieron mundialmente visibles cuando la República Democrática Alemana (RDA, también conocida como Alemania Oriental o del Este) habilitó a sus ciudadanos a ingresar libremente a la República Federal Alemana (RFA), hecho histórico conocido como la Caída del Muro de Berlín.
Las movilizaciones populares y pacíficas contrastaron con la rigidez del régimen político de la RDA que encabezaba el Partido Socialista Unido de Alemania (PSUA) y su presidente, Erich Honecher. Estos rechazaban cualquier intento de iniciar reformas políticas y económicas tendientes a la liberalización del régimen.
La Unión Soviética, envuelta en su propia dinámica de reformas denominada perestroika desde 1987, ya había adelantado su criterio de no intervenir militarmente en los conflictos de las repúblicas comunistas del este de Europa.
Así, librada a su propia suerte, la RDA enfrentó sola la crisis de legitimidad de un régimen político que se había caracterizado por el control policíaco de su población y la eliminación de cualquier disidencia interna.
Por su parte, la República Federal Alemana, liderada por el Canciller Helmut Kohl, se mostraba expectante ante los cambios producidos y acogía en su territorio a los alemanes orientales que lograban cruzar las fronteras.
Sin embargo, la dinámica acelerada de los acontecimientos, planteó de inmediato la alternativa de una posible unificación que implicaba dos alternativas: la desaparición de las dos Alemania (la RFA y la DRA) y el nacimiento de un nuevo Estado alemán único, o la incorporación del RDA a las estructuras políticas y económicas de la RFA.
La transición alemana
Pocos días después de la Caída del Muro de Berlín, Hans Modrow, nuevo Presidente de la RDA, pretendió iniciar conversaciones con Kohl para obtener las garantías necesarias en una transición hacia la democratización de la Alemania Oriental y asegurar su estabilidad económica (básicamente un acuerdo confederativo manteniendo dos Estados separados).
Por su parte, Kohl logró del Parlamento Federal de la RFA la aprobación de su Programa de los Diez Puntos, que implicaba una acción en conjunto que combinaba ayuda económica con condiciones políticas: la disolución del PSUA, elecciones libres y multipartidistas, transición de una economía planificada a una de mercado (capitalista), la liberación de los presos políticos y la disolución de la Stasi, la temida policía secreta del Estado, entre otros aspectos.
Tras las conversaciones de Dresde del 19 de diciembre de 1989 entre Modrow y Kohl, quedó evidenciado el triunfo político y estratégico del segundo, lo que aseguró el inicio del proceso de unificación de Alemania.
Uno de los aspectos más urgentes era evitar el colapso económico y social de la RDA. Para ello se inició una política de subsidios y créditos a la Alemania Oriental, que culminó en una polémica unificación monetaria entre las dos Alemanias.
En definitiva se impuso el marco alemán dela RFA por sobre el marco RDA como moneda común, lo que implicó una gran desigualdad salarial entre los ingresos del Este y el Oeste.
La población de la Alemania Oriental vivía con una mezcla de euforia e incertidumbre los vertiginosos cambios que se presentaban casi a diario: nacimientos de nuevos partidos políticos, eliminación del Estado de bienestar tal como tenían asegurado bajo el régimen comunista, transformación (y en muchos casos, liquidación) de las empresas estatales germano-orientales, introducción de la propiedad privada, entre otros.
En este contexto hizo su aparición en la RDA un fenómeno desconocido: el desempleo.
Por complejos y acuciantes que fueron estos problemas, un aspecto presentaba una dificultad mayor.
¿La Unión Soviética y los aliados occidentales de la OTAN permitirían la unidad alemana?
Este interrogante era crucial pues, sin la aprobación de las antiguas potencias ocupantes de Alemania (Unión Soviética, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia), la unificación era inviable. El gobierno de Kohl, actuó de manera unilateral acelerando los cambios en la Alemania Oriental, mientras trataba de tranquilizar a sus socios occidentales que temían el nacimiento nuevamente de una Alemania unida, poderosa y potencialmente agresiva.
Bajo los principios de paz y unidad los negociadores alemanes lograron la aceptación del retiro de las tropas de la Unión Soviética del territorio de la RDA y su incorporación a la OTAN.
Por su parte, los aliados occidentales aceptaron, no sin reparos y desconfianzas,un acuerdo por el cual la Alemania unificada limitaría su poderío militar y renunciaba a todo reclamo territorial sobre las naciones vecinas, garantizando especialmente la frontera con Polonia. Este verdadero triunfo internacional del gobierno de Kohl permitió iniciar las negociaciones para lograr un acuerdo de unificación entre los alemanes.
Apelando al marco de legalidad que persistía tras la Segunda Guerra Mundial, los dos Estados alemanes iniciaron la elaboración de un controvertido acuerdo de unificación.
Este determinaba la incorporación de la RDA a la organización federal, disolviendo su Parlamento y trasladando su representación al Parlamento Federal, y el establecimiento de la capital del Estado unificado en Berlín, hecho que se concretó en 1991. El 20 de septiembre el Tratado de Unificación fue aprobado por sendos Parlamentos entrando en vigencia el 3 de octubre de 1990, fecha que desde entonces es conmemorada como el Día de la Unidad Alemana.
A 30 años de la Unidad Alemana, hito fundamental en la construcción de una Europa unida, los desafíos a los que se enfrentó este vertiginoso proceso aún siguen vigentes, pero ha quedado demostrado que para el pueblo alemán era posible una construcción pacífica y común.
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