La Aldea y el Mundo, Notas Centrales, San Luis

Querida amiga

Personas cercanas a mujeres víctimas de femicidio cuentan la historia desde adentro. Las señales, las denuncias y las inacciones ante violencias que no se detienen

Por Majo Corvalán

Cuando iba al secundario mi mejor amiga empezó una relación con un tipo que parecía encantador pero resultó ser un violento. La dejó embarazada, la obligó a dejar el colegio, la aisló de su entorno familiar y la convirtió en un manojo de nervios, sometimiento y miedo por años. Entre la bronca, la impotencia y la falta de información no supe cómo ayudarla, así que iba a visitarla a escondidas y algunas veces lo enfrenté sin saber que la ponía en riesgo. Quizás ese dolor fue el que me impulsó al feminismo y por el que arde mi deseo de cambiarlo todo.

Este #8M una vez más en todo el mundo vamos a realizar acciones para visibilizar la falta de igualdad de oportunidades y derechos, y vamos a insistir con nuestras consignas. #Parendematarnos, #Bastadeviolencias #ElEstadoEsResponsable, pero, ¿a qué nos referimos con estas consignas? Las siguientes historias lo muestran.

Bárbara Balbuena murió el 25 de diciembre del 2019 en el Hospital Domingo Mercante de José C. Paz donde permanecía internada con quemaduras en el 90% de su cuerpo.

El 19 de diciembre de ese año entre las tres y las cuatro de la tarde Cristian Sánchez llamó a un amigo para avisar que “la flaca” había sufrido un accidente. María Ramírez, mamá de Bárbara, recuerda que ella se enteró una hora más tarde, “Sánchez no llamó a una ambulancia o a la policía, solo a su amigo que luego declaró en su favor”.

María no olvida.

“Hablé con Sánchez ese día y me dijo que era sabido que esto iba a pasar. Mi hija se había separado varias veces de él y cuando estaba en casa o en lo de su hermana estaba bien al igual que sus hijos, pero cuando él la venía a buscar volvía, quizás por miedo o porque la amenazaba, entonces pasaba meses que no sabíamos nada de ella.

Él la aislaba. Es más, Bárbara lo iba a dejar de nuevo, en un mensaje que le mandó a su hermana unos días antes le escribió que estaba esperando cobrar la asignación universal para poder alquilar algo e irse con sus hijos”.

Una de sus amigas la recuerda como una “morocha hermosa”, “siempre con ganas de vivir, bien arreglada. Es imposible que se haya querido suicidar, él la prendió fuego. Bárbara me dijo que la maltrataba y cuando le propuse denunciarlo me contestó que nadie le iba a creer, que no tenía sentido”.

Caro Abregú, integrante de Furia Transfeminista acompaña a la familia de Bárbara en el reclamo por justicia. “Desde el primer minuto nos dimos cuenta que había irregularidades.

No tengo dudas que Bárbara fue prendida fuego y que este sujeto contó con las instituciones que frente a las situaciones de violencia cuestionan a la víctima y a la familia.

Sánchez buscó ocultar lo que había pasado, durante el viaje al hospital le iba diciendo lo que tenía que decir, y el hospital no aplicó ningún tipo de protocolo a su ingreso”. Caro asegura que van a seguir marchando y que ya hicieron presentaciones en la fiscalía N°1 a cargo de Gloria Reguan de la UFI 22, en la Fiscalía General, en la procuraduría y ante funcionarias del área.

“La autopsia en una parte dice que no hay lesiones visibles, ¡aún cuando tenía el 82% del cuerpo quemado! Hay gente que está silenciada y testigos sin ser llamados a declarar”.

El 8 de febrero de este año Úrsula Bahillo fue asesinada a puñaladas en las afueras de Rojas por su ex pareja Matías Martínez, policía bonaerense, quien fue denunciado 16 veces por Úrsula y otras tantas por su anterior pareja, y por abusar de una menor discapacitada.

Milagros es su amiga y a quién la policía disparó cuando el pueblo reclamaba justicia.

“Yo hablé personalmente con ella el domingo porque había visto a Matías molestándola a pesar de la orden de restricción, ella ya me había contado que  la cagaba a palos y que vivió un calvario los siete meses que salieron.

Cuando la veo voy a decirle, che te voy a ayudar, voy a declarar o lo que sea necesario y ahí fue cuando me mandó audios diciendo que le volvió el alma al cuerpo, porque necesitaba testigos cada vez que iba a denunciar”.

En la comisaría Úrsula la abrazó y le dio las gracias, pero el fiscal desestimó la denuncia. “Úrsula estaba cansada de denunciar, decía que ya no sabía qué hacer porque nadie hacía nada. Ella hizo todo lo que el Estado pide y más. Sabía que la iba a matar por eso me decía guarda todo, los chats, las fotos y los audios”.

Guadalupe Curual fue asesinada este 26 de febrero en pleno centro de Villa La Angostura. Estaba junto a su actual pareja y su hija de un año estacionada frente al cajero del banco de Neuquén cuando fue sorprendida por su ex, Bautista Quintriqueo. La agredió y su novio Roberto Yevenes bajó del auto para enfrentarlo. En ese momento lo apuñaló.

Guadalupe corrió a pedir ayuda pero logró alcanzarla y también la hirió. Guadalupe murió de una puñalada en el pecho que le atravesó el corazón y su pareja murió unos días despuésLucía, su amiga y con quien convivía Guadalupe sabía que la andaba buscando, diez minutos antes del femicidio hablaron por teléfono y le dijo “si me encuentra, me mata”.

Valeria Navarro también es amiga de Guadalupe y hermana de Lucía. “Guadalupe confió en la justicia y había realizado seis denuncias pero sólo había conseguido una perimetral. El juez es uno de los responsables de toda esta injusticia, cuando tuvo que meterlo preso le hizo una multa de 2800 pesos que encima el femicida nunca pagó.” El juez de familia, civil y comercial Jorge Alberto Videla tenía un informe del 12 de febrero que calificaba el caso de “alto riesgo”.

“Después de la separación él creía ser el único capaz de rehacer su vida y la empezó a violentar, a buscar en el trabajo, perseguirla e ir a la casa. Guadalupe había tenido que cambiar la cerradura, vivía con llave y las cortinas cerradas.

Él le hacía llegar mensajes donde le anunciaba la muerte porque sabía que Guadalupe estaba en pareja y le decía que si no estaba con él no iba a estar con nadie. También le dijo que iba a morir quien estuviera al lado de ella”.

Valeria cuenta que nunca habían vivido una situación así y que la comunidad no se demostraba muy empática cuando había marchas o reclamos por los derechos de las mujeres.

Estábamos muy estigmatizadas, pero después de lo de Guadalupe se abrieron las mentes y están consternados. Acá hay responsables, el sistema no funciona ni va a funcionar, hay oficinas, fiscales y jueces que se pasaron papeles y no hicieron nada, pero esto nos pasa a muchas mujeres y pagamos con nuestra vida”.

Valeria habla desde el profundo dolor que la impulsa a no parar y sostener junto a otras, distintas convocatorias y pedidos de justicia en redes, en los medios y en las calles. “Acá el asesino nos quitó la vida, y la burocracia ayudó. No vamos a parar hasta que no haya justicia”.

Mi amiga se salvó, no sé cómo, ni ella sabe cómo. Se llama Erika Britos, tiene hijos grandes que la cuidan y la acompañan, tiene nietos, una profesión y una vida tranquila.

“Sufrí muchos años de violencia por parte del padre de mis hijos y es muy difícil darse cuenta que es el otro el que está mal. En mi caso me criaron haciéndome creer que no servía para nada, ni para estudiar, entonces atravesé las situaciones de violencia creyendo que era mi culpa y que lo merecía.

No sé cómo salí, creo que toqué fondo y me impulsé desde ahí, pero nadie me ayudó, ni las instituciones ni la justicia, en ese momento no había ni un número a donde llamar en San Luis”.

Erika se formó y logró abrir su propia institución, Taekwondo Escuela Koguryo San Luis, donde da clases a niños y niñas pero también les enseña que el golpe no es un juego y que la violencia no está bien. “Les hablo mucho” dice, mientras se ríe, “porque quiero que sepan que valen, que sus emociones importan y que no merecen el maltrato”.

Suelen llegar mujeres desesperadas a la escuela pidiendo ayuda porque saben su historia o porque van a pedir clases de defensa personal. “Les agradezco que me tengan confianza porque sé lo difícil que es hablar sintiendo culpa, con la autoestima por el piso y pensando que nadie nos va a creer. Hay miles de mujeres en esta situación y nada cambia”.

Son insuficientes las campañas de prevención, las publicidades en redes que no llegan a quienes no tienen Internet, celular, computadora, señal, o no saben leer y escribir. Es insuficiente la capacitación al personal policial y estatal que, con pocas excepciones,  sigue ejerciendo violencia institucional.

Es insuficiente una orden de restricción de acercamiento o una orden de exclusión de hogar emitida en el juzgado, porque ningún papel logró frenar nunca a un femicida. Es insuficiente el botón antipánico porque solo funciona si hay señal, si hay datos móviles o internet y si está cargado, pero aún así, cuando se presiona, la policía no llega a tiempo.

Es insuficiente el patrocinio legal burocrático sin perspectiva de género y lleno de procedimientos inentendibles.

Es insuficiente el acompañamiento psicológico si patologiza a las mujeres y trata las situaciones de violencia como cuestiones de salud mental. Es insuficiente la asistencia inmediata, porque con un plan no se alquila, ni se come todo el mes, menos cuando la gestión de un bolsón de mercadería demora semanas.

Es insuficiente una línea 24 hs si no brinda respuestas. Es insuficiente la creación de programas, comisiones, áreas y planes si no hay políticas públicas reales y presupuesto. Es insuficiente la sanción de una ley sin voluntad política para su aplicación.

Y mientras todo esto es insuficiente, sufrimos a diario exclusión, discriminación, violencia, hambre, dolor, angustia y desesperación.