La manipulación es abuso
Por Majo Corvalán
Las violencias machistas son tan variadas y están tan naturalizadas que definirlas, conceptualizarlas y visualizarlas no ha sido tarea fácil.
Hoy traigo una de las formas de abuso más comunes que se dan en las relaciones afectivas o sexoafectivas: el GASLIGHTING (luz de gas). Es una forma de manipulación y abuso psicológico que hace que la gente dude de su propia memoria, percepción y cordura. Claro que por lo general esto se da en parejas heterosexuales donde el hombre ejerce violencia pero también puede suceder en otras relaciones.
“El término proviene de una obra teatral de 1938, “Gas Light“, en la que un marido intenta convencer a su esposa y a otros de que está loca y cuando atenúa las luces de gas, insiste en que ella se lo está imaginando”.
Hay tres etapas de gaslighting en una relación: idealización, devaluación y descarte.
En la etapa de idealización, la persona que sufrirá el abuso se fascina, se enamora y queda encantada de quien proyecta una imagen de sí mismo como el “compañero perfecto”.
La etapa de la devaluación es determinante: las mujeres en esta etapa pasan de ser las más queridas y adoradas a ser incapaces de hacer algo bien. En este momento y luego de haber vivido días felices y perfectos, quienes sufren abuso van a tratar de hacer todo lo posible por enmendar la situación.
Luego viene la etapa de descarte en la que el agresor deja que su pareja caiga en tristeza, angustia, depresión y vuelve a ser encantador para comenzar de nuevo el círculo de abuso.
Este tipo de violencia emocional y psicológica que también está incluida en la ley de Prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres, 26.485, tiene características similares a las otras.
El agresor también busca aislar a su pareja de familiares y amistades para que su poder nunca sea puesto en duda. Además, suele conseguir que su pareja deje de lado sus actividades de desarrollo personal, como puede ser ir a trabajar o estudiar para afianzar la dependencia. A su vez, el agresor puede combinar otras violencias como la económica y patrimonial, un claro ejemplo es cuando insiste que su pareja no renueve su plan de telefonía y le ofrece su celular para ejercer mayor control o cuando le insiste que venda su auto para ser él quien la lleve y la trae.
El abuso emocional es tortuoso porque, a pesar de los esfuerzos de quienes lo sufren para remediar, reparar y evitar lo que les señalan nunca nada mejorará. Sin importar cuánto cocine de bien, al plato siempre le faltará algo y sin importar cuánto se arregle siempre tendrá algo desprolijo que “avergüence” a su agresor.
Esto es lo que @Refined Therapy compartió en redes sociales y es ideal para ilustrar este tipo de abuso.
- Dejé de confiar en mis instintos. Mis ideas, mis emociones son una expresión de mi
raza o etnicidad también e incomodan de igual manera. Escucharme comenzó a
generar miedo e inseguridad, ya que al expresarme debía de justificarlo todo siempre. - Dejé de expresar mis ideas abiertamente. Cuando lo hacía, mis superiores me
pedían siempre que aclarara lo que estaba diciendo, varias veces y frente a distintas
personas, siendo que mis ideas eran suficientemente claras. Dejé de hablar, me volví
distante. - Pensé que estaba perdiendo la razón. Mi espacio laboral se transformó en un
campo minado en el que me cuestionaba todo el tiempo; ¿soy competente?, ¿me
estoy inventando las cosas?, ¿estoy tomando las cosas demasiado en serio?, ¿será
que soy yo la que estoy mal? - Comencé a documentarlo todo. Todo el mundo siempre me pedía ejemplos,
evidencia física de lo que pasaba, para refrescarles la memoria porque todo se les
olvidaba. Desafortunadamente documentar me aisló más, me hicieron pensar que
hacía sentir culpables a las demás personas innecesariamente. - Empecé a desear nunca haber comenzado a darme cuenta del gaslighting. me alejé
tanto de mis valores que me sentí completamente controlada, alienada, silenciada,
desquiciada, anulada, deprimida y físicamente enferma.
Y estas son señales para saber si estamos en peligro de gaslighting:
Te cuestionas tus ideas o acciones constantemente.
Te preguntas si eres demasiado sensible muchas veces al día.
Siempre te estás disculpando: a tu padres, a la pareja, al jefe...
Te preguntas por qué no eres feliz, si aparentemente están pasando tantas cosas buenas en tu vida.
Constantemente te disculpas con tus familiares o amigas por el comportamiento de tu pareja.
Te ves reteniendo u ocultando información para no tener que explicar o dar excusas sobre lo que pasa.
Empiezas a mentir para evitar que te cambien de realidad.
Te cuesta tomar decisiones, incluso aquellas que parecen simples.
Sientes que no puedes hacer nada bien.
Te preguntas si estás siendo lo suficientemente buena en el trabajo y en casa.