La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Rompiendo el orden bipolar

El Movimiento de Países no Alineados llevó al “Tercer Mundo” al centro de la escena mundial. La historia de una alternativa que se consolidó en 1961

Por Guillermo Genini

La historia del Movimiento de los Países No Alineados partió de un marco político internacional signado por el fin del colonialismo, la consolidación de la ONU y la vigencia de la Guerra Fría. En este contexto habían surgido en los nuevos países recientemente independizados de sus antiguas metrópolis coloniales a mediados del siglo XX, un conjunto de ideas e iniciativas para constituir una alternativa política, económica y cultural al predominio de los bloques enfrentados en la Guerra Fría liderados por los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Entre sus principales antecedentes estuvieron las ideas sostenidas por Mahatma Gandhi, quien había bregado por la no violencia y la solución pacífica de los conflictos entre las naciones. Su influencia se hizo sentir en el contexto internacional destacando la importancia que tenía la India como el mayor país del mundo en alcanzar su independencia. Es por ello que en la Conferencia de Bandung realizada en Indonesia en 1955, el representante indio Jawaharlal Nehru logró el consenso mayoritario de las 30 naciones que asistieron para acordar unos principios básicos que adoptarían las naciones no alineadas o del Tercer Mundo.

Una alternativa desde el Sur

De esta manera las naciones de “el Sur” comenzaron a ensayar una alternativa geopolítica crítica al orden bipolar imperante desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

Entre los participantes que se destacaron en Bandung, además de Nehru, puede mencionarse a dirigentes como el Mariscal Tito de Yugoslavia, Abdel Nasser de Egipto y el Presidente Achmed Sukano de Indonesia. Estos líderes mundiales tomaron la iniciativa de transformar el incipiente acuerdo logrado en Bandung en un movimiento político que vinculara y orientara la vida de las nuevas naciones independientes o que estaban a punto de lograr su independencia.

Para ello debían transformar los principios acordados en una iniciativa política concreta al margen de la influencia que ejercían tanto Estados Unidos como la Unión Soviética en las nuevas naciones.

En esta transformación jugó un rol protagónico el Mariscal Tito y la particular situación en la que se encontraba Yugoslavia en el contexto internacional de la Guerra Fría.

La diplomacia de Tito

Josip Broz, conocido históricamente como “Tito”, fue un líder comunista que había conseguido tomar el poder en el ex Reino de Yugoslavia, al concluir la Segunda Guerra Mundial. Este triunfo se obtuvo con poca ayuda de los Aliados, por lo que su autoridad no dependía del apoyo extranjero. Tito había logrado aunar la voluntad de diversos líderes y pueblos eslavos que componían Yugoslavia y constituyó un gobierno fuerte y centralizado al estilo soviético. Bajo el lema “hermandad y unidad” logró combinar prácticas represivas con acuerdos políticos eliminando a los elementos más radicalizados del nacionalismo croata y serbio.

El presidente yugoslavo Josip Broz Tito (derecha) con el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser (izquierda) y el primer ministro indio Jawaharlal Nehru, que se muestran aquí reunidos en 1956, se consideran entre los padres fundadores del MNOAL.

En 1946, tras imponerse sangrientamente a los movimientos nacionalistas y fascistas, Tito se erigió en el indiscutible dictador de Yugoslavia imponiendo un régimen comunista con grandes similitudes con la Unión Soviética de Josef Stalin. Pese a ello, las relaciones entre Tito y Stalin pronto pasaron de la desconfianza al enfrentamiento, ya que el primero insistió en mantener su independencia de Moscú en el juego de la política internacional. Así, en 1948 Yugoslavia fue expulsada de la Kominform, organización para el intercambio político que había impuesto Stalin en la Europa Oriental. A esta ruptura le siguió el bloqueo militar y económico de Yugoslavia.

Ante la repentina crisis económica provocada por la ruptura de los fuertes vínculos que había construido con la Unión Soviética, y ante la seguridad que la distancia geográfica que lo separaba de su ex socio impediría un ataque soviético, Tito abrió la economía yugoslava al mundo occidental.

De inmediato Estados Unidos envió ayuda financiera y tecnológica, deseoso por debilitar el poder soviético en los Balcanes. Yugoslavia adaptó su sistema económico a esta nueva realidad permitiendo, entre otras actividades, la apertura del turismo a los países occidentales. Políticamente en la década de 1950 se convirtió en una zona de amortiguamiento de los conflictos durante la Guerra Fría, manteniendo una posición neutral y equidistante entre el bloque occidental y el comunista.

Es por ello que el Mariscal Tito adhirió a los principios de autodeterminación de las naciones, neutralidad y coexistencia pacífica planteados durante la Conferencia de Bandung, que coincidían con su deseo de buscar una identidad propia en el contexto mundial.

Para reforzar su posición, en 1961 Tito tomó la iniciativa junto con Nasser de reunir a los participantes del naciente movimiento de No Alineados en una conferencia internacional y organizarlos políticamente.

La Conferencia de Belgrado

En abril de 1961, Nasser y Tito convocaron a una reunión preliminar en El Cairo a los jefes de Estado o de Gobierno de los principales países no alineados con el objetivo de coordinar una política internacional más equitativa en el seno de la Asamblea General de la ONU.

Allí se acordó realizar una nueva reunión en Belgrado, capital de Yugoslavia, para septiembre de ese mismo año. Se condicionó la participación en la Conferencia de Belgrado a las naciones que cumplían con algunos principios derivados de los acordados en Bandung: política exterior independiente basada en la coexistencia pacífica, apoyo a los movimientos de liberación nacional, no pertenencia a ninguna alianza militar o alianzas bilaterales con otra potencia y no poseer en su territorio bases militares extranjeras. Es por ello que Japón, China y otras naciones no pudieron asistir.

El 1 de septiembre de 1961 se inauguró la Conferencia de Belgrado bajo la Presidencia del Mariscal Tito, que se prolongó hasta el 6 de ese mes. Durante una semana se debatió la situación internacional y los principales problemas del Tercer Mundo con la asistencia de 25 países miembros (entre ellos Afganistán, Arabia Saudita, Birmania, Camboya, Ceilán, Congo, Chipre, Cuba, Etiopía, Ghana, Guinea, India, Indonesia, Iraq, Líbano, Mali, Marruecos, Nepal, RAU de Egipto y Yugoslavia), y tres países observadores (Costa de Oro, Bolivia y Ecuador).

Los principales temas abordados con el objetivo de lograr el establecimiento y consolidación de la paz y la seguridad internacionales en un juego más equitativo fueron entre otros: el respeto del derecho de los pueblos y de las naciones a la autodeterminación, lucha contra el imperialismo, la liquidación del colonialismo y el respecto de la soberanía y de la integridad territorial de los Estados mediante el principio de no injerencia y no intervención en los asuntos internos de los Estados. También se trataron temas específicos como la condena a la discriminación racial y del “apartheid” sudafricano, el control de las pruebas nucleares y la proliferación de las bases militares extranjeras.

El 5 de septiembre de 1961, en Yugoslavia, representantes de 24 naciones se
reúnen en Belgrado para celebrar la primera Conferencia de Países No Alineados.

Las grandes potencias tuvieron posiciones prudentes pero contrarias sobre las deliberaciones realizadas en Belgrado. Mientras que el Presidente John F. Kennedy de Estados Unidos se esforzó por destacar la convergencia en la búsqueda de la paz mundial donde cada nación “tiene el derecho y la libertad de determinar su propio destino”, pese a que la mayoría de los participantes adherían o practicaban algún tipo de socialismo, el Politburó de la Unión Soviética, que había aplaudido la Conferencia de Bandung de 1955, se mostró crítico de la posición “neutralista” de los discursos y destacó que la posición “antiimperialista” no era condenatoria de sus prácticas.

En todo caso el rol protagónico de Tito, quien logró la conformación y organización del Movimiento de Países No Alineados (MPNA), contribuyó a que Moscú desconfiara de los resultados de la Conferencia. Además, se soslayó la contradicción de reclamar la democratización de las relaciones internacionales sin exigirla para los países miembros.

Historiadores como Eric Hobsbawm, Michel Leifer y Julio Alberich entre otros, no han logrado ponerse de acuerdo sobre si la Conferencia de Belgrado, que significó el nacimiento del MPNA, pretendía o no conformar un tercer bloque internacional que equilibrara al comunismo y el capitalismo en el juego internacional, con lo cual podría evaluarse el éxito o fracaso de esta iniciativa. Pero sin duda constituyó un hito en la Historia Contemporánea superando el esquema afroasiático perfilado en Bandung y sentando las bases para una organización flexible, y un tanto ambigua, que llevó la voz de los pueblos del Tercer Mundo a la escena mundial.