Escritor pájaro y de buen Agüero
En el Día del Escritor y la Escritora homenajeamos a Antonio Esteban Agüero a 52 años de su partida. En la inmensidad de su pluma rendimos honores al resto de escritoras y escritores que eligen este arte
Por Eliana Cabrera
Hubo un poeta puntano que supo ver en la poesía su destino y su herramienta para hablar de aquello que lo conmovía más que nada: su provincia. “Contaré un pequeño país argentino. (…) Su nombre: San Luis. Está ubicado geográficamente entre las coordenadas donde la Argentina debería tener su corazón, si la consideramos una estructura biológica”.
Antonio Esteban Agüero nació en Piedra Blanca, cerca de la ciudad de Merlo, Provincia de San Luis, el 7 de febrero de 1917, y murió en la Ciudad de San Luis, el 18 de junio de 1970. Es considerado uno de los más grandes poetas y referentes de la puntanidad, un escritor que incursionó tanto en la prosa como en el verso, aunque se destacó mucho más por lo segundo.
El 30 de enero de 1938, el diario La Prensa, de Buenos Aires, publicó su poema Baladilla de los pies descalzos:
“Morenos, menudos/de mugre calzados,/que el arroyo quiere/y persigue el barro…/morenos, ligeros,/listos como pájaros;/desdeñan la ojota,/odian el zapato,/¡libres por la senda/van los pies descalzos!”.
A partir de entonces, colaboró regularmente en el suplemento dominical del diario, así como en numerosas revistas y periódicos como “La Prensa”, en Buenos Aires, “La Nación” en Chile, “El Hogar”, “Mundo Argentino”, “Vosotras”, “Los Andes”, “Los Principios”, en San Luis, entre otros.
En 1949 y 1950, la Comisión Nacional de Cultura le otorgó una Beca a Antonio Esteban Agüero para realizar Estudios e Investigaciones sobre la vida y la obra de Leopoldo Lugones, reconocido escritor y gran trabajador de la palabra, ya que también fue narrador, traductor, periodista e historiador, entre otros varios oficios, además de haber sido el fundador y primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores.
Lugones es uno de los exponentes del modernismo argentino y se dedicó al enriquecimiento del lenguaje, ya que para él esto era imprescindible para construir la nacionalidad. Nació el 13 de junio de 1874 y esta fecha fue tomada de referencia cuando se instituyó el Día del Escritor.
El poeta Agüero llegó a admirarlo y es posible encontrar en su propia obra rastros de su influencia, ya que compartieron el afán por reivindicar la tierra amada a través de la palabra. En uno de los textos compilados en el libro Vivir en Poesía. Guiones. Discursos. Anécdotas y Poemas Inéditos, Agüero sostiene que “en tan alta estima tengo los Poemas Solariegos de Leopoldo Lugones que si alguna vez el azar de los días me obligase a buscar refugio en un país extraño, solamente llevaría en mi modesta maleta de emigrado dos libros argentinos: el Martín Fierro de Hernández y Poemas Solariegos de Lugones (…)”. Él creía que en ambas obras se encontraba la esencia de su querida tierra.
En 1960, el diario Clarín de Buenos Aires otorgó al poeta el Premio del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo a su poema Un hombre dice a su pequeño país, por voto unánime de Jorge Luis Borges, Enrique Larreta y Fermín Estrella Gutiérrez.
Quizás su nombre resuene más en la gente al relacionarlo con sus populares “Digo”, publicados dentro de Un hombre canta su pequeño país (1972). Se trata de cantos poéticos en los que el autor recrea una épica sobre nuestra tierra puntana; desde la llegada de los españoles, con sus guerras y conquistas, pasando por el llamado de San Martín al pueblo de San Luis para participar de la lucha por la independencia, para luego terminar narrando sobre las pequeñas cosas: la mazamorra, la guitarra, el mate, la minga, los arroyos… Todo un recorrido de cantos de desasosiego y de celebración que condensan gran parte de nuestra tradición.
Si bien el poeta alude a la conquista española, es interesante notar como, sin negar la influencia de los europeos, insiste en una reivindicación de lo que preexistía: nuestros pueblos originarios y su cultura. En Digo la tonada el poeta cuenta que “el idioma nos vino con las naves/sobre arcabuces y metal de espada/cabalgando la muerte y destruyendo/la memoria y el quipo del amauta”. Relata cómo los españoles imponen su lengua y sus modos, pero que, en silencio, hubo siempre una resistencia, “la lucha prosiguió en la sombra” y el resultado fue la manifestación musical que aún persiste en el tiempo “este mágico son que nos describe/esta flor en la voz: nuestra Tonada”.
Agüero también atravesó tiempos de controversias y llegó a estar arrestado por casi tres meses. La confusión se presentó cuando publicó en 1952 el poema Yo, presidente, donde se lee “Yo, / capitán de pájaros, / general de livianas mariposas, / estoy en Buenos Aires, / la capital del Plata, / para ser presidente / y organizar la Patria”.
El contexto fue desafortunado, ya que había un clima conspiración latente en el país, y el antecedente del intento de golpe de Estado del 28 de septiembre de 1951, por lo que los versos de Agüero fueron interpretados como golpistas. Sin embargo, este malentendido no detuvo su interés por participar en la política, ya que más tarde fue Presidente del Consejo Provincial de Educación (1955-1956), Director de Cultura (1957), Ministro de previsión Social y Educación (1957), y Ministro de Gobierno (1958-1959).
Dentro de toda la tradición de la tierra puntana que Antonio Esteban adoró, quizás sea el paisaje lo más influyente en su ser poético. Aun sin referirse explícitamente a algún elemento del entorno, el poeta logra expresar sentimientos lugareños, atravesados por la calidez de la gente puntana y sus costumbres. Mientras que algunos poemas hacen referencia explícita al espinillo, el maíz, el crespín o la cabra, en otros como “Canción para comer uvas” o “La siesta”, las palabras recrean una situación tan cercana como común, pero que trasciende gracias a la voluntad poética de Agüero.
El paisaje lo llevó a la contemplación, a crear un vínculo íntimo con el espacio que habitaba, y sobre todo le dio una forma de conectar con la infancia, con ese pequeño y gran tiempo en el que todos nos hemos relacionado con las cosas desde la curiosidad, y donde la naturaleza incita a la exploración. Agüero supo mantener esa intensa relación con la cotidianeidad más rústica durante toda su vida, y así lo expresó en sus creaciones, “como no sé, ni puedo/cantar cosas grandes/canto la modestia/de cosas rurales”.
La evocación frecuente de los pájaros en sus obras puede llevar a una doble interpretación: por un lado, es una entre tantas referencias a la constante presencia de la naturaleza que lo rodea; aves como el zarcillo, el rundún (picaflor) o el bermejo son típicas de la zona; por otro lado, la figura del pájaro en sí mismo se asocia a la libertad, concepto típico de la corriente literaria que influyó en él, el modernismo.
Podría decirse que Agüero mismo es un ser pájaro; tuvo el don de ver desde las alturas la inmensidad de la región y sus bondades para luego volcarlas al papel con una sensibilidad que aun conmueve e incita a hacer que todas las riquezas de nuestra tierra sean conocidas y apreciadas.
Numerosos escritores y críticos argentinos y extranjeros se han ocupado de la obra poética del poeta puntano. Juana de Ibarbourou, Fermín Silva Valdés, José Vasconcelos, entre otros. “Digo la mazamorra” se convirtió en una canción folclórica interpretada por Peteco Carabal y también por Mercedes Sosa.
Agüero trascendió las tierras puntanas hablando de ellas. Carlos Levy, poeta mendocino y lector del escritor puntano, luego de recomendar su lectura en una entrevista, sostuvo “Las provincias no deben adueñarse de sus poetas. Creo que, a esta altura de los acontecimientos, lo importante es hablar de la patria como planeta, como territorio cósmico. Cada uno con su bandera, cada uno con su himno, con sus comidas, su estrella, sus próceres, pero pensando planetariamente. Eso es lo que el poeta es”. Agüero sentó las bases de un universo de paisajes y lugares comunes para los y las puntanas. Qué bueno sería seguir aumentándolo y compartiendo con el mundo los tesoros de nuestra tierra. Como él mismo propone en Preludio Cantable:
“No nos importe nada/ si vedan las puertas de repente/con decretos y púas de alambrados,/no nos importe nada,/construyamos el Canto,/nuestro íntimo Canto colectivo,/germinado a la sombra de la sangre/y entre las olas de su pulso claro.