Notas Centrales, San Luis

La juventud en el alma

Con el asombro y la memoria como brújulas, Livia Felce reflexiona sobre la prolífica trayectoria de su padre

Por Matías Gómez

Escritor nocturno

“Le gustaba escribir de noche, tarde, cuando el ruido de la calle se apagaba, al menos durante los años que vivimos en la calle Uriburu al 1000 en que pasaba un tranvía por la puerta. 
A veces ponía la hora en que terminaba una poesía, eso lo hizo con su primer libro. En general escribía y dejaba que la escritura reposara hasta hacerla publicar. Como los buenos vinos les daba tiempo y a veces corregía algún sinónimo. 
No sucedía lo mismo con los artículos que le encargaban tanto de la revista ´Todo es historia´ donde colaboró desde el número cero, hasta poco más del número quinientos o en las revistas  ́ Continente´, ´El Hogar´, entre otras. Muchas en las que aparecieron sus artículos sobre costumbres de Buenos Aires, exposiciones de pintura y cancionero argentino. 
Era conocedor de muchos temas: abogado sin ejercer, estudioso e investigador de historia. Sus romances se basan en hechos históricos, detalles sacados de cartas, etc.”, contó su hijastra Livia Felce.

En “Ruidos nocturnos”, el poeta describe esa búsqueda creativa: 

“Tristes maderas, vidrios o sufrientes herrajes, 
anillos, foscas piedras, caracoles marinos,
 lamentan en la noche sus contrarios destinos 
y buscan sus orígenes, extraños y salvajes.” 

Y hacia el final este poema brinda un resplandor tenue: 

“Y con el alba tímida, súbitamente callan
y de nuevo en las sombras, en su lamento estallan, 
y las palabras inician con los ruidos nocturnos”.

Explorador de las formas

El autor, nacido el 6 de febrero de 1915 en Villa Mercedes, fue además abogado, historiador, crítico de arte, pintor, coleccionista y botánico aficionado. 

De su talento, el poeta Pablo Neruda opinó: “León Benarós dio al romance su verdadera magnitud, alcanzando un nivel que ni el mismo García Lorca había tratado de profundizar”. 

“Benarós tenía dos amores paralelos: la poesía lírica o intimista, y el romance o la copla popular en la que basaba los temas que le inspiraron hermosas décimas”, agregó Livia.

Aunque es conocida su trayectoria en el folklore -porque, según explicó, lo vivió antes de escribirlo-, el villamercedino de ascendencia marroquí también experimentó con imágenes y conceptos. “La cebolla es un templo”, comienza su libro “Bello mundo” donde juega con la ciencia y el surrealismo. Otro poema se titula “Principios de genética”

En una carta, el escritor y dramaturgo Marco Denevi destaca esta faceta experimental de Benarós porque “encuentra lo mayor en lo menor”. 

Es que el asombro fue el combustible en todas sus producciones artísticas.

Reconocimiento nacional e internacional

Su primera obra, “El rostro inmarcesible”, de 1944, ganó el Premio Municipal de Literatura y, entre otras distinciones, fue elegida “El Libro del Mes” por un jurado formado por Jorge Luis Borges, Pedro Henríquez Ureña, Victoria Ocampo, Enrique Amorío, Baldomero Fernández Moreno y Martínez Estrada.

De su pluma germinó la zamba “La Tempranera” que incluso fue grababa por Mercedes Sosa.

El poeta también ejerció la docencia, viajó como conferencista de pintura argentina por París, Madrid, Lima, Bogotá, Caracas, Quito y La Paz. Además compuso junto a Adolfo Ábalos, Eduardo Falú, Jorge Cafrune y Mariano Mores.

León Benarós fue cofundador de la revista literaria Correspondencia México-Argentina (1946) y del periódico Contrapunto (1944-1945). 

Asimismo, colaboró en la prensa nacional e internacional. 

Obtuvo múltiples reconocimientos. Fue miembro fundador de la Academia de Lunfardo. Algunas de sus creaciones han sido traducidas al francés, al inglés, al alemán y al quechua.

El autor, perteneciente a la generación del 40, murió a los 97 años, el 25 de agosto de 2012. 

Publicó más de veinte libros y como letrista registró 250 obras donde dialogan o luchan caudillos y rastreadores, entre otros personajes inolvidables.

“Papá solía tener un cuaderno de proyectos, al menos con los títulos. Un libro que figura inédito es Biografía del Tango, que nunca completó. 

Publicó artículos y expuso en la Academia Porteña del Lunfardo. No tengo más que algún poema suelto y que tal vez se haya publicado en revista. Pero carezco de un inventario”, indicó Livia.

Pilares

“En los primeros años, cuando se conocieron, mi madre Emma escribía cuentos, críticas de libros. Y en la misma revista Nosotros, en donde ambos publicaban, nació el amor que los uniría durante cincuenta y cinco años. 

Ambos hicieron juntos varios libros de recopilaciones, sobre temas diferentes. Imagino que buscaban textos en bibliotecas. Ninguno tenía aún una colección tan completa como para no recurrir a una institución nacional”, recordó.

“Mi madre y yo leíamos en voz alta sus poesías y disfrutábamos de la música, de la cadencia y el tema que abordaba. Lo admirábamos, como luego tantos poetas se unieron para premiarlo. 

Tuvo muchas distinciones que no buscó. Pero imagino que los premios son como una certificación de que algo está bien hecho, de que encuentra resonancia”, agregó sobre su padre, quien se casó dos veces con Emma.

Benarós pasó su infancia en una antigua quinta de Lomas de Zamora, después vivió en La Pampa y en Mendoza, antes de radicarse en Capital Federal. Sin embargo, la esquina donde nació, Buenos Aires y 9 de Julio, en Villa Mercedes, fue su oasis.

Entre pinceladas y reflexiones

Primero en borradores, luego a máquina, León desarrolló una disciplina literaria desde los 14 años, con mínimas vacaciones, hasta los 92. Y no sólo se volcó al papel. 

“La pintura fue su entretenimiento siempre. Por ejemplo, al dedicar un libro dibujaba un gaucho, o flores, que las conocía bien ya que escribió no sólo El Libro de las  Flores, sino también Flores Argentinas, quince canciones con el maestro Carlos Guastavino. 

Cada fin de año enviaba a sus amigos unas ochenta tarjetas pintadas por él y mamá le ayudaba a ensobrar. Hizo ya en edad avanzada dos exposiciones en Centoira, una galería de arte, una de Flores y otra de Cielos y Flores. Temas sin modelo, de su inspiración en técnica mixta. Temas alegres, coloridos, uno de ellos pintado a los noventa años. Tenía juventud en el alma”, expresó Livia.

En su poema, “Por el filo del tiempo me resbalo”, pide: 

déjenme ser, llevado por los vientos
 rescatado por altos pensamientos
llenando con pasión horas vacías.
 Andando y vivencia, aunque fugaz y herido
 precipitado a lo desconocido
desde los barrancales de los días”.

Más adelante, en otro volumen, retoma esa preocupación y se dirige al tiempo: 

¿Sucesión interminable
o inmóvil eternidad? 
nos mides y nos señalas
 la hora de la verdad. 
Si alguna piedad te queda
convéncenos de volver.
Concédenos un instante
 para expresarnos y ser”.

Cuando Benarós aborda su finitud, desde la métrica lírica, subyace tal vez un deseo por el origen, un eco de su infancia perdida, de sus campos de alfalfa, de las mudanzas, cafés, guitarras o espejos insomnes. Acaso un retorno entre batallas que no han perdido actualidad, ni tensiones. Y vivió casi cien primaveras para regalarnos una aventura donde los vientos no doblegan. Más bien esparcen.