Notas Centrales, San Luis

Educar hasta la ternura siempre

Gabriela Magistris y Santiago Morales recopilaron reflexiones y prácticas pedagógicas en un libro recientemente presentado en la biblioteca de Los Molles. Proponen pasar del adultocentrismo al protagonismo de las niñeces

Por Matías Gómez

Publicado mediante las editoriales Chirimbote y Ternura Revelde, “Educar hasta la ternura siempre” es el segundo libro de la colección Niñez en Movimiento. Cuenta con la participación de la periodista y educadora, Claudia Korol, y del filósofo, Darío Sztajnszrajber.

“Nos llevó aproximadamente dos años compilar el libro. Porque si bien estaba prácticamente terminado antes de la pandemia, las consecuencias del Covid-19 retrasaron la publicación. Tanto Chirimbote como Ternura Revelde somos cooperativas autogestivas y la crisis económica y sanitaria nos pintaron un panorama imposible. De hecho, nos vimos obligades a incluir un capítulo específico sobre la pandemia, en el que tres mujeres adolescentes-jóvenes militantes reflexionan sobre educación y desigualdades. Así como también a agregar un prefacio con un breve análisis sobre la pandemia en general, y sobre el lugar de las niñeces en particular, tanto en relación al impacto de las políticas sociosanitarias en las niñeces, como de los emergentes propios de la dinámica del confinamiento”, detalla el sociólogo Santiago Morales.

La obra propone politizar la ternura desde la educación popular. Contiene además cruces posibles entre infancia, filosofía y educación, desafíos, esperanzas, acompañamientos, espacios cuidados, desigualdades en pandemia, entre otras propuestas divididas en tres títulos convocantes que evocan frases de Mafalda: “Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante”, “No vaya a ser que por buscar salidas nos quedemos sin entradas”, “¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?”.

El adultocentrismo es un sistema de dominio, un régimen político, esto lo subrayamos para no confundirlo con un adjetivo, en el sentido de simplemente una manera de definir cierta actitud, decisión o modo de tratar a niños, niñas, niñes. Entenderlo como un sistema de dominio implica reconocer que está internalizado en las instituciones sociales: tanto en las escuelas como en las familias, y en los distintos ámbitos donde las niñeces transitan su proceso de socialización.

La lógica con la que se piensan esos espacios y sus objetivos implícitos o explícitos responden a un dominio o gobierno en manos del mundo adulto y, en particular, del masculino hegemónico. Por eso entendemos al adultocentrismo como una extensión del patriarcado, ya que el principal poder es ejercido por el varón adulto”, indica Santiago quien actualmente realiza una investigación doctoral sobre la relación entre el Estado y diferentes experiencias de movimientos populares de niñez.

Gabriela Magistris, otra de las autoras y compiladora, es doctora en Ciencias Sociales, magíster en derechos humanos y políticas sociales, abogada y docente universitaria. Asimismo, investiga sobre temas vinculados al gobierno de la infancia y las prácticas profesionales de restitución de derechos en los servicios locales de la provincia de Buenos Aires.

Pensar a la niñez en movimiento implica fundamentalmente romper con la manera en la que generalmente miramos a la niñez. Requiere dejar de pensar en un niño varón, de clase media, de edad primaria, urbano, blanco, con madre y padre profesionales en el marco de una familia nuclear, que se porta bien, es obediente, va a la escuela, no trabaja.

Por eso pensar a la niñez en movimiento implica romper con esa noción de infancia hegemónica que es eurocéntrica, androcéntrica, clasista y que fundamentalmente no representa la diversidad y pluralidad de niñeces que habitan en nuestra Latinoamérica.

Al mismo tiempo, implica pensar a las niñeces como sujetos que pueden organizarse, participar activamente de la vida social, cultural y política, y que por lo tanto pueden reconocer e identificar cuáles son sus principales necesidades, reivindicaciones, de cara a interpelar a la sociedad, al Estado, a sus instituciones, para que puedan ir escuchando sus propuestas, sus intereses, y de esa manera lograr construir de forma colectiva otras formas de vida, sociedad, espacios educativos más inclusivos, abiertos, democráticos y participativos”, señala Santiago.

Habilitar la ternura

“Este libro propone fundamentalmente problematizar el hecho de que en nuestras sociedades muchas veces se confunde educar con preparar. Preparar es vincularse con las nuevas generaciones en función de su futuro arribo al mundo adulto, de manera que algunos giros pedagógicos que invita el libro (y las distintas experiencias político pedagógicas que hacen parte de él) tienen que ver con, por ejemplo, pensar una de las condiciones de posibilidad para que exista aprendizaje significativo: que haya un vínculo entre quienes enseñan y quienes aprenden centrado en el afecto, mediado por la ternura, donde se busque activa y conscientemente construir calidad y calidez en esas relaciones.

Por otro lado, promover, multiplicar, irradiar, no solo espacios de escucha, sino espacios que a partir de la escucha puedan ser co-construidos, mediante diálogos intergeneracionales, entre el mundo adulto y las niñeces. Esto implica que la educación no sea un hecho dirigido de arriba hacia abajo, sino que pueda ser un proceso colectivo, y que las personas adultas estemos dispuestas no solo a transformar nuestras prácticas y formas de vida, sino también dispuestas a ceder espacios de poder, porque es eso lo que en el fondo sostiene al sistema adultocéntrico”, sostiene el autor.

“Consideramos importante habilitar la ternura en el aula, pero también pensar que lo educativo debe ser entendido más allá de lo que sucede dentro de las cuatro paredes del aula y en la relación entre docentes y estudiantes. Ir más allá de esa estructura y de esa lógica, por eso son giros pedagógicos radicales.

Al mismo tiempo, es importante desestandarizar los ritmos de aprendizaje, o como diría Estela Quintar pensar en una didáctica no parametral, en el sentido de partir desde la diversidad, al mismo tiempo que desde la problematización de la desigualdad. Pero entendiendo que las personas somos diversas y partimos de lugares distintos producto de la desigualdad impuesta en nuestras sociedades.

Es importante entender estos procesos de aprendizaje no solo desde la lógica individual de acreditar cierta acumulación de conocimientos, sino pensando en el colectivo, en niñas, niños y niñes que con las personas adultas transitan ese proceso de aprendizaje. En ese sentido, creemos fundamental incorporar el fortalecimiento de los lazos afectivos, entre las personas educadoras y las niñeces, como un elemento clave de todo proceso de aprendizaje, lo que implica dejar de pensar al niño, niña o niñe como sujeto de aprendizaje para pasar a pensar en una grupalidad-sujeta-social-política que transita ese proceso.

Esto, más allá de las categorías, se traduce en acciones políticas y pedagógicas concretas que merecen ir siendo transformadas”, señala el autor que además ha cursado una maestría en Educación popular.

Horizonte emancipatorio

En 2013, Santiago Morales co-fundó La Miguelito Pepe, un proyecto de educación popular desde el cual durante siete años se promovió el protagonismo y organización de las niñeces y se acompañó en el abordaje de las múltiples situaciones de violencias que les afectaban. Desde esa experiencia, acompañó, como educador, el nacimiento y desarrollo de la Asamblea R.E.V.E.L.D.E., una organización popular infantil.

“Educar hasta la ternura siempre” se presentó el miércoles 5 de este mes en Los Molles. “La presentación fue hermosa, de la mano de les compas de la biblioteca se armó un espacio de intercambio horizontal, democrático, participativo, donde las diferentes personas que se acercaron pudieron compartir sus experiencias, interrogantes y sus saberes.

También fue una oportunidad para repensar en conjunto, a partir de una inquietud que surgió, por la manera en que nombramos el libro. Un poco compartía que desde nuestra mirada ese nombre es una propuesta lúdica que combina dos intencionalidades: por un lado, rescatar y recuperar la consigna política y ética que inmortalizó el Che Guevara con su “hasta la victoria siempre”, pero ahora incorporando a la ternura como horizonte emancipatorio, en tanto apuesta por reconfigurar el modo en que nos vinculamos las personas; y al mismo tiempo, educar ‘hasta la ternura’ invita a provocarnos en esta búsqueda por repensar cómo concebimos y practicamos la ternura.

Porque en nuestras sociedades la ternura ha sido privatizada y por lo tanto excluida del ámbito público y negada como práctica política. Entonces este libro nos invita a reinscribir la ternura en el horizonte de lo político, y a considerarla no sólo como una virtud política sino también una invitación a transformar la manera en que construimos colectivamente, es decir una invitación a afectivizar la política. Propuesta que para las masculinidades hegemónicas resulta una afrenta porque se lo considera como un signo de debilidad, pero no es posible transformar las violencias propias de un sistema adultocéntrico y patriarcal sin cuestionar aquellos mandatos ligados a lógicas de exclusión, segregación y poder de dominio”, analiza Santiago.