Expresiones de la Aldea, Notas Centrales

BITÁCORA DE PANDEMIA


Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia

La Opinión/ La Voz del Sud

Nos asomamos al cuaderno de viaje en pandemia de Marcelo Machado, promotor de la lectura:

Antes que la Organización Mundial de la Salud a finales del año 2019 empezara a considerar que una epidemia de origen animal llamada COVID-19 atacaba en una provincia de China, aunque ya estaba en 29 países fuera de China, decía, antes de esto, el iluso en mí pensó que, a pesar de los mercados globalizados, eso sucedía muy lejos de mí realidad y en el caso de llegar, descuidado me preguntaba ¿en cuánto afectaría mi vida?

Para marzo del 2020 estábamos en el medio de una ansiedad por conseguir barbijos o alcohol en gel, la suspensión de actividades masivas, aparecían los primeros indignados por la suspensión de vuelos internacionales, las medidas de aislamiento y distanciamiento social obligatorio. Ya no importaba lo que pensaba el iluso en mí. La realidad es ese bloque que te cae de lleno, que te empapa hasta los huesos y no pasa solamente en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las conversaciones de pasillo y o en el ascensor. Está acá, es concreta y te interpela.

Entre mayo y junio las redes de información de diferentes países latinoamericanos mostraban a sus muertos por coronavirus abandonados en las calles. No hay experiencia más reveladora que enfrentar la muerte. Ese algo, llamado muerte, del que somos testigos casi en tiempo real. Es el exacto momento en que las medidas de aislamiento se convierten en otra cosa. El poder cumplirlas se convierte en una suerte de privilegio. Es un privilegio el no tener que enfrentar la muerte en la calle o en los ómnibus, al ir a ganarse el sustento.

Es un privilegio poder quedarte en tu casa con tus seres queridos. Privilegio con el que no cuenta el jornalero o la jornalera para quien el dinero de hoy es el sustento de mañana.

Y en este punto la epidemia fue tajante. Profundizó las diferencias entre aquellos sectores sociales preparados para una vida laboral en la virtualidad, y aquellos que aún venían en un proceso de combate con sus miedos a la tecnología. Pero principalmente, con las medidas de prevención contra el contagio de coronavirus, como lo fueron la suspensión de clases sin poder garantizar la conectividad al 100% de la población en edad escolar, se corre el riesgo de exclusión de aquellos sectores sociales que no tienen acceso a la información y al conocimiento. Y esto nos llevaría a la constitución de una sociedad aún más diferenciada.

Los avances en las tecnologías de la información y comunicación produjeron en los últimos 30 años diferentes transformaciones en la sociedad a la que se la suele llamar “sociedad del conocimiento”.

El brazo de la enfermera está extendido y apuntando hacia adelante como un superhéroe en una misión. Dibujo de Banksy.

Los procesos socio-económicos cobran una nueva particularidad, porque el conocimiento se convierte en el factor de producción más importante. Es el conocimiento un recurso económico. Aquellas actividades en las que se obtiene materias primas, se les brinda tratamiento y se producen bienes materiales, quedan en un segundo plano ante las actividades inmateriales que al ser estandarizadas facilitan un marco económico para los sectores perfectamente adaptados a la vida virtual.

La COVID-19 ha convertido en necesaria la transformación de la estructura económica de la “sociedad industrial” y ha profundizado el pasaje de un sistema productivo basado en factores materiales hacia un sistema económico basado en los factores simbólicos y en conocimientos dominantes. O acaso ¿no existirá una forma de ver el mundo pospandemia? Y en ese ver; para ciertos sectores sociales ¿no se ha digitalizado su modo de producción? O, acaso esta pandemia ¿no ha producido un cambio en la percepción del otro? Ubicando todo lo que significa “otredad” en el mundo digital, donde un “otro” subliminado por razones de salud pública.

Estamos en un país aún dolido por viejas heridas, con un pueblo vapuleado con sus necesidades más inmediatas y con la incapacidad para poner la belleza del conjunto por encima de alguna frase patriotera que invitan más al silencio que al razonamiento amigable. Con esa carga, cuál Sísifo, metemos la cabeza entre los hombros y nos sumergimos en el invierno de las pantallas, dispuestos a encarar la actividad cotidiana. Lo concreto.