EL PRINCIPIO DEL FIN
El desastre de Annual, ocurrido hace 100 años, constituyó la primera derrota del imperialismo español, pero también una advertencia para el resto de las potencias
Por Guillermo Genini
A comienzos del siglo XX el imperialismo era la práctica dominante entre las potencias mundiales vinculadas entre sí en un complejo sistema de relaciones internacionales. La confluencia de los intereses y los enfrentamientos de las grandes potencias imperialistas en competencia permanente por lograr el dominio de determinadas áreas geoestratégicas, se proyectaron como causa de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
A su conclusión algunas potencias imperialistas como Alemania y Turquía fueron eliminadas del dominio mundial y sus colonias se repartieron entre los vencedores. En otros casos, como el de España, intentó reverdecer sus aspiraciones coloniales tras la traumática derrota sufrida en la Guerra hispano-estadounidense que concluyó en 1898 con la pérdida de las últimas colonias americanas, como Cuba y Puerto Rico, que mantenía España en el Nuevo Mundo.
Con un desarrollo industrial reducido y profundas problemáticas sociales sin resolver, España estaba gobernada por el Rey Alfonso XIII desde 1902. En comparación con los grandes imperios coloniales de Gran Bretaña o Francia, España era una potencia colonial de segundo orden y mantenía algunas posesiones fragmentadas en África: el norte de Marruecos, el Sahara Occidental, parte de la Guinea Ecuatorial.
La presencia española en tierras marroquíes era de larga data pues las ciudades de Ceuta y Melilla estaban en su poder desde el siglo XVII. A fines del siglo XIX los intereses internacionales de España se dirigieron a lograr una zona de influencia en Marruecos en alianza con Francia. En un ambiente de tensión internacional, se realizaron las Conferencias de Algeciras de 1906, en las que Francia y España se repartieron Marruecos en dos zonas de seguridad. Finalmente, en 1912 por medio del Tratado de Fez, España y Francia establecieron sendos Protectorados en Marruecos.
El imperio en declive
El Protectorado Español en Marruecos ocupaba una pequeña franja sobre el Mar Mediterráneo desde Larache hasta Melilla. Era un territorio pobre y montañoso dominado por la Cordillera del Rif, cuya principal riqueza se encontraba en las actividades comerciales y pesquera de la costa. Su capital era la ciudad de Tetuán y estaba habitada mayormente por tribus rifeñas, población de origen bereber, que no aceptaron la dominación española. Pronto comenzó una guerra en resistencia contra las tropas extranjeras que lograron ocupar las ciudades y valles más importantes del Protectorado. Sin embargo, la resistencia rifeña persistió al interior de las aldeas y las zonas rurales.
En este contexto la política colonial española tomó como modelo al imperialismo francés, que combinaba dominación militar y política con inversiones de empresarios y compañías de capital francés para sacar provecho a los recursos locales. Pese a esta intención, la dominación hispánica de Marruecos fue endeble y errática, ya que las compañías españolas se mostraron poco dispuestas a arriesgar su capital en la aventura africana. Lo mismo sucedió con la ocupación militar. Las tropas españolas estaban mal equipadas, poco preparadas y con un presupuesto insuficiente para enfrentar a la resistencia rifeña.
El escaso presupuesto y la falta de planificación del dominio colonial colocaron al Protectorado en una delicada situación al terminar la Primera Guerra Mundial. Bajo presión de los militares en Marruecos y de la gran prensa, el Gobierno metropolitano, apoyado por Alfonso XIII, debió ocuparse del incómodo asunto marroquí. En 1919 una serie de derrotas de las tropas españolas por parte de las milicias rifeñas encabezadas por el jefe o cadí Abd el-Krim, obligaron a enviar un nuevo contingente militar.
Pese a la gravedad de la situación, los refuerzos enviados tuvieron los mismos problemas que los anteriores: batallones mal armados y entrenados, con una dirección militar improvisada e constituidos en su mayoría por soldados surgidos de la conscripción obligatoria que reclutaba a sus integrantes entre la población más pobre y desfavorecida de España. En una dura carta que envió al Gobierno, el general Dalmaso Berenguer denunció el estado de abandono del Ejército Español en Marruecos usando una frase común que se repetía entre los soldados: “El inglés pega y paga; el francés pega, pero no paga; el español ni pega ni paga”.
La primera derrota
Hacia 1921 el conflicto rifeño entró en su fase culminante. El general Manuel Fernández Silvestre se hizo cargo de la Comandancia Militar de Melilla y fue autorizado a iniciar una campaña de pacificación en el oriente del Protectorado. Su objetivo era acabar con la resistencia y tomar la estratégica Bahía de Alhucemas. Sus avances fueron notables pero, inmersos en una sociedad totalmente armada, conocedores del terreno, y con un férreo interés en mantener su independencia tribal frente a las imposiciones foráneas, la situación de las tropas españolas, junto con las fuerzas marroquíes locales que los acompañaban, era altamente vulnerable.
Confiado en su estrategia de negociación con los jefes de las tribus o kabilas, Silvestre avanzó irresponsablemente en territorio hostil habiendo extendido demasiado sus líneas de aprovisionamiento desde Melilla, lo que dejó con pocos suministros y agua a sus numerosas columnas. Pese a estas deficiencias el avance continuó y en julio de 1921 una columna del Ejército Español se asentó en el campamento de Annual, ubicado a casi 100 kilómetros al oeste de Melilla. Sus comandantes no pudieron evitar ser rodeados el 17 de julio por los rifeños de Abd el-Krim, a quien se sumaron las tribus supuestamente alidadas. El propio general Silvestre salió de Melilla para auxiliar a sus hombres, pero no pudo sostener la posición en Annual, pues el campamento carecía de víveres, municiones y sobre todo de agua.
Ante la situación desesperante, Silvestre y sus oficiales decidieron retirarse el 22 de julio hacia la posición defensiva de Ben Tieb, ubicada a 18 kilómetros de Annual, que poseía un suministro constante de agua. La inminente evacuación del campamento de los 6.000 hombres, entre tropas españolas y marroquíes que se habían reunido allí, alentó a la mayor concentración de tropas de Abd el-Krim que alcanzaron a más de 10.000 combatientes. Éstas se ubicaron favorablemente en las alturas de los desfiladeros desde donde atacaron continuamente a los contingentes que huían de Annual. En medio de un caos atroz, murieron el general Silvestre y otros oficiales. Carente de mando, las tropas entraron en pánico y se perdió el control de los movimientos de defensa. Muchos soldados abandonaron sus posiciones y pugnaron por subirse a los pocos vehículos que salieron del campamento.
Tras la muerte de Silvestre, asumió el mando el general Navarro, cuando el desastre ya se había cobrado más de 1.200 bajas. Navarro prolongó la retirada durante seis días hasta Monte Arruit, a más de 35 kilómetros de Annual, lo que supuso el abandono a su suerte de multitud de pequeñas posiciones. Finalmente, la desastrosa retirada culminó con la rendición de las tropas españolas en la posición Monte Arruit, el 9 de agosto de 1921.
El desastre de Annual, supuso la pérdida de cerca de 4.000 hombres sólo en el escenario principal, de un total de 7.900 muertos entre españoles y marroquíes, muchos de ellos ultimados tras rendirse, todo el material de artillería, de ametralladoras y de los vehículos de la Comandancia de Melilla.
Esta derrota militar repercutió profundamente en España, donde cayó el Gobierno y dejó en una posición débil al Rey Alfonso XIII. La prensa y la opinión pública española no perdonaron otro fracaso en sus aspiraciones coloniales. Sólo tras una reconfiguración completa de su estrategia política y militar en Marruecos, España pudo recuperar el control del Protectorado en 1927. Para las demás naciones imperialistas del mundo, el desastre de Annual representó una advertencia sobre lo que se avecinaba, pues significó su primera derrota.