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El islam en carne propia

Emilio Fernández Cicco cambió las crónicas polémicas por un camino espiritual compartido entre empleados públicos, artesanos, ex karatekas y vendedores. Una conversión inesperada que revela en su libro “Rock and roll islam”

Por Matías Gómez

Inspirado en el periodista y escritor Hunter Thompson, Emilio Fernández Cicco le puso el cuerpo a sus crónicas para experimentar cómo vive un actor porno, un sepulturero, un asistente de box o un cazador, entre otros oficios que retrató con estilo literario e irreverente en medios como Noticias, Gatopardo, Crítica o Newsweek. Así, desde 2005 sentó las bases en el país para el periodismo border. Incluso, algunas de sus crónicas fueron seleccionadas en cuatro antologías, recibieron tres galardones y aparecieron en las revistas Rolling Stone, Anfibia, Brando y Gatopardo.

Hasta que hace más de diez años, Cicco abandonó ese subgénero periodístico y abrazó el sufismo, la rama mística del islam. Cambió la mirada mientras le crecía la barba. Adoptó el nombre de Abdul Wakil, se retiró a un pueblo, construyó una mezquita en su casa y aprendió a leer el Corán en árabe. La conversión menos esperada, resalta en la tapa de su sexta obra “Rock and roll islam”, donde no sólo se sumerge en la historia y la actualidad del sufismo en la Argentina, sino que desmota clichés.

– ¿Cómo era un día en la vida de Cicco y cómo es un día en la vida de Abdul Wakil?

-Cicco pensaba todo el tiempo cómo escribir cada día con más pólvora y cómo sepultar famosos en sus crónicas que hacía para revista Noticias. Sus jefes veían en él una promesa del periodismo. Tomaba bastante alcohol y cometía todo tipo de correrías nocturnas. Pero por dentro, estaba hecho bolsa: cálculos en los riñones, problemas en la piel, pésimos vínculos de pareja.

Ahora Abdul Wakil es aburridísimo. Se levanta temprano. Recita el Corán. Cuida las rosas de su jardín en Lobos, enseña más de lo que escribe. Pero es feliz. Prepara un cómic sufí. Y un documental sobre la vida de su maestro. Este año, inauguró una escuela islámica virtual con un reconocido sheik –Abdul Rauf-. Se llama Madrasa Rabbani, donde hay clases de Recitación de Corán, caligrafía, música sufí, arco y flecha, giro derviche y ebru, una técnica turca de pintura sobre el agua.

-¿Qué prejuicios te tocó vivir y sobrellevar durante esta conversión?

Todos. Desde entrevistados que se asustaban. Hasta sesiones en tribunales donde mi abogado debía de hablar previamente con la jueza para que me tomara en serio. Hasta en mi pueblo (Lobos, provincia de Buenos Aires) cada tanto recibo prejuicios contra el pueblo judío. No saben si soy musulmán o rabino. Ahora lo que uno gana internamente al convertirse al islam, vale por todo eso. Y más. 

– ¿Qué te resultó más difícil: el ayuno o el perdón por los excesos del pasado?

-El ayuno, sin dudas. El perdón llega una vez que te convertís al islam. Una vez que te iniciás en este camino, todos los pecados del pasado quedan borrados. Entrás limpio.

Antes de rezar cinco veces al día, Cicco fue editor en la Revista Noticias, Newsweek, y redactor del diario Crítica de la Argentina. También incursionó en el budismo zen y, desde hace más de una década, dicta clases online de escritura creativa.

– ¿Qué diferencias y coincidencias encontraste entre el islam y el budismo zen?

– Ambos son caminos válidos. Pero en el zen se trata de salirte de la mente y observar quién sos. Cuando la mente deja de atraparte, te sentís libre y contento con vos. Pero eso no te salva de seguir siendo el mismo idiota de siempre. En el zen, te dan una receta para que vos medités y luego el resto del día, hacé lo que quieras. En el islam, en cambio, hay un modo de vivir la espiritualidad 24 hs.

Es decir, no podés ser un santito a la mañana y de noche, un demonio. La hipocresía espiritual no tiene lugar en el islam. Y eso se lo agradezco. Porque en el zen, veías monjes que era unos santos de día, y a la noche: agarrate. 

-¿Alguna vez experimentaste ese éxtasis que propone el sufismo?

– El saboreo se siente. Y es real. Todo lo que han dicho los maestros sufís a lo largo de la historia es tal cual. Existe. Y podés reproducirlo en tu propia vida. ¿Cómo es ese éxtasis? Se siente maravilloso. Pues te das cuenta que lo que hacés tiene un sentido. No es pura cáscara. Hay una pulpa escondida. Sólo se trata de tener paciencia. Y hacer lo que hay que hacer.

-En una nota dijiste que el islam es la religión del futuro, ¿por qué?

-Es la última de las religiones monoteístas y cuando la experimentás te das cuenta que tiene todo lo necesario para vivir en estos días sin que el mundo te devore el corazón.

Por otro lado, es la religión que más crece. Están las proyecciones. En breve va a superar a los cristianos. En nuestra tradición se dice que, al final de los tiempos, el mundo entero será musulmán. Así que, allá vamos.

-De todas las historias que recopilaste para este libro, ¿cuál fue la que más te impactó y por qué?

-Todas me impactaron. Desde la historia del erudito que vaticinó que llegaba el fin del mundo y se mudó a San Martín de los Andes, hasta un sheik poderoso que recibió un pelo de la barba del Profeta Muhammad –Mahoma para Occidente-. Una de las reliquias más valiosas del mundo islámico, hoy está custodiada en la Patagonia Argentina. “Rock and roll islam” es, sin dudas, el libro de mi vida.

-El título de tu libro se refiere a la influencia de los musulmanes africanos (esclavos) en el origen del blues y el rock norteamericano, ¿tiene más poder la fe cuando llega desde el ritmo?

-Hay músicos que se han hecho musulmanes luego de escuchar el llamado a la oración de las mezquitas. O una recitación del Corán. La música sagrada es conmovedora. Una vez, hicieron una encuesta en la Rolling Stone y salió Bob Marley como el mejor músico de la historia. Yo creo que le ganó a otros, como John Lennon, no sólo por su talento. Bob tenía un condimento único: tenía fe en Dios. Y si escuchás su música está impregnada de esa conexión divina. 

-Ya peregrinaste dos veces a La Meca, ¿cómo te sentiste en medio de esta multitud única en el mundo?

-Primero entrás en pánico, pues sumergirse en una marea de gente vestida igual y en un lugar desconocido, es fuerte. Pero luego, cuando descubrís que esa marea es familiar, la gente son hermanos y hermanas, y van en un mismo rumbo. Cuando descubrís que el oleaje te lleva a un buen destino, entonces te dejás flotar y ahí es donde la magia de la peregrinación empieza a actuar en tu interior.

-¿Qué pensás del rol que ocupan las mujeres en esta religión?

-Gracias al islam las mujeres han hecho conquistas sociales que en otras naciones, les llevaron siglos lograr. Desde siempre, por ejemplo, en el islam tienen el derecho a divorciarse. Sin ir más lejos, la primera universidad de la historia la fundó en Fez, Marruecos, una mujer musulmana.

En el islam, más allá de lo que digan los medios, la mujer ocupa un lugar de honor. Lo más llamativo es que, en Occidente, donde a la mujer la tratan como carne y piel para vender productos de lujo y status, parece lo más normal del mundo. Si le preguntás a una mujer musulmana, te dirá que eso es totalmente humillante para la mujer. Pero bueno, así es el mundo. Patas para arriba. Por eso, el islam que lo ve desde el ángulo correcto parece a los ojos de la gente, que está al revés. Pero lo que está al revés no es el islam. ¡Los que están al revés son la mayoría de la gente!

– ¿Creés que la vía del sufismo sería una posible solución al extremismo islámico?

-Sin dudas. De hecho, en naciones como Marruecos el rey está apoyando denodadamente a las órdenes sufís en pos de combatir con las ideas extremas. Sin embargo, esto del extremismo islámico también confunde. Porque si es extremismo, no es islámico. Es como decirte el fútbol con la mano. Si metés el gol con la mano, no es fútbol, es otra cosa. Excepto, claro, que seas Maradona. Todo esta etiqueta de asociar el extremismo al islam, en verdad, esconde algo mucho mayor: la advertencia de que, no te hagas musulmán. Porque mirá que si te lo tomás en serio, vas a terminar convertido en una bomba humana.

-Uno de tus objetivos con este libro es proponer el periodismo místico, en ese caso, ¿no existiría cierto direccionamiento o limitación, por ejemplo, entre la idea del maestro, propia de los caminos espirituales, y la observación o la distancia necesaria para investigar?

-Es una buena pregunta. Pero no. Pues en el periodismo místico no se trata de tener fe o creer en algo porque te lo dice el maestro. El periodista místico cree porque lo vivió previamente en carne propia. Es decir, no tenés que creer en la natación. Vos aprendés a mover los brazos así y las piernas así, y vas a flotar. No hay que hacer una religión de eso. Ni creer en un manual. Así es la realidad. Con la mística sucede lo mismo. Andá, probá y luego escribí. Eso sí: que no te lo cuenten los otros. Hay que vivirlo en carne propia. 

– En una nota dijiste que “los sufíes son como la avanzada del islam. Antes de expandirse a otros países, eran los que llegaban primero. Captaban el corazón de la gente y los enamoraban por el camino”, ¿si hoy fueran una avanzada en Argentina, cómo captarían el corazón de un país atravesado por la grieta?

– Muy fácil. El sufí primero se mira a sí mismo. Se corrige a sí mismo. Si hay una grieta en la sociedad es porque tenemos una grieta adentro. De ese modo, le diría a la gente: ¿querés realmente terminar con la grieta? ¿Querés tener mejores líderes políticos? ¿Quéres una sociedad más justa? La llave maestra para salir de ese embrollo. Es resolverlo en uno mismo. Cuando uno cambia, Dios cambia el escenario. No hay necesidad de creer en esto. Háganlo ahora. Practíquenlo. Y verán los resultados.

Foto Gentileza de Abdul Wakil.