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Contrastes

La política ambiental de China: de la guerra contra los gorriones a la reforestación de cuenca del río Amarillo

Por Guillermo Genini

Aldea Contemporánea

En el transcurso de tres generaciones la política ambiental de China ha vivido un significativo cambio y los resultados en algunos entornos ecológicos, tras continuos esfuerzos de conservación como en la cuenca del río Amarillo, muestran notables mejorías. Si bien la historia de la explotación de los ambientes en China es una de las más antiguas de la humanidad, el agotamiento de los recursos naturales y sus consecuencias sobre las poblaciones locales se manifestaron con terribles consecuencias en el siglo XX. Frente a estos problemas ambientales de escala casi continentales, el gobierno comunista chino adoptó medidas extraordinarias que no siempre produjeron los resultados pretendidos. Revisemos esta historia. 

Una idea, un “Gran Salto”, un desastre

Desde la Revolución Neolítica que implicó la domesticación de plantas y animales, el hombre se transformó en un productor de alimentos. Esta tarea cotidiana, silenciosa y constante ha cambiado profundamente los ecosistemas naturales. Para asegurar esta producción se utilizaron sin cesar los mismos recursos por muchos siglos y el hombre en incontables oportunidades no ha percibido la degradación del ambiente que explota terminando en ocasiones afectando su modo de vida. Cuando finalmente el medio ambiente colapsa, las poblaciones humanas quedan desprotegidas. 

Esta dinámica mundial puede aplicarse muy especialmente a China en cuyo territorio se han hallado explotaciones neolíticas de más de 10.000 años a.C. en las regiones templadas cercanas a los ríos Yangtzé y Amarillo. Esta zona es considerada como la cuna de la milenaria cultura china. Pero, tras siglos de ocupación y explotación continua e ininterrumpida, sus recursos menguaron en su rendimiento y capacidad de recuperación. A esta situación ya presente, el hambre y la destrucción de valiosos recursos naturales se convirtieron en algo frecuente en la cruenta guerra entre nacionalistas y comunistas que se disputaron el control de China desde 1927. Así se talaron bosques, rompieron presas y campos de cultivos, incendiaron cosechas y se sometió al hambre a regiones enteras como parte de los recursos que ambos bandos utilizaron en la guerra civil. 

Desde el triunfo de la Revolución China en 1949 el líder comunista Mao Zedong se propuso sacar a China de su estado de postergación y colocarla en el sitio de las grandes potencias mundiales. Para ello utilizó el poder que tenía sobre la población para implementar grandes planes de cambio económico, social y de producción que no siempre resultaron beneficiosos. 

Tal vez el mayor de estos ejemplos fue el “Gran Salto Adelante”, considerado por el historiador holandés Frank Dikötterel como uno de los “experimentos de ingeniería social más brutales con la propia población de la historia”. Este plan de modernización e industrialización forzada iniciado en 1958 que tuvo un aspecto ambiental de graves consecuencias. Sin mayores bases científicas ni estudios previos, Mao consideró que la producción china estaba afectada por cuatro “plagas”: moscas, mosquitos, roedores y gorriones. Sobre ellas lanzó un vasto plan de acción que era de cumplimiento obligatorio para la población y las autoridades. Supuestamente los beneficios de la “Campaña de las Cuatro Plagas” serían higiénicos, productivos y económicos, pero representó un gran desastre ecológico ya que alteró el ciclo de equilibrio natural que rige la convivencia de las especies animales y vegetales, como lo advirtieron zoólogos de todo el mundo. El régimen maoísta no consideró estos aspectos y obligó a la población china a cumplir cuotas de exterminio planificadas. 

Gorriones, enemigos del proletariado

En el caso de los gorriones, su eliminación se debía a que Mao creía que comían los granos que producían los campesinos, y que por lo tanto “eran enemigos del proletariado”. Se habilitaron muchas formas de eliminar a los gorriones: dispararles, cazarlos, envenenarlos, destruir sus nidos, agotarlos, todos ellos con gran éxito, alentadas por la propaganda oficial. Pero, no sólo se mató a los gorriones, sino que muchas otras especies de aves silvestres fueron afectadas. Sin datos comprobarles, se calcula que se mataron más de 600 millones de gorriones y otras aves. 

Ante la ruptura del equilibrio natural o entropía, en 1959 y 1960 se produjo un llamativo aumento de la población de langostas que afectaron gravemente las cosechas de granos de China produciendo una gran falta de alimento, pues los gorriones no solo comían los granos cultivados por el hombre sino que también servían como control de insectos dañinos, como las langostas. A ello se le agregó los efectos de la colectivización forzada y, en 1960, de una sequía prolongada. Ese año se retiró al gorrión de la lista de las plagas que debían combatir los chinos, siendo remplazada por las chinches y luego por las cucarachas.

Según Dikötterel, en su reciente libro“La gran hambruna en la China de Mao”, la cifra de muertos producida por el régimen maoista entre 1958 y 1962 se eleva por encima de los 45 millones, en gran parte como consecuencia de las políticas ambientales implementadas sin sustento científico. 

Afiches de la campaña promovida por el gobierno comunista chino para matar a los gorriones.

Tras la muerte de Mao en 1976 se pudo reflexionar sobre la inconveniencia o el fracaso del lema maoísta que sostenía “El hombre debe conquistar la naturaleza” y se adoptaron planes de intervención con mayores recaudos ambientales pero sin renunciar a la potestad del Estado de intervenir en las relaciones entre la naturaleza y la población humana.

Reflexionar y revertir algunas estrategias

Esta nueva etapa de la política ambiental en China tiene en la recuperación de la cuenca del río Amarillo un ejemplo emblemático. La sobreexplotación de los suelos por pastoreo y desforestación habían convertido a estas milenarias tierras en una zona de desastre ambiental, produciendo pobreza y emigración de la población y otras graves consecuencias sociales y ambientales. Esta situación fue particularmente grave en una extensa región ubicada al norte de China conocida como la Meseta Huangtu o de Loes. Esta meseta, caracterizada por la presencia de tierra fina o lo es de tonalidad amarillenta, se extiende por más de 600.000 km2 y brinda al río Amarillo su llamativo color.

Las principales evidencias de la degradación ambiental en la Meseta de Loes eran la pérdida de la cubierta vegetal, la desertificación y la erosión que afectaba hacia 1990 el 70% de su superficie. Esto generaba que el río Amarillo arrastrara gran cantidad de sedimentos que producían el rellenado de su cauce originando inundaciones en sus márgenes, el colapso de las presas y la pérdida de su capacidad de navegación que se redujo a la mitad desde 1949. A ello se agregó un grado creciente de salinidad de las aguas y una pérdida de su capacidad de riego. Ante esta situación se planteó una acción planificada e integral llevada a cabo por un comité especial denominado Comisión de Conservación del Río Amarillo que desde 1990 implementó una serie de intervenciones y programas en múltiples sectores de esa región.

Para combatir la desertificación se convocó a un cuerpo multidisciplinario de expertos que aconsejaron educar y comprometer a la población local en el esfuerzo de recuperación de sus propias tierras. Pese a numerosas resistencias y un escepticismo generalizado, se comenzó a reducir la superficie destinada a la agricultura y el pastoreo. En su lugar se empleó a la población rural en tareas de protección de bosques y matorrales nativos, se construyeron terrazas en las laderas de las montañas para que el agua filtrara mejor y evitar así corrimientos de tierras y se plantaron especies adaptadas al clima local.

Para evitar la pérdida de la poca cubierta vegetal natural existente y permitir su regeneración, se prohibió el pastoreo en determinadas zonas y se construyeron pequeñas presas para evitar inundaciones y permitir el almacenamiento de agua. También se estimuló a la población local a cuidar los terrenos cubiertos por árboles, arbustos y hierbas, evitando que el agua se lleve la capa más superficial del suelo, lo que posteriormente redundó en un incremento de su fertilidad. Así se logró mayor seguridad alimentaria, aumentar la humedad de los suelos y evitar inundaciones.

A lo largo de una generación se comenzaron a ver los cambios. A comienzos del siglo XXI la Meseta de Loes comenzó a recuperar su ecosistema roto y devolver la vida al entorno. Uno de estos cambios fue social. Se logró convencer a la población local que era mejor para la vida colectiva destinar sus tierras y trabajo para plantar árboles que no producían beneficios directos o inmediatos, pero sí mejoras futuras. Pese a que la superficie destinada a los cultivos se redujo, se alcanzaron mejores rendimientos en la producción de alimentos, mientras que se registró una recuperación de la cubierta vegetal superior al 12 % anual, con su consecuente freno a la erosión. 

La reforestación y los cambios en el modo de vida han permitido que más de tres millones de personas salieran de la pobreza desde 2010 y se aumentara la taza de empleo del 70 al 87% en la región. Pese a las sospechas de datos poco confiables (el gobierno chino informa de una llamativa tasa de supervivencia del 90 % de los árboles plantados y se sabe que parte de la población fue obligada a migrar o variar el uso de su tierra) los cambios son evidentes. En 2020 la Comisión informó que la erosión del suelo en la cuenca del río Amarillo había disminuido en 202.300 km2, y se habían recuperado un 43 % de los suelos. Además se creó recientemente un plan para que la cuenca del Río Amarillo sea manejada como un recurso hídrico integral orientado a la protección y la utilización racional del recursofluviales y aumentar la conciencia sobre la conservación del agua y el suelo en toda la sociedad. Una última expresión de este plan fue la entrada en vigencia en abril de 2023 de una nueva ley sobre protección ecológica y desarrollo de alta calidad de la cuenca del río Amarillo. 

Pese a las desconfianzas que genera China en gran parte de la comunidad internacional, el caso de la Meseta de Loes, uno de los mayores éxitos ambientales del mundo, es una muestra que es posible recuperar los ecosistemas dañados y que la convivencia entre la naturaleza y la humanidad es posible, evitando errores pasados.