La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

La revolución de un genio

La historia de Albert Einstein y de la ciencia en Alemania, su país de origen, están estrechamente ligadas. Resulta imposible entender la una sin la otra y el peso de publicar en revistas con rigurosidad científica

Por Guillermo Genini

Albert Einstein, quien nació en la ciudad alemana de Ulm en 1879, es considerado como el mayor científico del siglo XX. Su actuación, que tuvo en 1905 un año de extraordinario valor con la publicación de varios artículos de su autoría, cambió la percepción que se tenía del universo hasta entonces. Es conocido que el propio Einstein renunció a la nacionalidad alemana tempranamente, en 1896, para convertirse en ciudadano suizo. Menos conocido es que permaneció unido a un ámbito de formación y producción en el cual se dieron su obra y sus aportes. Sin duda la figura de Einstein pudo lograr un impacto mundial al formar parte de uno de los más poderosos y vitales centros de creación de conocimiento del mundo: el ámbito científico alemán.

Durante el siglo XIX la ciencia alemana había comenzado a destacarse dentro de la escena científica mundial por su arrolladora fuerza productiva. Científicos alemanes de múltiples disciplinas, como Alexander Von Humboldt y Friedrich Ratzelen en Geografía, Wilhelm Wundt en Psicología, Carl Friedrich Gauss en Matemática, Heinrich Rudolf Hertz en Física, Leopol Von Ranke en Historia, Wilhelm Ostwald en Química y Robert Koch en Biología, entre otros, fueron durante esos años considerados como las mentes más brillantes de su época. Pronto el alemán comenzó a rivalizar con otras lenguas como el inglés y el francés por convertirse en el medio en que se escribían y leían los más extraordinarios avances científicos.

Una de las razones para este ascenso de la ciencia en alemán durante el siglo XIX fue la creación de numerosas universidades y centros de investigaciones, ya sean estatales o reales, en grandes ciudades alemanas. Así surgieron entre otras la Universidad de Berlín en 1809, la Universidad de Stuttgart en 1829, la Universidad de Hannover en 1831 y la Real Universidad Técnica de Aquisgrán en 1865.

En estas y otras instituciones semejantes se aplicó un nuevo modelo de estudios universitarios. Dejando de lado la exclusiva e individual finalidad de la formación profesional, las nuevas universidades alemanas se basaron en la articulación entre investigación y estudio, la búsqueda sistemática del desarrollo científico y la creación de una vinculación directa entre estudiantes y profesores. Así, bajo premisas de buscar formar y expandir la comunidad científica, las universidades alemanas impulsaron la búsqueda de nuevos conocimientos por la vía de la investigación, la crítica teórica y la vinculación con la producción y la vida real. Esta verdadera “refundación universitaria” afectó a viejos centros de estudios como la Universidad de Leipzig de orígenes medievales, que debieron realizar un gran esfuerzo de adecuación y modernización.

El aval de la ciencia

Un aspecto de gran impacto, y que contribuyó a consolidar y ampliar la comunidad científica, fue la publicación de anales o revistas científicas cada vez más especializadas donde los distintos aportes y debates eran presentados públicamente. En un aspecto notable de la ciencia alemana del siglo XIX con apoyo de la Universidad de Leipzig comenzó a publicar Annalen der Phisik Und Chemie,que pronto se constituyó en el principal medio de actualización y debate sobre física en Alemania y en el mundo. En Annalen la política de los editores, junto con las estrictas normas de publicación y la valoración crítica de los evaluadores científicos, eran fenomenales mecanismos para asegurar el prestigio de la publicación y la calidad de los trabajos admitidos.  

Un aspecto de gran significación de este tipo de revistas científicas que se publicaban periódicamente era la naturaleza de los autores. El prestigio del reconocimiento y las exigencias en la selección de los trabajos presentados llegó a tan alto nivel que, a comienzos del siglo XX, publicar un artículo que haya superado las críticas y las selecciones de editores y evaluadores otorgaba por sí solo un reconocimiento como científico.

De esta manera se abandonó la vieja práctica de anteponer los títulos académicos de grado y doctorado de los autores, pues ello no constituía garantía de reconocimiento para el competitivo entorno científico. Como sostienen notables historiadores de la ciencia, la norma era la producción.

Estas prácticas del mundo científico, muy importantes en Alemania, le valieron a Einstein la oportunidad de alcanzar el reconocimiento mundial.

El joven Einstein

En sus primeros años de escolarización, el joven Einstein mostró algunas dificultades de aprendizaje, especialmente en la expresión oral. De carácter solitario e independiente, su experiencia en la escuela primaria y secundaria fue dificultosa y no falta de decepciones en un ambiente de rígida disciplina prusiana.

El cursado de los estudios formales fue complementado por el apoyo y la incentivación que recibió en el seno de su familia. Perteneciente a una familia burguesa judía integrada y de posición laica, Albert estableció una fluida relación con su tío Jacob Einstein, quien lo inició en el estudio del álgebra y el cálculo. Las tensiones escolares que se produjeron en el Luitpold Gymnasium de Munich, donde debía terminar su bachillerato, culminaron cuando lo abandonó en 1894 sin graduarse. El joven Einstein siguió a su familia que pasaba por serias dificultades económicas: primero en su breve paso por Milán en Italia y luego a Zúrich en Suiza, en donde se radicó temporalmente.

En Zúrich, Einstein pretendió ingresar en la prestigiosa Escuela Politécnica Federal, uno de los más importantes centros de formación científica de Europa que impartía sus clases en alemán. Tras graduarse como bachiller en la escuela cantonal de Argovia, en 1896, renunció a la ciudadanía alemana e inició los trámites para convertirse en suizo. Su desempeño en los estudios universitarios de matemática, cálculo y física fue brillante, aunque la carrera estaba más orientada a la formación de ingenieros. El estimulante ambiente intelectual de Zúrich y la convivencia con notorios profesores y colegas de estudio le permitieron graduarse como Profesor de matemática y de física en 1900. Continuó con los estudios posgrado y eligió como disciplina la Física, como su área de investigación para su doctorado. Como no pudo ingresar como personal universitario a causa de su carácter rebelde y contestatario, un amigo le consiguió un empleo fijo en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Suiza, en la ciudad de Berna.

Si bien no formaba parte de los cuadros de investigadores universitarios, Einstein comenzó a publicar notas científicas en Annalen der Phisik de Leipzig desde 1901, lo que acreditaba su valía intelectual. Cuando terminó su doctorado en Física en 1904 estaba listo para dar a conocer sus nuevas ideas sobre temas esenciales que se debatían en el ámbito científico alemán y mundial, a comienzos del siglo XX. El medio que eligió para su publicación fue nuevamente la prestigiosa publicación científica de Leipzig.

En 1905, con 26 años, y residiendo en Berna, Einstein escribió en alemán cuatro artículos cortos que se publicaron en Annalen der Phisik. En su conjunto, estas aportaciones científicas representaron un planteo novedoso sobre temas centrales de la Física que terminaron revolucionando el entendimiento del mundo. El primero de ellos se publicó el 17 de marzo de 1905 y trató sobre la idea de la existencia del fotón, una partícula elemental asociada a la radiación electromagnética que eran un cuanto de energía, lo cual fue la base de la teoría cuántica.​ En el segundo artículo desarrolló una teoría del movimiento browniano en función de las fluctuaciones en el número de colisiones moleculares con un objeto, obteniendo así más pruebas de que la materia estaba compuesta de átomos. El tercero fue el más novedoso y controversial pues presentó su teoría de la relatividad especial, la cual reconciliaba la relatividad del movimiento con la observación de que la velocidad de la luz era constante, proponiendo una resolución a una paradoja de la Física del siglo XIX y dando fin a los principios newtonianos de tiempo y espacio. Finalmente, el cuarto y como continuidad del anterior, Einstein llegó a la conclusión de que la masa era equivalente a la energía y viceversa, lo cual dio lugar a la famosa ecuación E=mc2.

A lo largo de los años siguientes, y a medida que sus teorías comenzaban a ser discutidas, siguió enviado artículos a Annalen der Phisik. En 1908 dejó su trabajo en la Oficina de Patentes e ingresó finalmente a la carrera académica como Profesor en la Universidad de Berna, que quería contar con un físico cuyo prestigio crecía rápidamente. Luego, tras un paso por la Universidad de Praga, fue invitado en 1913 a formar parte de la Academia Prusiana de Ciencias. Así, tras largos años, volvió a residir en Alemania, estableciendo su residencia en Berlín.

Del Nobel al exilio

A medida que los científicos del mundo debatían y comprobaban sus propuestas, el prestigio de Einstein alcanzó dimensiones insospechadas para un físico teórico. Este reconocimiento culminó cuando el Káiser Guillermo II de Alemania le ofreció en 1917 dirigir la sección de Física del Instituto Káiser Guillermo de Física en Berlín, actualmente Instituto Max Planck de Física, en donde no tenía responsabilidades docentes y pudo rodearse de los más importantes científicos de su época. En esta situación ganó el Premio Nobel de Física en 1921, por sus contribuciones sobre la naturaleza de la luz y los fotones, pues la teoría de la relatividad aún generaba fuertes debates.

Tras permanecer en Alemania por casi 20 años, el creciente ambiente antisemita que rodeó el ascenso del nazismo al poder lo obligó a exiliarse en Estado Unidos en 1932, donde permaneció hasta su muerte ocurrida en 1955.

En homenaje a las extraordinarias publicaciones de Leipzig en 1905, la UNESCO y la Unión Internacional de Física declararon el año 2005 como Año Mundial de la Física, en recordación del centenario del Annus Mirabilis o año maravilloso de Albert Einstein, que sin dudas se desarrolló en el estimulante y competitivo ambiente científico alemán.