Prohibido reír
Tras la toma de poder del Talibán en Afganistán, la sociedad, y sobre todo las mujeres, están en peligro
Por Majo Corvalán
Las niñas, niños, adolescentes, mujeres y defensoras de los derechos humanos están en peligro en Afganistán desde hace décadas. La violencia machista es extrema y someten a las mujeres a “castigos” por lo que los talibanes consideran transgresiones de la ley islámica.
Las mujeres con frecuencia no denuncian, por temor a sufrir represalias y por no confiar en las autoridades. Según la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, a lo largo del año se denunciaron más de un centenar de asesinatos, pero ninguno de los casos llegó a investigarse. En ocasiones, las víctimas eran presionadas por sus comunidades o por funcionarios estatales para que retiraran las denuncias o las enviaban a “mediación” para resolver los casos al margen de la protección legal. Los autores de palizas, homicidios, femicidios, torturas, malos tratos y castigos corporales gozan de total impunidad.
En mayor o menor medida esto pasa en todo el mundo y se agravó durante la pandemia de COVID-19, por lo que se estima que 736 millones de mujeres en el mundo sufren violencia por parte de sus parejas y que todas las mujeres han sufrido alguna vez algún tipo de violencia como la física, sexual, psicológica, económica, patrimonial, obstétrica, política, institucional, emocional, etc. Además, muchos países se mantienen indiferentes a la violencia machista o persiguen a las mujeres, y otros tantos sostienen normativas discriminatorias.
El acuerdo de Doha
Como se repitió hasta el cansancio en los medios de comunicación, los talibanes no surgieron tras la retirada de EE.UU., sino hace más de dos décadas, cuando la URSS dejó el territorio que ocupaba desde 1979. Esto les permitió a los sectores fundamentalistas organizarse, armarse y entrenarse. Cuando en febrero del año pasado firmaron el acuerdo de paz entre ambas partes, negociaron la liberación de detenidos. “El acuerdo incluía el compromiso de liberar a ‘hasta 5.000’ combatientes talibanes recluidos en cárceles del gobierno afgano de una lista que inicialmente se entregó a Estados Unidos, a cambio de 1.000 miembros de las fuerzas de seguridad afganas retenidos por el grupo armado”. Nadie mencionó los derechos humanos de la población y menos de las mujeres.
Según el informe anual sobre los DDHH en el mundo, que elabora Amnistía Internacional, y según la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA), del 1 de enero al 30 de septiembre de 2020, 2.177 civiles habían perdido la vida y 3.822 habían sufrido heridas. Aunque estas cifras suponían una reducción del 30% del número de víctimas civiles con respecto al mismo periodo de 2019, el número total de muertes de civiles se mantuvo casi invariable”.
Según la UNAMA, Afganistán continuaba siendo “uno de los países más mortíferos del mundo para la infancia”, y tanto las fuerzas favorables al gobierno como las contrarias a él eran responsables de más de 700 víctimas infantiles cada una.
Ejercer el periodismo o ser activista representa un riesgo de vida constante. “En mayo, Mohammad Ibrahim Ebrat, facilitador del Grupo de Trabajo Conjunto de la Sociedad Civil, fue atacado y herido por individuos armados no identificados en la provincia de Zabul y murió a causa de las lesiones.
En junio murieron Fatima Khalil y Jawad Folad, miembros de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, a consecuencia de un atentado contra el vehículo en el que viajaban en Kabul. En diciembre, el gobierno afgano estableció una comisión conjunta para la protección de defensores y defensoras de los derechos humanos y activistas de la sociedad civil en Afganistán, bajo la presidencia del vicepresidente segundo del país, Mohammad Sarwar Danish, y formada por activistas y miembros de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán”.
Lo que no pueden hacer las mujeres:
Prohibido trabajar fuera de sus casas, prohibida cualquier actividad fuera de casa sin ser acompañada del mahram (familiar hombre o marido). Prohibido cerrar tratos con comerciantes hombres. Prohibido que médicos hombres traten a mujeres. Prohibido estudiar en escuelas, universidades, etc.
Se exige llevar burka, que las cubre de la cabeza a los pies. Azotes y abusos contra aquellas que no vistan según las reglas o contra las que no vayan acompañadas de su mahram. Azotes en público contra las que no oculten sus tobillos. Lapidación pública para las acusadas de adulterio.
Prohibido el uso de cosméticos. Prohibido hablar o estrechar las manos a hombres que no sean mahram. Prohibido reír en voz alta o cantar. Prohibido llevar zapatos con tacones. Prohibido montar en taxi sin su mahram.
Prohibido tener presencia en los medios de comunicación. Prohibido practicar deportes o entrar en cualquier centro deportivo. Prohibido montar en bicicleta o motocicletas.
Prohibido llevar ropas de colores vistosos. Prohibido reunirse en festividades. Prohibido lavar ropa en los ríos o plazas públicas. Modificación de toda la nomenclatura de calles y plazas que incluyan la palabra “mujer”.
Prohibido asomarse a los balcones de sus pisos o casas. Opacidad de todas las ventanas, para que las mujeres no puedan ser vistas desde fuera. Prohibido a los sastres tomar medidas a las mujeres y coser ropa femenina.
Prohibido el acceso a baños públicos. Prohibido viajar en el mismo autobús que los hombres. Prohibido usar pantalones acampanados. Prohibido fotografiar o filmar a mujeres. Prohibido publicar imágenes de mujeres impresas (revistas y libros). Además, hay que añadir otras prohibiciones como: escuchar música, ver películas y tener un nombre no islámico.
Tras las primeras horas de instauradas las nuevas restricciones, cuatro mujeres con carteles se instalaron en una esquina céntrica de Kabul y levantaron su voz en contra de las prohibiciones. Reclamaban por el acceso a la educación y al trabajo mientras guardias armados las controlaban.
“Los talibanes han empezado a ir casa por casa buscando a las mujeres activistas”, dijo Humira Saqib (41) que es periodista y activista por los derechos de las mujeres. “Las activistas estamos atrapadas aquí, nos escondemos en casas de amigos o familiares y no podemos salir [a la calle] por el riesgo que corremos”, aseguró al diario El País, en un apresurado intercambio de mensajes.
A mediados de julio de este año los islamistas secuestraron a Zahra Jalal, la representante de la provincia de Khost en la Red de Mujeres en Gobernanza Urbana y Maryam Durrani, activista feminista ocupada de brindar educación a las niñas, que escapó de Kandahar.
Una conocida referente del feminismo afgano resume la situación actual: “las mujeres afganas tenían tres enemigos: la ocupación occidental, los talibanes y la Alianza del Norte (aliada de la ocupación). Con la salida de Estados Unidos, tendrán dos”.
Abran las puertas:
En un documento que circula firmado por activistas feministas, organizaciones de todo el mundo y personalidades de todos los ámbitos, se exige a los Estados: ¡Abran las puertas a Afganistán y a las afganas!
“Nosotras, mujeres de todo el mundo, conscientes de que nuestra reivindicación de igualdad es inseparable de la libertad y la dignidad de las personas que hoy están grave y brutalmente amenazadas en Afganistán, y conscientes, también, de que las amenazas dirigidas contras las afganas por el simple hecho de ser mujeres suman una crueldad intolerable y adicional a la que padecen los afganos de cualquier condición, hacemos un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que:
1.- Exija del poder talibán mantener abiertas las fronteras para que todas las personas que deseen abandonar Afganistán huyendo de un poder fanático impuesto por la fuerza de las armas puedan hacerlo en unas mínimas condiciones de seguridad.
2.- Respete los deberes elementales de solidaridad y compasión humana admitiendo en los vuelos y convoyes de repatriación de extranjeros al mayor número posible de afganos y especialmente afganas en peligro inminente, hayan estado o no al servicio de Estados o instituciones que los talibanes consideran enemigos.
3.- Preste una atención preferente a las mujeres en especial situación de riesgo, sea por haber desempeñado tareas profesionales prohibidas por los talibanes, asistido a escuelas y universidades, conducido su vida al margen de una moral fanática o cualesquiera otros motivos.
La exigencia de que el poder talibán mantenga abiertas las fronteras a quienes deseen abandonar Afganistán conlleva el compromiso simétrico por parte de los miembros de la comunidad internacional, y que nosotras también reclamamos con energía, de acoger a los refugiados y refugiadas de Afganistán, colaborando en su caso a aliviar la presión que un éxodo masivo podría suponer sobre los países limítrofes”.