REVISANDO EL MAPA EUROPEO
El Tratado de Trianón, firmado hace 100 años, estableció límites fronterizos que Hungría hoy desea cuestionar. Las claves del acuerdo considerado una “tragedia nacional”
Por Guillermo Genini
El Gran Palacio de Trianón se encuentra en complejo palaciego de Versailles, a las afueras de París, Francia. En sus monumentales salas barrocas se firmó el controvertido Tratado de Trianón el 4 de junio de 1920, último tratado internacional ratificado producto del fin de la Primera Guerra Mundial. En sus cláusulas se estableció el reparto definitivo de los territorios bajo dominio de Hungría en el centro de Europa.
A un siglo de la firma, el actual Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán, impulsa su revisión. Promoviendo un discurso nacionalista, conocido como soberanista o irredentismo húngaro, Orbán ha comenzado a agitar el escenario europeo con reivindicaciones territoriales que pone en peligro los logros de la convivencia pacífica de la Unión Europea y altera las relaciones con sus vecinos. Una breve perspectiva histórica podría explicar este escenario.
Fronteras cambiantes
El centro de Europa desde antiguo fue asiento de múltiples pueblos con culturas, idiomas y religiones diferentes. Durante la Modernidad las fronteras se movieron constantemente.
A mediados del siglo XIX la potencia dominante era el Imperio de los Habsburgo, dinastía de origen austríaca que logró controlar los territorios y estados circundantes. El principal de estos estados era Hungría, reino cristiano con capital en Budapest que, desde su derrota en el siglo XVI en manos de los turcos otomanos, había perdido su independencia.
Pese a ello, los húngaros conservaron una fuerte identidad cultural e idiomática siendo la población más numerosa en el curso medio del Río Danubio.
Las aspiraciones húngaras de lograr un mayor grado de libertad e influencia en el escenario europeo, se concretaron en 1867 cuando bajo amenaza de rebelión se firmó el Compromiso Austrohúngaro.
Desde este momento el Reino de Hungría formaría parte del Imperio austríaco como un territorio autónomo, es decir con una política interna propia, siendo parte integrante del nuevo Imperio Austrohúngaro, entidad bicéfala pues el Emperador austríaco era a su vez Rey de Hungría. Este Imperio tuvo de hecho dos capitales y dos parlamentos: uno en Viena y otro en Budapest.
El Imperio Austrohúngaro llegó a ser una de las potencias más importantes e influyentes de Europa de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Los territorios controlados y administrados por Hungría no constituían un Estado-nación, ya que su población se componía de varias nacionalidades.
En el Reino de Hungría el grupo étnico más grande era el húngaro (poco menos del 50 % de la población). La otra mitad de la población la formaban alemanes, eslovacos, serbios, croatas, ucranianos, polacos y rumanos.
La composición múltiple de la población originaba tensiones, pero no ponía en riesgo el orden logrado. Sin embargo, el gobierno de Budapest implementó una creciente política de magiarización de las minorías (a los húngaros se los conoce también como magiares), tratando sobre todo de imponer el idioma húngaro.
Del Imperio a la República
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el Imperio Austrohúngaro formó parte de los Aliados junto al Imperio Alemán y otros estados. El peso de la guerra destruyó gran parte de los logros políticos y materiales obtenidos por el orden imperial. Con la derrota sufrida finalmente en 1918 frente a las potencias de la Entente, el Imperio Austrohúngaro colapsó y se disolvió.
Si bien el fin de la Primera Guerra Mundial alteró profundamente el mapa de Europa por la desaparición de cuatro grandes imperios (alemán, austrohúngaro, ruso y otomano), el caso húngaro fue el de más larga resolución junto con el turco.
El 3 de noviembre de 1918 se firmó un armisticio que puso fin a la guerra para el Imperio Austrohúngaro. Pocos días después el Imperio Alemán hacía lo mismo.
Frente a la derrota imperial, una coalición de partidos proclamó la independencia de Hungría del Imperio el 16 de noviembre de 1918, formando la República Popular de Hungría. Terminaba así la larga unión con Austria que tanto había marcado el destino de los húngaros.
Los objetivos del nuevo gobierno eran crear las condiciones para establecer una organización republicana estable y defender las fronteras heredadas o al menos asegurar la integridad territorial de los húngaros. Ninguno de estos objetivos se logró.
En las Conversaciones de París, las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia principalmente) impusieron duras condiciones para Hungría que debía perder la mayor parte de su territorio en manos de las naciones vecinas o a nuevas naciones como Checoslovaquia y Yugoslavia que estaban naciendo. El gobierno húngaro, presidido por Mihály Károlyi, se negó a firmar este tratado.
Carente de apoyo interno, la nueva República Húngara se disolvió y en marzo de 1919 se proclamó la República Soviética Húngara dominada por una coalición de comunistas y socialistas.
Las tropas desmovilizadas tras el fin de la guerra crearon una delicada situación posbélica, pues el nuevo estado húngaro no pudo contar con un ejército organizado para hacer valer sus reclamos territoriales. Pese a ello, la mayoría de los políticos y de la población húngara persistía en sostener el orden heredado, sin percatarse de las graves consecuencias que la derrota en la Primera Guerra Mundial se cernía sobre su futuro.
Ya a fines de 1918 los rumanos ocuparon parte de Transilvania y los checos, Eslovaquia. Pese a los intentos de recuperar por medios militares los territorios perdidos, las tropas húngaras, inferiores en número y más equipadas, fueron derrotadas y los rumanos ocuparon parte de Bucarest en agosto de 1919.
Un nuevo colapso político afectó a Hungría. El gobierno comunista fue apartado del poder y se restauró la monarquía bajo la regencia del Almirante Miklos Horthy con el apoyo de las potencias vencedoras, quien estuvo dispuesto a terminar las negociones de paz.
El Tratado de Trianón
Las condiciones del tratado se conocieron en enero de 1920 en París y pese a sus duras condiciones, finalmente el Tratado de Trianón fue firmado por el gobierno de Horthy el 4 de junio de 1920 entre Hungría y las potencias vencedoras.
Así culminaba el proceso de desmembramiento del antiguo Imperio, cediendo Hungría grandes territorios a favor de Rumania, Yugoslavia y Checoslovaquia. Italia, Austria y Polonia también obtuvieron fragmentos menores de los antiguos territorios dominados por los húngaros.
Este tratado no sólo redujo a Hungría a un pequeño país centroeuropeo centrado en el curso medio del Danubio, rodeado de regiones que le habían pertenecido anteriormente, sino que, además, gran parte de la población húngara se convirtieron en importantes minorías en países vecinos.
Esto originó que a lo largo del siglo XX las relaciones de Hungría con sus vecinos estuviesen condicionadas por los conflictos originados por la situación de esas minorías húngaras, ya que sólo una parte de esa población emigró al reducido territorio de la nueva Hungría.
El Tratado de Trianón puso término a más de siete años de guerra para los húngaros, pero con graves consecuencias para su Estado y su sociedad. Cambiaron definitivamente las condiciones políticas, económicas, geográficas, culturales y sociales de Hungría. La remodelación de las fronteras en la Europa Central modificó traumáticamente los derroteros de la historia húngara que perdió dos tercios de su territorio y más de tres millones de húngaros quedaron separados de su estado nacional.
Así, no es de extrañar que en la actualidad el gobierno de Orbán esté agitando la bandera de la revisión del Tratado de Trianón, que ha sido catalogado como tragedia nacional. Sin disimulo, los partidarios de Orbán manifiestan sus deseos de volver a la Gran Hungría, es decir, la situación previa a 1918.
Frente a estas tendencias nacionalistas y soberanistas, los países vecinos, especialmente Rumania, Croacia y Eslovaquia, se muestran preocupados por un improbable cambio del mapa de Europa impulsado por Hungría, que esperan no pase de un discurso para el consumo interno. Para ellos, el Tratado de Trianón, ya es Historia.
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